Incineración y dioxinas. Problema no resuelto
La cuantificación de las emisiones reales de dioxinas es un tema controvertido. Se han publicado en diversos medios de comunicación noticias referentes a denuncias de infradeclaración o manipulación de las cifras de emisiones de dioxinas, no solo a nivel estatal sino también en otros países con mayor tradición incineradora.
Las dioxinas y furanos (en adelante dioxinas) son un grupo de compuestos químicos que son contaminantes ambientales persistentes. Son extremadamente tóxicas y generan preocupación por su daño al sistema inmune, toxicidad reproductiva, afectación del desarrollo y efecto disruptor endocrino, así como por su carcinogenicidad y su larguísima persistencia en el ambiente, de decenios. En 1977 se publicó un estudio de investigación en Holanda en el que se anunció la detección por primera vez de dioxinas en las emisiones atmosféricas y cenizas producidas por incineradoras. Desde entonces, la industria incineradora ha tratado de disminuir sus emisiones mediante sofisticados sistemas de depuración de gases. Al mismo tiempo, se ha intentado hacer creer a la población que el tema de las dioxinas es un problema relacionado con las viejas incineradoras y que las nuevas las emiten en cantidades insignificantes. ¿Responde este alegato a la realidad?
Tanto la Autorización Ambiental Integrada de la planta incineradora de Zabalgarbi como la de Donostia prescriben que el control de las emisiones de dioxinas se lleve a cabo cada tres meses mediante la toma de muestras durante un tiempo comprendido entre 6 y 8 horas. Las mediciones se suelen realizan con previo aviso a la planta. Sabemos que cuando se realizan sin previo aviso los resultados suelen ser mucho mayores. En cualquier caso, unas estimaciones basadas en mediciones realizadas durante el 0,4% del tiempo total de funcionamiento de una planta –lo que nuestros dirigentes forales consideran controles rigurosos– difícilmente pueden reflejar la cantidad real de dioxinas emitidas. Dicho de otro modo, con los controles actuales desconocemos las emisiones de dioxinas el 99,6% del tiempo de funcionamiento de una planta.
La cuantificación de las emisiones reales de dioxinas es un tema controvertido. Se han publicado en diversos medios de comunicación noticias referentes a denuncias de infradeclaración o manipulación de las cifras de emisiones de dioxinas, no solo a nivel estatal sino también en otros países con mayor tradición incineradora. Fue en 1988 cuando un estudio belga puso de manifiesto que las emisiones de dioxinas reales –estimadas mediante una monitorización continua de muestras durante 15 días– eran de 30 a 50 veces más altas que las indicadas por las mediciones estándar. Sin embargo, a principios de la década de 2000 se publicaron estudios de investigación realizados en Europa que concluían que las incineradoras presentaban un balance de dioxinas negativo –es decir, que emitían menos dioxinas que las que entraban en los hornos–. Estos estudios, financiados por la industria incineradora, llegan a esta conclusión al extrapolar los datos aportados por mediciones estándar al periodo de funcionamiento anual. Incluso un documento publicado por la Comisión Europea en 2006 que lleva por título "Documento de referencia sobre mejores técnicas disponibles para incineración de residuos" incide en el balance negativo de dioxinas, nuevamente extrapolando datos aportados por mediciones estándar. Finalmente, un estudio sueco publicado el año 2015 que analiza los datos aportados por los inventarios de dioxinas de 85 países, constata que la incineración constituye la segunda mayor fuente emisora de dioxinas al medio ambiente por detrás de la quema al aire libre (open burning).
Más recientemente, un estudio holandés del año 2017 constata niveles de dioxinas que exceden el máximo legal para consumo en huevos de granjas en un radio de 2 kilómetros de una incineradora de vanguardia, provista de tecnología alemana, a los dos años de su puesta en marcha, así como elevados valores de dioxinas en la hierba de los alrededores de la planta. Los subtipos de dioxinas encontrados en la hierba coinciden con los encontrados en los gases emitidos, lo cual indica que la incineradora es su origen. Por si no fuera suficiente, se publica un año más tarde otro estudio realizado sobre la misma planta que pone de manifiesto que los niveles de dioxinas medidos mediante monitorización continua de muestras superan entre 460 y 1.290 veces los reportados oficialmente.
La normativa vigente establece que el control de las emisiones debe realizarse cuando la emisión de contaminantes sea representativa del funcionamiento normal del proceso; no indica el muestreo durante las fases de arranque, paradas o en condiciones inestables (escapes, mal funcionamiento, interrupciones pasajeras, etc), que es precisamente cuando más interesaría conocer las emisiones de dioxinas, dado que en estas condiciones, incluso las incineradoras equipadas con tecnología de vanguardia pueden llegar a emitir más de mil veces el nivel emitido en condiciones de funcionamiento estable. La ausencia de mediciones en estos periodos críticos no responde a los intereses de una sociedad cada vez más concienciada de los riesgos sanitarios de la contaminación atmosférica. Como consecuencia, existe un gran desconocimiento de la cantidad real de dioxinas emitidas por las incineradoras. Como dato significativo, Zabalgarbi ha realizado 35 paradas y arranques en 10 años. Teniendo en cuenta los datos anteriores, la cantidad real de dioxinas emitidas parece ser extraordinariamente mayor que la reportada oficialmente.
Por tanto, vemos que el alegato al que hacemos referencia al inicio de este artículo referente a la mínima emisión de dioxinas por parte de las incineradoras modernas no se sostiene a la luz de la evidencia aportada. Dada la llamativa infraestimación de las emisiones de dioxinas, cabe asumir que el riesgo sanitario que suponen es mucho mayor que el aceptado oficialmente y, por tanto, la salud de la población no está garantizada.