Xabier Rodríguez y Nicolás Xamardo

Irulegi clarifica nuestra identidad

Nuestros sentimientos de identidad y pertenencia habían quedado, en cierta medida, «tocados» ante el supuesto fiasco de Iruña-Veleia. La irrupción de Irulegi la reactualiza con toda su fuerza y echa por tierra las maniobras difamatorias pro-identidad española.

La mano de Irulegi, con más de 2.000 años de antigüedad, está siendo un revulsivo sin precedentes en la conciencia nacional de Euskal Herria. Su impacto nos invita a pensar qué hay, de verdad, tras este descubrimiento para que el pueblo vasco se sienta tan fuerte y emotivamente interpelado.

No se trata de una simple noticia, de un suceso, perecedero a corto plazo; sino de un acontecimiento, básico en la conformación de nuestra identidad.

Acontecimiento es toda creación singular (única) de alcance universal (las revistas científicas de difusión internacional se han hecho eco del mismo), que siempre surge en un lugar determinado (Nafarroa en este caso).

Toda identidad está constituida por un imaginario (imágenes valoradas) y un simbólico (signos-conceptos articulados y compartidos). En este caso, la mano como chapa y los signos grabados en la misma.

¿Qué relación hay entre identidad y acontecimiento? Toda identidad está conformada por lo real, el acontecimiento, creador de lo nuevo. ¿En qué ámbitos se manifiestan los acontecimientos? Estos tienen lugar en los campos de la ciencia, el arte, la política y el amor. El acontecimiento Irulegi lo situamos en el ámbito simbólico-artístico.

Toda identidad es dinámica o estática. La identidad estática está soportada en acontecimientos pasados. La identidad se hace dinámica, se renueva, con la creación de nuevos acontecimientos.

Dado que el acontecimiento rompe con nuestros viejos imaginarios y simbólicos, en un principio, provoca un cierto rechazo en nosotros; pero, a la vez, clarifica nuestras subjetividades. De ahí que coloque a cada persona en el campo de la realidad sociopolítica de Euskal Herria: el de la identidad vasca o española.

Desde que se hizo público su descubrimiento, Irulegi ha hecho aflorar, en nuestro país, identidades españolas que estaban ocultas bajo el barniz de un supuesto vasquismo. Nos referimos a quienes, impregnados de iberismo, niegan la capacidad de los vascos, que habitaban las cuevas situadas a un lado y al otro de los Pirineos, a poseer un simbólico (un lenguaje y una escritura utilizados en todo proceso creativo-artístico) y un imaginario (la pintura como capacidad creativa en el arte rupestre) similares al nuestro, base de los orígenes del euskera. Ya Oteiza, con su terminología, afirmaba que, si nuestros antepasados eran capaces de pintar, es porque hablaban, euskera. Y si hablaban, escribían.

No podemos olvidar que nuestros sentimientos de identidad y pertenencia habían quedado, en cierta medida, «tocados» ante el supuesto fiasco de Iruña-Veleia. La irrupción de Irulegi la reactualiza con toda su fuerza y echa por tierra las maniobras difamatorias pro identidad española.

En fin, todo acontecimiento divide el tiempo, marcando un antes y un después en cada uno de los ámbitos en los que estos tienen lugar. Por eso podemos afirmar que, en Euskal Herria, hay –y habrá– un antes y un después de Irulegi.

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