Antxon Lafont Mendizabal
Peatón

¿Independencia?

Seguiremos movilizados por nuestro Derecho Humano a decidir solos, como los vecinos de una vivienda cuando se trate de ella, como los vecinos del barrio cuando se trate de él

Envidar con nuestras vidas, en todas sus acepciones, por objetivos políticos reivindicados desde siglos pasados, en particular el XIX, en entornos evidentemente diferentes de los actuales, hoy nos fortalecen enfrentándonos contra todo tipo de adversidades.

Cuando decae su identidad, un Estado de esencia centralista parece estar más preocupado por la apariencia del qué dirán los de fuera que por la realidad considerada por los de dentro. Es así como el Estado español tan defensor de los Derechos Humanos se salta «a la torera» el artículo 2 de la Declaración Universal de los DDHH aprobada y proclamada el 10 de diciembre de 1948 en Asamblea General de la ONU; ese artículo, en su primera parte, indica los derechos y libertades de toda persona sin distinciones claramente citadas entre las que figuran las palabras «nacimiento» y «origen social». El artículo 30, y último, proclama que la declaración no confiere derecho alguno a los Estados firmantes a actos «tendientes a la supresión de cualquiera de los Derechos y Libertades proclamados en la Declaración».

¿Y la monarquía reservada a miembros «por nacimiento», miembros del mismo linaje y de misma condición social?

Me parece escuchar la respuesta española: ¿y las otras monarquías?, confirmando el dicho popular «mal de muchos, consuelo de...».

España se declara independiente, pero ¿puede pretenderlo un Estado sin moneda propia que le impide practicar su propia política monetaria, disposición fundamental en una economía mundializada? ¿Puede apellidarse independiente un Estado que no dispone de política militar propia independiente de la OTAN dirigida por los EEUU? ¿Puede apodarse independiente un Estado cuya política económica y sus empresas más importantes están entre las manos de capitales mayoritariamente no españoles? ¿Puede tildarse de independiente un Estado cuya política de comunicación está entre las manos de grupos y bancos extranjeros? ¿Y los demás?, nos dirán. Triste y aventurada reacción.

Bien sabida es la utilización torticera del vocabulario como arma política, pero ¿qué esperar de un Estado que conoció en el mismo siglo, XX, tres dictaduras militares, la última como golpe de Estado, que provocó la conquista del poder con una Guerra Civil de la que resultó el ODIO entre dictadores y dictados sembrando la confusión, todavía en vigor, entre adversario y enemigo?

Los diccionarios de referencia nos indican que «precisar» es la «definición de una cosa que de todos los datos necesarios para que sea bien conocida y distinguida de cualquier otra». Las lenguas barrocas, como el castellano, se prestan a la desfiguración de conceptos. En particular, los diccionarios de la RAE y el Maria Moliner ofrecen definiciones que serían precisas en diccionarios de lenguas extranjeras pero que dan la posibilidad de añadir estrambotes que permitan al utilizador expresar el sentido deseado de conceptos desfigurándolos, «sin verse en un aprieto».

Es el caso de la palabra «autonomía» que en esos diccionarios responde a la definición universal deformada por el estrambote, ¿impuesto? El lenguaje es en efecto el arma preferente de la retórica política.

Euskal Herria, nuestro Territorio, que comprende Suelo e Identidad, desearía simplemente ser interrogado sobre su «derecho a decidir» porque, ¿qué significa autonomía sin derecho a decidir? Reivindicamos ese derecho que también lo responsabiliza asumiendo el derecho a equivocarse, y defendiendo nuestro patrimonio, el euskara, piedra angular de nuestra cultura, vascoparlantes o no, pero vascos según el criterio de hoy, es decir, los que trabajan y viven en Euskal Herria, así como los que en el extranjero se consideran vascos con la responsabilidad que eso conlleva.

Sea cual sea el país del mundo, el concepto de identidad del siglo XXI no es el del siglo XIX. Los movimientos de población y sus consecuencias, inteligentemente matizados en estas columnas del pasado 29 de octubre, por nuestro historiador Iñaki Egaña, han modificado nuestra identidad por aportaciones de otros lugares a los que se les acoge con carantoñas si son ricos y con humillaciones si son pobres. Hablamos del reparto de la riqueza sin grandes efectos prácticos, quizás podríamos intentar espiritualizarnos, en el sentido pagano, sobre el reparto de la pobreza.

¡Cuánto debemos a la parte de riqueza aportada por el trabajo de nacidos en Zalamea de la Serena y otros municipios de Extremadura y de regiones de África! No cesaremos de hablar de algunos extremeños aunque cesen de hablar de Queipo de Llano y de Galindo («pa’ rato»).

Las identidades son variables de la aldea mundial. «Lo universal es lo local menos los muros» (Miguel Torga).

Seguiremos movilizados por nuestro Derecho Humano a decidir solos, como los vecinos de una vivienda cuando se trate de ella, como los vecinos del barrio cuando se trate de él, como los vecinos del municipio cuando de él se trate, como vecinos de una comarca cuando se trate de ella, como vecinos de un Territorio cuando de él se trate, como los vecinos de nuestra casa cuando se trate de ella.

Examinando el contenido de la palabra «independencia» demos prioridad al derecho a decidir que asegure el bienestar de los peatones del Territorio vasco y fortalezca la defensa de nuestra cultura, el euskara, en la República Vasca de Euskal Herria fundada sobre los principios expuestos en la Declaración de los DDHH proclamados en 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 y completado por el espíritu de la declaración de Derechos de la Mujer y de la ciudadana de Septiembre de 1791.

Primero República Vasca y euskara, dando paso a los conceptos de nuestro Territorio devenidos símbolos.

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