Tasio Erkizia
Militante de la izquierda abertzale

La burbuja del fútbol

Ha estallado la burbuja inmobiliaria y se ha desencadenado un crack económico de enormes dimensiones: miles de familias sin poder pagar los préstamos adquiridos para los pisos; un gran aumento del paro; paralización de la economía. Ha estallado la burbuja bancaria y provocado una escandalosa sangría para las arcas públicas para pagar las deudas de los banqueros y miles de familias se han visto privadas de sus ahorros domésticos. ¿Cuándo estallará la burbuja del fútbol? Porque la situación se esta convirtiendo en insostenible: compras supermillonarias de jugadores; contratos escandalosos; sobornos y chapuzas a tutiplén. Y al mismo tiempo: subvenciones millonarias por las instituciones públicas a equipos profesionales; deudas millonarias a Hacienda y Seguridad Social sin que los responsables políticos tomen cartas en el asunto.

Vaya por delante que yo también soy futbolero. De joven lo practicaba como deporte y ahora me gusta ver por televisión el deporte en general y el fútbol en particular. Vibro con equipos con la filosofía del Athletic. Me gusta acudir de vez en cuando a San Mamés. Pero lo uno no quita lo otro. Me gusta pero soy muy crítico con la utilización manipuladora que hacen del mismo. Y creo que ya es hora de levantar la voz y rebelarnos con contundencia contra la utilización de aficiones sanas para narcotizar las conciencias del propio pueblo. Lejos de criticar las aficiones deportivas, considero que ser forofos durante un rato puede ser sano, e incluso liberador. Pero todo tiene un límite y hay acontecimientos deportivos «utilizados» por medios de comunicación e instituciones que nada tiene de saludable.

La burbuja del fútbol es tan insostenible como el silencio que mantienen las instituciones públicas ante la invasión que están realizando de la vida privada. Permisividad solo explicable porque les viene bien mantener el fútbol como elemento narcotizante de las conciencias populares. Hay equipos en quiebra «técnica» por sus deudas, que están recibiendo «tratos de favor» por las respectiva haciendas públicas. Empresas productivas con menos deudas para con las instituciones públicas son perseguidas y obligadas a cerrar sus puertas. ¿Por qué esa permisividad? ¿Qué se esconde detrás de ese trato de favor que se está prodigando a los equipos de fútbol en todo el Estado español ? No tiene otra explicación que el de utilizar dicho deporte para «manipular y acallar» las conciencias populares.

Desde una perspectiva de justicia social, no creo que sean defendibles subvenciones de dinero público a equipos de fútbol o de baloncesto profesionales mientras se aplican graves recortes en sanidad o educación. La Diputación de Bizkaia y el Gobierno Vasco han dejado cerrar innumerables fábricas porque decían que no era posible que el dinero público sea invertido en empresas privadas. Y sin embargo, en el caso del Atlhetic, la Real Sociedad u Osasuna no ha funcionado el mismo criterio. Han encontrado interpretaciones legales que posibilitan invertir dinero público en entidades privadas. Dos varas de medir que explican una manera obscena de hacer política.

El tema del fútbol es un escándalo. Por una parte, por la permisividad de las deudas de los equipos o las sumas de dinero que se dan para invertir en la construcción de nuevos campos. Pero también por la retransmisión diaria de los partidos y muy especialmente por los horarios de los partidos. Me parece inmoral que se jueguen los partidos a las diez de la noche de un día de labor. Y me parece inmoral, porque «se está imponiendo» una desestructuración de la vida social de incalculables consecuencias. Son hábitos de vida no compatibles con valores de autocontrol horaria y responsabilidad laboral. ¿Cómo exigir a una joven de 17-18 años concentración en los estudios cuando para ver a su equipo se tiene que movilizar de su pueblo al anochecer y no puede acostarse hasta altas horas de la madrugada? Una persona que se acuesta a media noche qué rendimiento tiene a la mañana del día siguiente? ¿No es vergonzante hablar de responsabilidad o profesionalidad y ofrecer la diversión en horarios distorsionantes?

Ya sé la respuesta hipócrita de algunos: cada uno es muy libre de ir o no ir, de ver o no ver el fútbol. Pero no me vale y no es seria la respuesta. No se puede fomentar la tiranía de los intereses televisivos y hacer responsable individualmente a la ciudadanía de su control. Es totalmente inmoral. Las normas, costumbres y funcionamiento de la sociedad tienen que ayudar a educarnos en los valores que decimos querer impulsar. Decía y con mucha razón el gran pedagogo brasileño Paulo Friere: «nadie se educa solo, nadie educa a los demás, nos educamos mutuamente». En consecuencia, la sociedad tiene la responsabilidad de ayudar a sus miembros a funcionar dentro de unos limites razonables, compartiendo los ratos de ocio con sus obligaciones educativas o profesionales.

¿Y dónde están las instituciones públicas ante tanta invasión de las vidas privadas? ¿Se pueden permitir espectáculos públicos masivos que distorsionen el funcionamiento de la sociedad? Cada vez hay más normas «en defensa de la infancia o la adolescencia», pero poco parece importarles estas graves distorsiones. Hay horarios sociales que se nos imponen por la tiranía del dinero, y uno de ellos son los horarios de los partidos. Y eso no es de recibo. A los responsables de la vida pública parece importarles bien poco la profesionalidad en los puestos de trabajo o los hábitos sanos de estudio y la lectura.

Muchas veces escuchamos a «sesudos» demócratas hablar de que la libertad de expresión o de manifestación tiene sus límites, que no es otro que el bien público. En esos valores de izquierda son muy exigentes y no les importa imponer serias y preocupantes limitaciones. Pero claro, ¿por qué no se aplica dicho principio a la libertad de los equipos de fútbol? ¿Por qué no se les limitan las fichas de los jugadores o los horarios de los partidos? Para miles de parados y paradas, familias en pobreza o gente en necesidad son un insulto las cifras astronómicas de los jugadores. ¿No es controlable? Claro que sí, lo que pasa es que no interesa. Se necesita mantener a las masas populares «distraídas» con los deportes de masa.

Para terminar, una pregunta a todas las aficiones de cualquier deporte de masa, pero muy espacialmente a las peñas de fútbol. ¿No podemos entre todos y todas hacer algo ante la «tiranía» de la televisión en el tema de los días y horarios de fútbol? Las directivas de los equipos están contentas porque ingresan ingentes cantidades de dinero. Pero ¿no será pan para hoy y hambre para mañana? Porque están matando la afición de los campos de fútbol y en consecuencia se aumenta la lejanía de las aficiones para con el equipo. Todo es una cadena: los jugadores cobran un escándalo, las televisiones inflan las ayudas por los partidos, los televidentes cada vez pagarán más por los partidos. El negocio del fútbol se está convirtiendo en insostenible. No explota esta burbuja por el servicio que presta para «alienar» a la población, pero muchos de ellos están en quiebra absoluta.

Ya sé que el deporte profesional es un negocio y que en consecuencia no es nada fácil cambiar ni siquiera los horarios de los partidos, ¿pero vamos a aceptar esa «tiranía» sin siquiera rechistar, con total pasividad? Ofrecer partidos televisados, en muchas semanas todos los días de la misma, no es casualidad, esta pensado para impulsar un modelo social alienado y pasivo. La responsabilidad nos incumbe a toda la sociedad, y muy especialmente a las instituciones, pero las peñas sois importantes. Euskal Herria, también en eso debería ser diferente.

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