Jon Ander Etxebarria Garate

Guerra Rusia-Ucrania, la Europa acomplejada

Europa debería creer en su propia riqueza cultural, que no deja de ser la de los pueblos y no la de los estados, por lo que esta guerra nos está avisando que si no construimos otra Europa, esta se irá, poco a poco, diluyendo como un azucarillo, dándose cada vez mayores enfrentamientos entre los países que la componen.

La guerra Rusia-Ucrania está poniendo en su sitio a una Europa acomplejada e hipotecada a EEUU desde la Segunda Guerra Mundial, diluyéndose su personalidad con el paso del tiempo y llegando esa dilución a acelerarse con lo que está aconteciendo con la guerra entre Rusia y Ucrania.

En primer lugar, hay que remontarse a la Segunda Guerra Mundial, donde Europa se hipoteca con EEUU. La realidad es que EEUU entra en la guerra no por salvar a Europa de forma gratuita, sino por hacer frente al comunismo soviético ante su avance contra los nazis, que llegó a ser tal que hizo que fuesen ellos quienes primero entraran en Berlín y con ello se iniciase el fin de la guerra.

Desde ese momento, Europa ha estado acomplejada y sumisa a EEUU, siguiendo las directrices que, a través del globalismo neoliberal, marcaban los americanos, tanto desde el punto de vista económico como bélico. De esa manera, se llegó a crear una Europa mercantilista renunciando a cualquier unión en otros aspectos, ya fuesen políticos o culturales, y apostando, sin embargo, por el belicismo con la unión militar (OTAN) para hacer frente al Pacto de Varsovia, cuando curiosamente, fueron los rusos los primeros en conseguir la retirada de los nazis. Y con posterioridad, con el devenir histórico soviético, vimos cómo se deshizo tal pacto.

Es, pues, en este contexto donde esa Europa hipotecada y sumisa a EEUU, se construye bajo esas premisas mercantilistas y bélicas, abandonando la mayor riqueza de nuestro continente como era y es la diversidad de pueblos que la conforman, depositarios de la verdadera riqueza cultural y política del continente, y, con ello, esa Europa renuncia a ser una potencia líder en el mundo en el que vivimos.

Esa postura de Europa llevada de la mano del poder multinacional económico neoliberal, se vio reforzada con mandatos de diferentes opciones políticas, donde la socialdemocracia y la izquierda que le apoyaba a su lado en diferentes períodos donde gobernaron, hicieron dejación de su ideología por seguir los criterios mandados y ejercidos desde una EEUU a la que, recordemos, Europa estaba hipotecada y sumisa, como podemos ver con lo acontecido en la guerra Rusia-Ucrania. Esta dejación ha ido, de forma paulatina (al no resolver los conflictos sociales y sí apostar por las premisas neoliberales), dejando, a su vez, el campo libre al albur de la demagogia de la ultraderecha, como lo estamos comprobando últimamente con el auge que se ha dado en determinados países como Hungría, Polonia, Suecia, Francia y, ahora, con las últimas elecciones de Italia.

De esta forma, y con el enfrentamiento bélico de Rusia-Ucrania y el posterior desarrollo de los acontecimientos, Europa ha vuelto a desaprovechar una ocasión única para ejercer su personalidad, desmarcarse del complejo americano y erigirse como elemento neutral intermediando en una solución pacífica y no bélica. Pero la realidad ha sido todo lo contrario, renunciando a su papel de intermediación y plegándose a las directrices de EEUU, que, por cierto, se las arregla para que nunca tenga lugar una guerra en su territorio y sí en otros, sin dejar de estar presentes a nivel bélico.

Una de las consecuencias de esa postura timorata europea es que EEUU, que es quien gobierna realmente la OTAN, ha ido siempre en contra de buscar una solución pacífica, presionando a los países europeos para que acepten incrementar el gasto militar de la OTAN, e incluso ampliando esta organización con países que siempre se habían mantenido neutrales, como Suecia y Finlandia.

Otra consecuencia es que aún afectando esta guerra a la crisis energética, esta afectación, que se sepa, solo sería al gas como energía, pero no a las energías fósiles como el petróleo, y, sin embargo, quien en realidad se está beneficiando económicamente es EEUU, ya que ese recurso energético se paga en petrodólares, siendo, de nuevo, Europa la que queda fuera de juego, como se ha podido comprobar con la bajada de la cotización del euro respecto al dólar.

El devenir de los acontecimientos de la guerra nos lleva a confirmar el deterioro y el complejo de inferioridad de esta Europa, como se ha visto con el sabotaje del Nord Stream y las consultas realizadas en los territorios del Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporivia por parte de Rusia.

Ante el sabotaje del gaseoducto, lo primero que hay que decir es que Rusia podrá ser lo que quiera menos estúpida, ya que no le haría falta sabotearlo porque lo podría haber hecho solo cerrando la llave de paso del gaseoducto.

En el apartado de las consultas es donde, nuevamente, Europa vuelve a fracasar. Si bien esas consultas, con toda probabilidad, no tendrán todas las garantías democráticas (y menos estando en guerra), Europa podría haberse erigido en el papel de fiel de la balanza y avalar unas consultas democráticas en esos territorios. Es decir, previo alto el fuego, podría supervisar esas consultas negociando con Ucrania y Rusia que el conflicto se resolvería acatando el resultado de unas consultas con todos los requisitos democráticos. A fin de cuentas, estos territorios llevan años en conflicto por existir en los mismos población prorrusa y población pro ucraniana, siendo, por lo tanto, esas consultas el mayor ejercicio democrático y de pacificación de un conflicto europeo, en el que nada tiene que decir EEUU, salvo su interés de poner las fuerzas de la OTAN cuanto más cerca de Moscú, mejor.

De haberlo hecho así y no los boicots ridículos a Rusia mandados por EEUU, que están estrangulando la economía de las sociedades europeas, Europa hubiese hecho una aportación de gran nivel y de personalidad que le podría haber vuelto a colocar (lo que por su historia debería ser como continente) a un nivel al menos por igual a otros continentes, acabando, de una vez por todas, con el complejo que tiene desde la Segunda Guerra Mundial con EEUU

Para haber apostado por ello, Europa debería creer en su propia riqueza cultural, que no deja de ser la de los pueblos y no la de los estados, por lo que esta guerra nos está avisando que si no construimos otra Europa, esta se irá, poco a poco, diluyendo como un azucarillo, dándose cada vez mayores enfrentamientos entre los países que la componen. Cosa que se podría eludir, construyendo una Europa de los pueblos, donde el derecho democrático a decidir sea elemento base para la resolución de cualquier conflicto territorial.

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