Oskar Fernandez Garcia
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación

Estupefacción y absoluta incredulidad

Estupefacción y absoluta incredulidad. Esto es, como mínimo, lo que producen las ideas de los dirigentes del PNV sobre la independencia de Euskal Herria, expresadas a través del lehendakari de Vascongadas, en una comparecencia ante los medios de comunicación en el llamado comienzo del curso político.

Iñigo Urkullu, haciendo de portavoz indisimulado de su partido, consideraba a Escocia como un modelo a seguir por Euskadi, el cual permitiría, finalmente, que las personas pudiesen llegar a expresar libremente su opinión sobre su propio futuro. “Un acuerdo entre los gobiernos para que la ciudadanía decida”, expresaba textualmente en un momento de su intervención. Lógicamente desde la izquierda abertzale se criticaba al Sr. Urkullu por su incapacidad o falta total de análisis político al querer comparar implícitamente a Madrid con Londres. El Parlamento de Westminster consensuó con el Parlamento de Hollyrood la, ya inmediata, consulta escocesa del 18 de septiembre. Donde –lógicamente– solo votaran las personas mayores de 16 años y residentes en Escocia. (El voto por correo ya se ha efectuado). Ni ingleses, ni galeses o ciudadan@s de Irlanda del Norte tienen nada que decir en esa fecha, que dejará una marca indeleble en el calendario de la historia. Una situación diametralmente opuesta a la que se da en el Estado español, donde su parlamento jamás llegaría a un acuerdo con el parlamento del tercio autonómico para llevar a cabo una consulta de tal magnitud. Y en el hipotético e improbable, a todas luces, de llevarse a cabo, implicaría a toda la ciudadanía del Reino de España.La consulta que desea realizar el pueblo Catalán el próximo 9 de noviembre ha arrojado tal cantidad de luz sobre el negro, baldío y obscuro solar de la falsa democracia española que esta no ha podido ocultar su verdadero rostro: intolerante, intransigente y antidemocrático hasta el paroxismo. Pensar, como hacen los burukides del PNV, que con semejante estado se puede llegar a acuerdos de tanto calado y profundidad es vivir políticamente completamente ajeno a la realidad social imperante. Por lo tanto, ni Madrid es Westminster, ni muchísimo menos el parlamento de Gasteiz es Holyrood. Y aquí es, realmente, donde reside el quid de la cuestión. Las personas que dirigen el pensamiento social, económico, político… del PNV no tienen ni la más mínima intención, pero ni de lejos, de realizar o de llevar a cabo un proyecto político que desemboque en una consulta sobre el futuro de este país. Asentados en sus poltronas, orgullosos de lo que han realizado: en esencia una red de influencias económicas y sociales para el autosostenimiento de su propio sistema: la autonomía por antonomasia, basada en un ficticio autogobierno y en un eterno estatuto que jamás será ni respetado, ni cumplido por la parte española. La confianza que estos dirigentes, de la mencionada formación política, depositan en España es tan absurda, pueril e ingenua que transciende el sistema político para insertarse de lleno en el ámbito del mesianismo. Enviarán delegaciones a Escocia, Catalunya… pero la razón exclusiva será para mantener a sus bases en la idea evanescente de que están por la labor de luchar y trabajar a favor de la independencia. Parece, bajo cualquier punto de vista y análisis minimante riguroso, que es absolutamente imposible contar con los burukides del PNV, para desbrozar el camino que lleve a Euskal Herria hacia su independencia y constitución como estado soberano europeo. Por lo tanto, el mensaje de independencia, progreso, libertad, bienestar, seguridad en las pensiones, pleno empleo, distribución equitativa de la riqueza, igualdad de género,… ha de ser dirigido directamente a las bases de ese partido, obviando deliberadamente a sus dirigentes.

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