Olga Saratxaga Bouzas
Escritora

Endogamia económica

Euskal Herria fue el destino elegido por Emmanuel Macron para la cumbre del G7 celebrada del 24 al 26 de agosto de 2019. Han pasado cinco años desde que la imposición blindó el glamour de la costa vasca. Representantes de Canadá, EEUU, Italia, Francia, Japón, Alemania y Reino Unido se dieron cita en la presumible cuna del surf europeo. Francia, como Estado anfitrión del acontecimiento, nombró a Miarritze, el pequeño pueblo ballenero labortano de la Edad Media −posterior ciudad balnearia de la aristocracia y la realeza europea−, cónclave político de fin de semana.

La incursión del capital en tierra vasca extendió ingentes dispositivos de máxima seguridad: despliegues aéreos, marítimos y terrestres en perjuicio de la libre circulación. Nos dejó imágenes de Miarritze convertida en bunker por unidades armadas de ambas orillas del Bidasoa. Se diseñó un perímetro rojo infranqueable en la zona de hospedaje y centros de reunión del evento, y otro azul, de tránsito exclusivamente peatonal y calles cortadas. Áreas custodias de la Agenda Internacional, prioridad del poder económico frente a los intereses legítimos de la población, que tuvo que acreditar pase especial para volver a su casa o dirigirse al puesto de trabajo. Un estado de sitio de manual interceptó la convivencia ordinaria de las personas, relegadas al último puesto en el ranking de objetivos gubernamentales.

Inmerso en la ceremonia de régimen de excepción, el G7 planificó un marco de debate en el que la lucha contra las desigualdades abanderaba la cuestión principal del foro, sin abordar las verdaderas causas de su origen: la paradoja de «un capitalismo más justo». En términos de orden público, el prefecto de Aquitania aseveraba discreta presencia policial y medidas de acción proporcionadas en el caso de altercados con movimientos antisistema. Según indican datos oficiales, el operativo se inició el 12 de agosto. En él se aplicaron alrededor de 20.000 efectivos policiales, incluida más de la mitad de la plantilla de Ertzaintza. Así, de todos los apelativos que esta crónica merece, el de «discreta presencia» parece ser el menos acorde a la realidad. De nuevo, la ostentación de las armas mostraba al mundo su impunidad, al tiempo que eran vulneradas 8.000 solicitudes de acceso a la ciudad (fuente NAIZ), que vio suspendido, además, su servicio de recogida de basura. El pequeño comercio local también sufrió las consecuencias negativas en plena temporada alta, signada por una endogamia económica poco dada a la empatía.

Desde 1975, el Grupo de los Siete repite protocolo anual en diferentes escenarios geográficos, asegurando derechos ciudadanos conculcados en los previos y durante la estancia de sus líderes, mayoritariamente masculinos; dispendio de recursos; significar aún más las diferencias entre Norte y Sur Global; alteración de la rutina natural del entorno... En resumen, continuidad de las prácticas capitalistas de corte neoliberal, sustento del mercado y las clases dominantes. El resto, poco cambia: la temática programada como eje de análisis; mayor o menor disposición para cerrar acuerdos; compromisos alcanzados que no cumplen mínimos de gestión ulterior...

Más de un centenar de organizaciones, integradas en las plataformas G7 EZ y Alternative G7, hicieron posible una cumbre alternativa, estructurada en seminarios, talleres, conferencias y actividades culturales. Intercambios de experiencias, redes en actitud pacífica alineadas hacia la construcción de otra forma de vivir, en aquel episodio contra natura. Activos feministas, antirracistas, ecologistas y anticoloniales alimentaron la reflexión de modelos antihegemónicos para revertir un sistema que menosprecia la vida. Recuerdo los controles policiales en el muelle de Hondarribia, no sin asomo aún de escalofrío, a pesar del tiempo transcurrido. Era sábado, 24 de agosto, la primera jornada oficial de la cumbre. Fecha que pasó a engrosar el calendario de la resistencia y movilización en contra del imperialismo de los poderes tácticos del G7. Decenas de medios, locales y extranjeros, cubrieron la manifestación que hizo sombra a las reuniones diplomáticas que se daban esa mañana en Miarritze. Una cifra estimada de 15.000 personas articulamos fuerzas en respuesta a sus tropelías. Hendaia formaba parte del paisaje de la contracumbre. El testimonio de la diversidad recorrió su asfalto hasta Irun, en una jornada multicolor, donde nos encontramos militantes sociales, políticos y sindicales de ámbito internacional.

Ambos márgenes del Bidasoa, unidas por la reivindicación: «Euskal Herritik beste mundu bat sortzen», contrapusimos la noticia de sus grandes titulares caminando la denuncia ante sus políticas de muerte, hambruna y globalización, bajo el sol estival y el imperativo de drones y helicópteros. Somos la desobediencia civil que Grande-Marlaska tanto mencionó en sus declaraciones, intentando criminalizar los sectores más críticos de las coordinadoras y forzar la división interna. No en vano, desprestigiar la verdad forma parte de su idiosincrasia. A modo de reseña, mientras Sánchez, convidado de Macron, viajaba al encuentro de Ángela y los seis, el buque Aita Mari continuaba amarrado en el puerto de Pasaia y veía retrasada su licencia para volver a zarpar al rescate humanitario del Mediterráneo.

Cinco años después, el G7 prosigue itinerario. El hotel Borgo Egnazia, en el «talón» de Italia, ha sido testigo en junio de 2024, con la asistencia, por primera vez, de un representante eclesiástico, el Papa Francisco. Para 2025, el enclave designado es Alberta, en Canadá, Estado miembro que organizó la cumbre de 2018, donde Donald Trump, en alarde narcisista, acaparó la polémica retirándose antes de concluir sin dar apoyo al comunicado final.

Arrogancias endógamas sujetas a evaluación, no queríamos su potestad entonces y no la queremos hoy, ni aquí ni en ningún otro lugar del planeta porque otro mundo sí es posible. G7 ez hemen ez inon!

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