La fatalidad escisoria de UPN
El supuesto y mísero «sentido de Estado», que no es sino la supeditación al centralismo, subyuga a los sucursalistas a hacer lo que les manden desde el centro.
El hecho de que UPN se haya quedado sin diputados por la espantada de García Adanero y Sayas no es consecuencia de un problema o circunstancia específica, ni del sentido de determinado voto, sino que deriva de la propia fatalidad esencia de navarrismo españolista. El episodio de la escisión de Sayas y Adanero no es el primero ni será el último. El propio Aizpun fue expulsado de UCD y UPN surgió precisamente como consecuencia de aquella escisión. Luego, Del Burgo, Cervera, Alli y otras y otros han protagonizado episodios de escisión o expulsión parecidos.
La razón de este sino, que aboca al navarrismo a rupturas cíclicas está en su doble e intrínsecamente contradictoria referencia de principios que podría simbolizarse en sus propios eslóganes, como es la defensa del fuero y del españolismo. El enemigo secular del fuero o derechos históricos propios de Navarra y de toda Vasconia es, ha sido y será siempre el centralismo. Es el centralismo de Madrid el que ha quitado y reduce o degrada constantemente los derechos políticos colectivos y perdurables en el tiempo de la sociedad navarra, simbolizados en los derechos históricos. La tergiversación histórica política y propagandística de querer atribuir el peligro de los fueros de navarra al nacionalismo o al «bizkaitarrismo», que nunca han quitado ni pueden quitar ningún derecho político a Navarra, hace aguas cíclicamente.
Hasta el primer tercio del siglo XX, el navarrismo era foralista y vasquista; su dialéctica política se desarrollaba frente al centralismo de Madrid. Si hubiese que personalizar en alguien el impulso principal de esta metamorfosis, habría que mentar a Raimundo García «Garcilaso», miembro más que probable del siniestro «Somatén» y uno de los urdidores de la criminal rebelión franquista y de su régimen. Siempre estuvo de acuerdo con el centralismo de Madrid (fuese Monarquía, Dictadura de Primo de Rivera, Bienio derechista de la República, Rebelión, Guerra y Dictadura de Franco…) y subvirtió el pensamiento de buena parte del navarrismo, mediante el medio de comunicación que dirigió durante cincuenta años.
Desde Garcilaso, el navarrismo españolista tiene las mencionadas dos referencias identitarias básicas que cíclicamente entran en contradicción. Efectivamente, la defensa simultanea del fuero, como supuesta y exclusiva seña de identidad de Navarra y a la vez del españolismo, les impide enfrentarse al centralismo, incluso cuando este ataca a Navarra. Además, es la indicada contradicción básica, la que aboca al navarrismo y a sus promotores a posiciones y postulados de extrema derecha, conforme al inevitable recurso de «sentido o conciencia de Estado».
En el caso de Adanero-Sayas, además de las circunstancias específicas del caso, la confrontación se ha debido a que el inevitablemente ultraderechista «sentido de Estado» no les permitía coincidir con la estrategia navarrera de las porciones o quesitos, alentada desde el PSN-PSOE.
En el caso del PSN, se añade a su «sentido de Estado» la condición de sucursal sometida al dictado centralista en primer lugar, de su propia organización y consecuentemente en sus posiciones con respecto a los derechos de Navarra. La nueva coincidencia de PSN-PSOE en la amputación de facultades de Navarra, al dejar la determinación del «Índice de Imputación» de la aportación de Convenio en manos de técnicos obedece a las mismas causas. En realidad, lo establecido ahora en la Ley del Convenio incluso contradice directamente lo preceptuado en el Art. 45-2 del Amejoramiento, supuesta referencia sagrada de los navarristas. Pero no les ha importado degradar o «mearse» en el Amejoramiento con tal de acceder humillantemente a las reclamaciones del centralismo, que únicamente buscaba con esta modificación la consolidación de su control económico sobre Navarra.
Dice el Art. 45-2 de la Lorafna que «en los Convenios Económicos se determinarán las aportaciones de Navarra a las cargas generales del Estado señalando la cuantía de las mismas y el procedimiento para su actualización, así como los criterios de armonización de su régimen tributario con el régimen general del Estado». Ahora, sin embargo, el porcentaje de la aportación no se determinara en el Convenio, sino que lo establecerán los supuestos técnicos de la Comisión de Coordinación, que actuaran conforme a los dictados de sus mandamases. La consejera Elma Saiz ha actuado en este tema más que como diputada foral de Navarra, como una ex-Poncio Pilato, que es como se llamaba aquí tradicionalmente a los virreyes y luego gobernadores civiles.
Navarra Suma, votando a favor del centralismo, actuó conforme a los postulados de sus socios menores, Ciudadanos y PP, además de por el frío de estar sin el cobijo del poder, que los tiene tiritando. Y en este tema, ¿que han dicho Adanero y Sayas? ¿O cuál es la actitud de Beltrán y Del Burgo metidos en su gresca cainita?
De todos modos, el imperativo del «sentido de Estado», o quizá aquello que se decía en el lenguaje rancio de antaño, de tener talla de «hombres de Estado», está poniendo cada vez más al descubierto la subordinación y supeditación hasta en los ámbitos ideológicos por parte del centralismo con respecto a los partidos y fuerzas políticas sucursalistas. Ahí está el ejemplo del vergonzoso cambio de postura del PSN con respecto al Sahara y a los saharauis. Aquel argumento del que han vivido y que han exhibido en infinidad de ocasiones de que los nacionalismos priorizaban el interés nacional con respecto a la ideología y los intereses sociales es justamente lo contrario. El supuesto y mísero «sentido de Estado», que no es sino la supeditación al centralismo, subyuga a los sucursalistas a hacer lo que les manden desde el centro, desde Madrid o desde Ferraz, aunque sea en contra de sus ideas y de lo que han defendido o presumido.