Francisco Letamendia, «Ortzi»
Profesor emérito de la UPV

La Constitución y las esperanzas frustradas

«Si a un pueblo se le impide decidir sobre sí mismo, las relaciones constitucionales no estarán basadas en la libertad y en el mutuo respeto entre los pueblos, sino en la imposición».

En el sector del pueblo vasco que yo representé en 1977/78 en el Congreso reinaba un profundo escepticismo sobre los resultados del debate sobre la Constitución que empezaba en mayo de 1978, aunque subsistía un resquicio (minúsculo, eso sí) para la esperanza. He creído de interés reflejar ese estado de ánimo reproduciendo literalmente partes de mi intervención al comienzo de esos debates, en mayo de 1978; creo que su contenido sigue siendo en lo esencial vigente, y pone de evidencia cuán cruelmente quedaron frustradas tales esperanzas.

«En el momento en que van a ponerse las bases constitucionales de las relaciones de los pueblos del Estado, me toca a mí ser una más de las voces que van a hablar en nombre de uno de sus pueblos, el pueblo vasco, y dentro de él, de su sector más traumatizado y escarnecido: un sector que no ha podido olvidar los horrores de la posguerra porque los ha visto reproducidos, en su secuela de muertes, detenciones, torturas, exilios y encarcelamientos hace 10, 5, 2 años, incluso en ciertos casos hace pocos meses, y aún pocas semanas.

«Es un sector que vive en el horror del pasado y en el disgusto del presente; pero por ello mismo en la esperanza del futuro. Pues esa parte del pueblo anhela la liberación nacional, y ha aprendido a desear el socialismo, pues sabe que la primera es imposible sin la obtención del segundo. No creáis que está a priori en contra de toda Constitución del Estado. No lo está porque sabe que las constituciones han significado un triunfo del progreso sobre la reacción; de hecho, no ha habido constituciones en aquellos Estados en los que la fuerza ha sido la única fuente de legitimación, los estados fascistas, el Estado de Franco».

«Y no está en contra porque ese sector del pueblo no está cerrado herméticamente sobre su propia suerte, sino que se interesa también por la de los demás pueblos del Estado. Por ello desea que los principios que debe reflejar en la Constitución, un amplio muestrario de las libertades democráticas y el reconocimiento del derecho de autodeterminación, le afecten no solamente a él, sino también a los restantes pueblos».

«En este debate que comienza hoy, quiero ser la voz, no sólo de quienes me han votado, sino también de todas las fuerzas revolucionarias del Estado que no tienen representación en el parlamento; esa izquierda extraparlamentaria que desea la profundización de las libertades populares democráticas y que respeta el derecho de los pueblos a su autodeterminación».

«Sé que mi voz en este debate obtendrá ecos favorables en sectores de las naciones hermanas, Cataluña, Galicia, Canarias, cuyas sugerencias deseo. Me abro también a las de los sectores marginados españoles, como los presos sociales; las comunidades étnicas perseguidas como la gitana y la quinqui; esas mujeres, primero segregadas de la sociedad y después escarnecidas y explotadas, que son las prostitutas; las reivindicaciones feministas; las de los ecologistas en defensa del medio ambiente».

«He hablado antes del derecho de autodeterminación. Y, en efecto, éste es un derecho democrático elemental, sin el cual la Constitución como marco de las relaciones entre los pueblos no tiene para nosotros ningún sentido. Si se reconoce ese derecho, un demócrata puede hacer dos opciones perfectamente válidas: la permanencia en el mismo Estado o la independencia. Pero a lo que un demócrata no se puede negar de ningún modo es a la existencia del derecho mismo a la opción; pues si a un pueblo se le impide decidir sobre sí mismo, las relaciones constitucionales no estarán basadas en la libertad y en el mutuo respeto entre los pueblos, sino en la imposición».

«Mientras estoy hablando, muchos de vosotros estaréis pensando que mi opción sería la independencia. Estáis en lo cierto. Yo abogo por la independencia de la nación vasca. E insisto en la palabra, independencia; pues Euskadi (hoy Euskal Herria) no es para nosotros una región, ni una nacionalidad; es una nación, y una nación dividida en dos mitades: la que se encuentra en el Estado español, Hegoalde, y la que está en el Estado francés, Iparralde».

«Pero no os equivoquéis. Abogamos por ello precisamente porque somos socialistas; porque luchamos contra una sociedad de clases y por la consecución de otra sociedad sin explotadores ni explotados. Y para nosotros, el factor de dependencia, la causa de que unos pueblos tengan que depender de otros, y de que en el seno de un mismo pueblo una mayoría tenga que depender de una minoría, no es otra que el capitalismo. Porque la lucha por la independencia no es la lucha de pueblo contra pueblo, sino la lucha de todos los pueblos contra el capitalismo, su enemigo común».

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