Josu Iraeta
Escritor

Mucha «la caló» a la puerta de la cárcel

Cualquier turista despistado que se acercara hasta Guadalajara para disfrutar de sus fiestas en honor de la Virgen de la Antigua, se hubiera quedado impresionado por la cantidad de gente y el bullicio que se respiraba en las proximidades de la cárcel.

Farolillos, casetas de feria, algodón de azúcar, miles de forasteros −casi todos de Extremadura y Andalucía. Docenas de periodistas, cámaras de televisión, pancartas, banderas, pegatinas...

Todo en apenas cien metros cuadrados, frente al número 55 de la calle de la Virgen del Amparo. Un viejo edificio de piedra y ladrillo levantado en el siglo XIX, con esta inscripción en su frontispicio: Prisión Central.

El calendario que cuelga de una de las paredes del bar próximo a la cárcel, nos informa que estamos a mediados de septiembre de 1998.

Poco antes de las cuatro de la tarde, con el sol a punto de derretir el asfalto, suerte que la Policía Municipal había cortado el tráfico, en pleno centro.

Entre toda aquella gente, una reportera de televisión aborda a una anciana que fumaba en las proximidades de la entrada de prisión, preguntando: Si usted ha venido hasta aquí, es porque cree que son inocentes, pero entonces, ¿quién secuestró a Segundo Marey? La señora, perpleja ante la pregunta, responde: «Mire usted jovencita, estoy segura de que no fueron ninguno de los dos». Y añade: «Hoy no, porque va a haber mucho jaleo, pero cualquier día vendré y les traeré un cartón de tabaco».

Las cadenas de televisión han ocupado las mejores posiciones, incluso las hay que han pagado mucho dinero, como en «sanfermines» a cambio de instalar allí sus cámaras.

Llegadas las cinco de la tarde −hora taurina− solo se veían banderas extremeñas a las puertas de la cárcel. El ambiente era bastante «frío», ni una sola cara conocida. solo se veían pancartas, pero nadie coreaba consigna conocida alguna.

Las proximidades de la cárcel más parecían la bajera de un «guateque» que la despedida política de dirigentes del PSOE que iban a entrar en prisión.

De pronto, empezaron los aplausos. La gente se movía debido a que alguien conocido llegaba y las cámaras avasallaban a la multitud buscando el objetivo. Los gritos indicaban: «Galindo, Galindo».

Las bases del PSOE concentradas abrían paso a un general de la Guardia Civil que, extrañamente, quería acercarse lo más posible a las puertas de La cárcel, a pesar de que aún faltaba mucho tiempo para el ingreso en prisión de los condenados José Barrionuevo y Rafael Vera.

El general, bronceado y vestido de civil, continuó aproximándose a la puerta de la cárcel, mientras las bases del PSOE presentes gritaban «Galindo, Galindo».

El general procesado por el secuestro, tortura y el asesinato de Lasa y Zabala y en libertad bajo fianza, se detuvo junto al portón de la prisión.

Detrás su «comitiva», con el abogado Jorge Argote a la cabeza −también procesado en «El caso Lasa y Zabala» e imputado en el de los fondos reservados−, se acercó a Galindo.

Este abogado, conocido por su «extrema timidez», no permaneció callado mucho tiempo y asevero: «Estoy aquí para traer de nuevo la libertad a este país». Lo curioso fue, que todo lo dijo lo hizo sin sacarse el puro de la boca.

En el bar próximo a la cárcel se frotaban las manos, no esperaban tanta afluencia de informadores, que devoraban bocadillos y cervezas en espera de las siete de la tarde, cuando los dirigentes socialistas deben cruzar el verde portalón de la cárcel, sobre el que ondea una raída bandera española.

A las seis de la tarde, en una esquina del escenario ya preparado para la intervención de los dirigentes del PSOE, coincidieron con otros compañeros de aventura. Los ex gobernadores civiles Julen Elgorriaga y Goñi Tirapu.

De pronto, nuevos gritos alteraron el ambiente: «Felipe, Felipe». Y aparecieron Manuel Chaves y Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Así hasta que la ejecutiva del PSOE en pleno llegó junto a la cárcel.

Por el otro lado del escenario, más dirigentes socialistas: José Borrell, José Bono y Cipriá Ciscar. Se oía gritar, «Felipe, Felipe».

El escenario iba tomando tono. Los asistentes cada vez más enardecidos. Se escuchaban comentarios como, «mira, es Leguina», «ha llegado Rubial», «también está Guerra», «ese es Narcís Serra», etc.

También se dejaron ver: José Acosta, Juan Barranco, Francisco Fernández Marugán, Luis Martínez Noval, Juan Manuel Eguiagaray, José María «Txiki» Benegas, Rosa Conde, el exministro, Carlos Romero...

Sobre las siete, Felipe González llegaba junto a Barrionuevo y Vera. Detrás su esposa y diputada Carmen Romero.

El escenario del mitin adquirió cierta compostura. Todas las fuerzas vivas del PSOE cubrieron la espalda al exministro y al ex secretario de Estado.

Fue entonces, cuando del numeroso grupo de dirigentes que se encontraban junto al portón de la cárcel, uno de ellos se dirigió directamente a los informadores −que eran numerosos− y les dijo: tienen suerte, ahí están bien, «porque es mucha la caló a la puerta de la cárcel».

A las siete y media de la tarde en punto, el verde portón de la cárcel se cerró tras Barrionuevo y Vera.

Estimados lectores, he aquí cinco mil caracteres que narran parte de la historia de Euskal Herria que se quiso «condensar». Condensación, que se dijo, «pretendía concitar» la máxima aprobación. Lamentablemente, se ha conseguido lo contrario de lo que se dijo pretender. El resultado ha sido, «es», un acuerdo tácito, claro y expreso de adulterio y manipulación.

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