Aitor Garagarza Cambra
Alcalde de Plentzia

Gatólicos y crisis de identidades

Recientemente, desde el Ayuntamiento de Plentzia se emitió un bando informando sobre la situación del servicio de recogida de animales, revelando una cifra impactante: este año, el municipio ha gastado 60.000 euros, principalmente en actuaciones relacionadas con gatos.

¿Cómo hemos llegado a este punto? La nueva Ley de Derechos y Protección Animal de 2023 establece múltiples funciones en la gestión de colonias felinas, delegando determinadas competencias en las administraciones locales. Estas competencias, sin embargo, requieren un desarrollo autonómico que, hasta la fecha, no se ha llevado a cabo.

La ley menciona la obligatoriedad de aplicar el método CER (Captura-Esterilización-Retorno) para los gatos urbanos, con el objetivo de reducir progresivamente su población. Además, incluye la atención y los programas sanitarios para las colonias felinas.

¿«Atención sanitaria» se refiere únicamente a lo relacionado con la salubridad? Aquí es donde surgen los debates. Las asociaciones exigen que llevemos a cabo todas las actuaciones posibles y esto ha generado un gasto significativo. En el caso de Plentzia, la cifra asciende a 60.000 euros, en un pueblo que la partida de mantenimiento de las calles es de 100.000 euros. Hasta la publicación de la ley este esfuerzo económico integro, en muchos casos, era asumido por particulares y asociaciones, quienes han realizado una gran labor.

Hemos decidido poner un límite: no podemos atender a cualquier gato debido a las siguientes razones: Uno. Uso responsable de los recursos públicos. Desde mi punto de vista, destinar recursos municipales de manera indiscriminada a este tema no es éticamente justificable; Dos. Capacidad financiera limitada. Los recursos municipales no son infinitos; Tres. Ausencia de un marco contractual adecuado. No contamos con un marco que pueda sostener la contratación de este tipo de servicios.

Por ello, cuando ciertas personas o asociaciones nos han acusado de maltrato animal, mi respuesta es clara: si creen que hay un delito, les invito a que interpongan una denuncia.

Estamos viviendo una situación que, en mi opinión, tiene poco o nada que ver con los animales. Esto refleja más bien una sociedad en crisis que necesita reflexionar sobre su devenir.

¿Podemos gastar más en animales que en ámbitos esenciales para las personas? Desde una perspectiva de construcción del bien común, esto no es moralmente aceptable.

Si la sociedad decide que debe hacerse, entonces habrá que hacerlo, pero siempre informando a la ciudadanía sobre lo que esto supone, no solo en Plentzia, sino también en otros municipios de Hego Euskal Herria. No solo es un conflicto-debate que se está dando en nuestro municipio, sino en otros muchos más, pero que socialmente no está trascendiendo.

Como gestores de lo público, de lo de todos y todas, es imprescindible usar los recursos de manera racional, determinando prioridades en función de nuestras posibilidades financieras y administrativas.

¿Es este un problema de primer orden que requiere atención constante por parte de la alcaldía, concejales, administrativos o policía municipal?

Expongo algunos ejemplos: ¿Debe el municipio hacerse cargo de la conjuntivitis de un gato o de una cría de gato con mucosidad? ¿Es razonable paralizar la entrada y salida de un parking de unas 400 plazas porque un gato se ha metido debajo de un coche? ¿Deben los concejales o el alcalde recibir llamadas a cualquier hora para autorizar operaciones relacionadas con gatos? ¿Decir «basta» a este tipo de situaciones se considera maltrato animal?

Si la respuesta es afirmativa, entonces las instituciones locales y las asociaciones que trabajan en este ámbito necesitan los recursos necesarios, que a la fecha no existen.

Una ley que no ofrece recursos para su desarrollo genera frustración. Las instituciones locales se convierten en el «saco de las hostias». «Son todos unos mentirosos», «se están forrando», «prometen y no hacen nada». Este marco discursivo, nacido de la frustración, crea el caldo de cultivo perfecto para el auge de la ultraderecha.

Creo firmemente que el tema principal no son los gatos. Detrás de esto hay algo más profundo: ante la atomización social la necesidad de construir una identidad. En un mundo donde los efectos colaterales de Disney empiezan a mostrar sus secuelas y la vida comunitaria se está desmoronando, este es nuestro verdadero reto como país. Recuperar la pulsión utópica, generar diversas épicas y fomentar un resurgir comunitario-popular basado en valores de equidad, justicia social, igualdad, inclusión, ética...

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