Es posible otro modelo de gobernar
En esta campaña electoral, EH Bildu está planteando de manera insistente la idea de que «las instituciones de la CAV necesitan otro modelo de gobernanza», «este territorio de Euskal Herria debe ser gobernado no en función de los intereses de los partidos sino de los habitantes del País» o «las instituciones deben responder a la voluntad, según todos los indicios, mayoritariamente expresada en las urnas de más soberanía y más políticas de izquierdas». «Y eso solamente es posible con alianzas horizontales y con base en consensos y acuerdos sobre los proyectos concretos que respondan a los intereses de la mayoría de la población».
Sin embargo, la mayoría del resto de los partidos y medio de comunicación se empeñan en desviar la atención poniendo el acento en el modelo vertical de gobernar basándonos en el esquema clásico: los unos gobiernan y el resto a la oposición, un concepto de primar los intereses de cada partido sin posibles acuerdos entre los dos bandos. Incluso, varios partidos interpretan este planteamiento de la izquierda independentista de manera sesgada. Para el PNV es un intento de quitarles a ellos del gobierno (como si les correspondiera por no sé qué derecho histórico) y en contraposición, para Sumar o Podemos es un guiño para pactar con el PNV. En ambos casos se trata de poner en el centro las siglas de los partidos en lugar de primar los programas de los mismos. Parece que no se quiere entender qué se está planteando un cambio en la filosofía y de práctica en el modelo de gobernar.
El tema obliga a cambiar de chip. La apuesta de EH Bildu conlleva cambio de paradigma, es de mucha profundidad, implica un cambio de modelo en la forma de entender el gobierno y, por lo tanto, de hacer política. No va a ser fácil llevar a la práctica este cambio en profundidad, pero el momento histórico nos exige ser valientes. Y nos exige, entre otras muchas razones, por tres argumentos que son las fundamentales. Por una parte, porque solamente de manera colectiva y con políticas de alianzas horizontales podemos responder a los grandes órdagos económicos, sociales, culturales y políticos con los que nos enfrentamos como País; por otra, porque acercar la política al pueblo nos exige cambios importantes y urgentes. Apostamos por una profunda regeneración de la vida pública porque, de lo contrario, la abulia y el desinterés de la población va a ser aprovechada todavía más para fomentar las actitudes pasivas en la sociedad y fortalecer la extrema derecha. Y en tercer lugar, prescindir de la colaboración activa de los agentes económicos y sociales es craso error. Trabajar mano a mano con los sindicatos, la empresa que apuesta por primar el interés colectivo, los organismos sociales y populares es creador de energía y de una gran potencialidad.
No se trata simplemente de suplir una alianza por otra, cambiando las siglas. No se trata de suplantar siglas, se trata de cambiar de políticas y la manera de gobernar. Se trata de responder a las necesidades de la gran mayoría y no a la minoría privilegiada. El futuro del pueblo no está en la alianza entre las grandes multinacionales de Euskal Herria, sino en una política industrial, con un liderazgo claro de los poderes públicos, primando las pequeñas y medianas empresas enraizadas del País. No se trata de convertir los servicios sociales que atienden la salud de la gente, las necesidades de las personas de tercera edad, la cultura vasca y la organización de las fiestas en foco de negocio para los oportunistas de turno. El cuidado o la salud exigen un sector público saneado y bien gestionado; y no es para que nadie haga negocio.
Un ejemplo de política partidista y cerrada, ante un problema complejo y difícil, fue la actitud adoptada por el gobierno de Urkullu ante el covid. Los parlamentarios de EH Bildu al igual que los de Podemos se ofrecieron repetidas veces a colaborar, junto con distintos sectores de la sociedad, en analizar la situación y estudiar entre todos y todas las medidas más oportunas. Urkullu y su gobierno rechazaron de plano, despreciaron la colaboración, por cálculos e intereses de partido. Y perdimos todos, perdió la población. Fue el momento en el que se aceleró la degeneración y decaimiento del servicio de salud y el funcionamiento de Osakidetza.
Tenemos una sociedad, por historia y práctica, con grandes capacidades para responder a los retos más complejos. Y en consecuencia, marginar, abandonar o no aprovechar la gran aportación que pueden hacer los agentes económicos, sociales y culturales de este territorio de Euskal Herria es un error estratégico que no nos podemos permitir. El dato de que casi el 20% de los nuevos talentos jóvenes se nos van de nuestra tierra es muy preocupante. Es consecuencia de muchos factores, pero evidentemente es una constatación fehaciente de que las condiciones de trabajo no son atrayentes, no se les ofrece futuro prometedor, no perciben una sociedad con vitalidad, perspectiva e ilusión. Las distintas instituciones han anunciado repetidas veces incentivos para recuperar esos talentos, pero hace falta algo más que ayudas económicas, es imprescindible demostrar liderazgo y ofrecer el proyecto de un pueblo con futuro.
A todas horas, las radios y la televisión que controlan el Gobierno Vasco, pregonan el auzolan. Y, sin embargo, las instituciones actuales lejos de impulsar el auzolan son proclives a ahogar las iniciativas populares y en su lugar priorizar los grandes eventos culturales y festivos organizados por empresas, que en muchos casos no conocen la lengua originaria ni la cultura de Euskal Herria. Esas instituciones que durante muchos años han boicoteado AEK y la propia Korrika, en la actualidad siguen ahogando numerosos proyectos en favor del euskara, la cultura vasca o fiestas populares, sencillamente porque no lo controlan ellos. Qué esclarecedor resulta para este caso el dicho popular «dime de qué presumes y te diré de qué careces». Nunca puede ser función del gobernante suplantar o sustituir a la ciudadanía, sino potenciar sus iniciativas y ofrecer los servicios a los que no llegan. La nueva forma de gobernar tiene que ser abierta, plural y respetuosa con el auzolan. Sobran las campañas propagandísticas cuando se gobierna con el pueblo.
Evidentemente, para cambiar en profundidad la forma de gobernar se necesita imaginación, mucha generosidad y coraje, pero es un cambio no solamente posible sino necesario. Se necesita imaginación, porque hay que superar los bloqueos y la política de bandos cerrados, practicados durante demasiados años. Sin prescindir de los partidos, nos obliga a funcionar con base en acuerdos básicos sobre los programas que han presentado los mismos. Mucha generosidad para priorizar siempre los intereses colectivos a los partidistas. Y coraje para superar inercias y la tentación de seguir con los moldes de siempre. La propuesta de Otxandiano, en ETB, de impulsar un nuevo modelo de hacer política, Pradales la tildó, «de imponer su visión y menospreciar la democracia parlamentaria». No señor, defender modelos de gobernanza horizontales y abiertos a la sociedad es precisamente más democracia, contar más con el pueblo. Está en juego elegir entre la vieja política de pactos cerrados entre partidos, que ayuda al clientelismo, obscurantismo y la corrupción, o poner las luces largas y de manera participativa hacer una apuesta decidida por liderar un futuro ilusionador para todo el mundo.