Tasio Erkizia
Militante de la izquierda abertzale

Es hora de respuestas contundentes

Preocupado por las dificultades de articular respuestas adecuadas a la preocupante situación social y económica de este país, el histórico militante de la izquierda abertzale aboga por la unión de esfuerzos en torno a un programa sociopolítico de mínimos. Erkizia critica duramente la actitud de una buena parte del empresariado vasco, en el que «sobran los especuladores y los que apuestan por el enriquecimiento rápido y fácil».

Ya queda poco margen para fallar. Necesitamos  rebelarnos de manera contundente y persistente como pueblo y como clase trabajadora. Unos pocos banqueros y algunos empresarios sin escrúpulos nos están arrastrando al abismo. Progresivamente nos están desmantelando el sector industrial de Euskal Herria y haciendo desaparecer los derechos sociolaborales básicos, retrotrayéndonos a las condiciones de hace 40 años. Corrugados Azpeitia, Inasa, Troquenor, Alfus, la preocupante situación que atraviesan los más de 6.000 trabajadores del sector naval y los miles de trabajadores a los que se les aplica el convenio estatal son solo unos pocos ejemplos de la grave situación que vivimos en nuestro pueblo.

Un pueblo tan luchador como el vasco no logra convertir en rebelión social la rabia contenida con la que vivimos la razia antiobrera de los banqueros y las multinacionales. La mayoría de la población se muestra indignada, pero no logramos convertir ese enfado en rebeldía sociopolítica. Hablamos de manera airada, criticamos con toda la razón del mundo a los partidos y los sindicatos del sistema pero no nos echamos a la calle. No convertimos nuestra ira en respuesta popular. Y de esta manera respiran tranquilos los empresarios y empresarias y todos los partidos que sustentan los recortes.

No puede ser. Son momentos de una gran responsabilidad social. Y son los sindicatos obreros, los partidos de izquierda y los sectores populares en general quienes deben liderar esa imprescindible rebelión social. Vivimos una coyuntura socioeconómica en la que las distintas luchas sociales debemos enmarcarlas en una alternativa global de izquierda. Es imprescindible impulsar las luchas locales y concretas, nuestra barricada comienza en cada taller y puesto de trabajo en el que nos jugamos un convenio o el futuro de cada empresa. Pero no termina ahí, sino que constituyen un eslabón más en el amplio movimiento en pro de la transformación sociopolítica de la realidad. Las luchas en cada empresa o barrio de Euskal Herria alcanzan su virtualidad en la medida que son parte de un proyecto transformador amplio y lo más unitario posible.

La situación de alarma socioeconómica en la que vivimos nos obliga a tejer sin demora una gran alianza popular. Ya no hay excusas para no encontrar la unidad de acción básica e imprescindible que ha fallado de manera manifiesta y poco comprensible en los últimos meses. El futuro de una clase trabajadora combativa y activa, capaz de articular un nuevo modelo de sociedad, nos exige altura de miras y audacia para alianzas unitarias.

En esta coyuntura, el papel que le toca jugar a la izquierda abertzale es fundamental y clave. Ya sabemos que tenemos demasiados frentes abiertos. El proceso democrático está siendo bloqueado y boicoteado por el PP-PSOE. El tema de los presos y refugiados y refugiadas es apremiante. Y, cómo no, los juicios que nos esperan en otoño son de suma gravedad. Pero, aun así, no podemos abandonar este frente en estos momentos en los que nos jugamos nuestro futuro económico en general y los elementales derechos sociolaborales de nuestros trabajadores y trabajadoras en particular. La izquierda abertzale está llamada a jugar un papel fundamental.

Es tan grave la situación que atravesamos como pueblo en esta coyuntura que también en el aspecto organizativo resulta urgente dar pasos gigantes creando una amplia alianza entre sindicatos, organismos populares y partidos de izquierda con un programa de transformación social. No se trata de que nadie fagocite a los otros. Todos son necesarios e imprescindibles. Es necesario superar de una vez los partidismos y protagonismos personales y consensuar un liderazgo amplio y compartido. ¿Tan difícil resulta acordar un programa sociopolítico de mínimos? ¿Es imposible crear una coordinadora de empresas en crisis o en lucha que unifique esfuerzos y meta el miedo en el cuerpo a los empresarios y empresarias irresponsables? ¿La carta social que se está elaborando de manera amplia y participativa puede ser el punto de encuentro para crear esa amplia alianza sociopolítica?

Los banqueros han marcado el camino. Los empresarios más avariciosos han tomado el relevo y arrasan con los derechos laborales de manera feroz. Hay riesgo evidente de que el ejemplo se extienda por toda la geografía vasca. Las grandes multinacionales ningunean a Euskal Herria y su clase obrera. ¡Es hora de pararles los pies!

¿Qué le ha sucedido al PNV, siempre tan complaciente y sumiso a las exigencias del empresariado? Por una vez que ha intentado poner algo de orden, pidiendo tímidamente a los empresarios y empresarias que mantengan durante algunos meses los anteriores convenios colectivos, simplemente han ninguneado a Urkullu, se le han mofado a la cara llevándole al ridículo. Sin guardar siquiera las formas, Confebask se ha reído de ellos.

Aun y todo, los dirigentes del PNV siguen defendiendo al sector más especulador de su empresariado, negándose a criticar su actitud antiobrera y su voracidad económica. Pero ya pueden aprender la lección: si a los empresarios se les concede todo lo que piden, los más especuladores pasarán por encima de su cadáver.

Por supuesto que necesitamos empresarios audaces y con capacidad de tomar iniciativas. ¿Que es imprescindible la aportación empresarial de los hombres y mujeres emprendedores? No lo dudo. Pero sobran todos los especuladores y los que apuestan por el enriquecimiento rápido y fácil. Necesitamos empresarios y empresarias que apuesten por el futuro de nuestro país y, sobre todo, que estén firmemente convencidos de que para ello la piedra angular son los trabajadores y las trabajadoras. Que nuestra gran riqueza son los trabajadores técnicamente bien preparados, con iniciativa y responsables en su puesto de trabajo. No disponemos de petróleo, pero nuestra mina de oro son los hombres y mujeres de Euskal Herria.

Y esto es precisamente lo que desprecian con enorme irresponsabilidad ese puñado de empresarios explotadores que se están deslizando a su propia ruina. Actúan como si su único activo fuera su capital financiero y los trabajadores no contaran nada. Su apuesta es casi exclusivamente reducir gastos a costa del sueldo de los empleados. ¿Pero creen que con unos trabajadores en constante crispación y disgusto puede salir adelante la empresa? ¿Creen que el dinero produce, sin el sudor de los trabajadores, los grandes beneficios? Es esa concepción del empresario-banquero el cáncer de nuestro país.

Antes de que sea tarde, es imprescindible presentar batalla. Vamos perdiendo demasiado terreno sin una respuesta adecuada a la gravísima situación que atravesamos. Este otoño tiene que marcar un antes y un después. Impulsar una gran alianza que aglutine a amplios sectores populares en base a un programa de transformación social y la unificación de fuerzas en respuestas constantes y contundentes es nuestro gran reto. Porque creemos, podemos.

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