Aster Navas

Justifica tu respuesta

En la historia, en el perfil de la secuestradora, hay madera de sobra para un relato y hasta para una película. Lo tenía todo «justificado».

Lunes. Descubro en Youtube vídeos de hasta doce horas de duración que contienen sonido de lluvia para conciliar el sueño. Tienen miles de visitas y cientos de comentarios de gente insomne. Los hay con truenos y sin truenos y puedes escoger que el agua caiga mansa o furiosamente; que se precipite sobre un bosque, el toldo de una tienda de campaña, contra el cristal de una ventana o el techo de un coche. El menú es interminable; del sirimiri al chaparrón. Ya en la cama me he chutado por curiosidad –buscando una justificación al éxito de esos aguaceros enlatados– un cuarto de hora de uno –"Lluvia en techo de zinc"– pero la escandalera de las gotas sobre la chapa, más que adormilarme, me ha desvelado. Algo he debido hacer mal. Curiosa la palabra zinc, por cierto. Zinc…

Martes. Devuelvo corregidos los exámenes del pasado viernes a los alumnos. La nota de algunos se ha visto seriamente afectada porque –me justifico– «no habéis razonado vuestra respuesta». Que sí, que la función es la expresiva, pero quizá –vamos, digo yo– también sea importante decir en un par de líneas el porqué de que sea esa y no otra. Que sí, que el registro es el coloquial pero será porque presenta algunas características en concreto… La alumna que sigue prefiriendo el lápiz al bolígrafo alega que en ningún punto de las preguntas de la prueba «especifico» (me descoloca que utilice ese verbo) que haya que razonar nada. Me pongo solemne y les argumento que un examen debe ser una prueba de reflexión y que ellos, evidentemente, esa reflexión no la han hecho. Que prácticamente para todo buscamos, necesitamos una justificación; que ellos mismos, en ese momento, me la están pidiendo. El motín, que parecía inminente, amaina. Quizá porque suena el timbre.

Miércoles. Un alumno me entrega un justificante de haber faltado a mi sesión por revisión en el oftalmólogo. Entrego en dirección el justificante de haberme ausentado a tercera hora por haber acudido a la notaría.

Jueves. Veo que ha sido detenida en Bilbao la mujer de 24 años que había secuestrado a un bebé en el hospital de Basurto y que el eco mediático se centra, comprensiblemente, en los padres y en el pequeño. Sin embargo, en la historia, en el perfil de la secuestradora, hay madera de sobra para un relato y hasta para una película. Lo tenía todo «justificado»; el test de embarazo, la trona, las ecografías. Lo más difícil, sin duda, no es convencer a los demás de algo sino a ti mismo y ella lo había conseguido.

Viernes. Me llama una madre de un alumno que hace causa común con su hijo en torno a la corrección del examen. «Usted no les pidió que justificaran nada», asegura. Casi lo que más me desconcierta es el «usted». Me justifico.

Sábado. Veo en Twitter al anciano Hu Jintao pidiendo una justificación a Xi Jinping mientras dos bedeles lo sacan de una asamblea en la que todos votan a favor o en contra al unísono.

Domingo. Preparo una prueba de comprensión lectora para el lunes. En todas y cada una de las diez preguntas añado al enunciado la coletilla de que justifiquen su respuesta. En la cuarta, incluso, «justifica con ejemplos tu respuesta». En la novena, «Razona tu respuesta».

Ya en la cama me enchufo quince minutos de "Lluvia con viento suave en bosque brumoso". Mejor que el zinc. Sí, sin duda. Dónde va a parar…

En fin.

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