Mikel Arizaleta

Pedro Muguruza Otaño, el Valle de los Caídos y…

Un tipo curioso, de derechas, a juicio de conocidos persona con rasgos de humanidad: ayudó a republicanos perseguidos en momentos difíciles. Un arquitecto brillante pero no alejado del todo del trabajador de sus obras, incluso ni construyendo aquel panteón de muerte, de castigo y silicosis, que es el Valle de los Caídos.

Días atrás me lo recordó Fermín Munárriz en Ikusmira de GARA con "Vaya cristo en Donostia…". Escribía que «la decisión de erigir el cristo  en el monte Urgull se adoptó en la Donostia de 1938 asaltada por los fascistas, aunque fue en 1944 cuando las autoridades civiles, militares y religiosas encargaron su construcción a Pedro Muguruza, arquitecto de cabecera del franquismo y diseñador del Valle de los Caidos, y al escultor Federico Collaut, especializado en santos, vírgenes y generalísimos a caballo. Se inauguró en 1950».

El 1 de abril de 1940 el general Francisco Franco presidió en Madrid el desfile de la Victoria que celebraba el primer aniversario de su triunfo en la Guerra de Liberación Nacional. Después de un almuerzo de gala en el Palacio de Oriente, el Caudillo llevó a un selecto grupo de invitados a una finca situada en la vertiente de la Sierra del Guadarrama, conocida con el nombre de Cuelgamuros, en el término de El Escorial. En la comitiva figuraban, entre otras autoridades, los embajadores de la Alemania nazi y de la Italia fascista, los generales Varela, Moscardó y Millán Astray, los falangistas Sánchez Mazas y Serrano Suñer y Pedro Muguruza, director general de Arquitectura. Franco les explicó allí su proyecto de construir un monumento, «el templo grandioso de nuestros muertos, en que por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria». Así comenzó la historia del Valle de los Caídos.

Dos días después, Pedro Muguruza, la persona encargada de poner en marcha el proyecto, declaró que Franco tenía «vehementes deseos» de que las obras de la cripta estuvieran acabadas en un año y el resto de las edificaciones en el transcurso de cinco. En realidad, el sueño del invicto Caudillo, convertido en pesadilla de muchos, tardó diecinueve años en realizarse. El Valle de los Caídos fue inaugurado el 1 de abril de 1959, vigésimo aniversario de la Victoria. En esas casi dos décadas de construcción, trabajaron en total unos veinte mil hombres, muchos de ellos, sobre todo hasta 1950, «rojos» cautivos de guerra y prisioneros políticos, explotados por las empresas que obtuvieron las diferentes contratas de construcción, Banús, Agromán y Huarte. Pero poco importaba eso. Aquel era un lugar grandioso, para desafiar «al tiempo y al olvido», homenaje al sacrificio de «los héroes y mártires de la Cruzada», escribía el profesor de Historia Julián Casanova en noviembre del 2007.

Durante los últimos meses de 1958 y los primeros de 1959 llegaron al Valle de los Caídos los huesos de miles de personas enterradas en los cementerios madrileños de Carabanchel y de la Almudena y en fosas comunes de otros cementerios de provincias. Los monjes benedictinos, a quienes se les había otorgado el cuidado de la abadía, recibían las arcas con los huesos y anotaban las referencias que constaban de esos muertos. Su número exacto e identidad es un secreto. Daniel Sueiro, en la investigación más detallada que existe sobre la historia del Valle de los Caídos, publicada en diciembre de 1976, escribe que a comienzos de 1959 habían sido enterrados bajo esa cripta «unos veinte mil fallecidos en la pasada guerra», que pudieron llegar a setenta mil a finales de la dictadura. ¿Cuántos hay en total? El Abad, supuestamente bien informado, da una cifra de casi 34.000, aunque la cifra real podría ser «mucho mayor». Posiblemente algún día se sabrá el número aproximado de restos inhumados en el Valle de los Caídos, y las investigaciones permitirán sacar a la luz la identidad de muchos de ellos. Dice Julián Casanova que quiso ver los libros de registro, pero en vano. Dependía del abad y el abad no estaba en el monasterio. El abad nunca ha estado disponible para los historiadores críticos.

El Valle representa la cruz y la espada unidas por el pacto de sangre forjado en el putsch militar. Y así sigue.

Pero volviendo al arquitecto Pedro Muguruza. Un tipo curioso, de derechas, a juicio de conocidos persona con rasgos de humanidad: ayudó a republicanos perseguidos en momentos difíciles. Un arquitecto brillante pero no alejado del todo del trabajador de sus obras, incluso ni construyendo aquel panteón de muerte, de castigo y silicosis, que es el Valle de los Caídos.

Aunque de familia originaria de Elgoibar (Gipuzkoa) parece que él nació en Madrid. Realizó muchas obras, entre otras el monumento al Sagrado Corazón de Bilbao (el listero de Euskalduna) entre 1921-1925 con su profesor Lorenzo Coullaut Valera, luego haría otro el del Cerro de los Ángeles (1940) y otro más en Donosti, como relata Fermín Munárriz. Y aunque muere joven, a los 58 años y de parálisis progresiva, en sus años jóvenes fue deportista nato: amante de la pelota, de la natación, navegante… Apasionado seguidor del Athletic de Bilbao. Estudiando arquitectura en Madrid funda con otros estudiantes vascos y madrileños el Atlético de Madrid como filial del Athletic de Bilbao, con la misma indumentaria deportiva de camiseta blanca y azul del club bilbaino (luego ambos cambiarían a rojo y blanco). Fue también fundador del club deportivo Elgoibar con los mismos colores azul y blanco. Una de las primeras alineaciones del Atletico de Madrid la conforman: Ramón Cárdenas, Pedro Muguruza, Roque Allende, Rafael Rodríguez Arango, Julián Ruete, Perico Mandeola, Juanito Elorduy, Luís Belaunde, Manolo Garnica, Palacios y Alejando Smith.

Aun siendo un atlético declarado fue amigo de Santiago Bernabéu. Cuentan que Bernabéu andaba metido con el proyecto de construcción del estadio, que llevaría su nombre, y tenía un grave problema arquitectónico con la altura de las gradas del coliseum madridista. Bernabéu quería un gran estadio pero el Ayuntamiento de Madrid, ciñéndose a las normas urbanísticas de la época, no permitía que la altura de las gradas superase el nivel de la línea vertical imaginaria de las aceras, con lo que el aforo deseado por Bernabeu quedaba reducido drásticamente. Bernabeu pidió consejo a su amigo arquitecto Muguruza, que le aconsejó brillantemente: en vez de elevar las gradas debían enterrarse éstas con el fin de lograr bajo el nivel de la calle los asientos que no se podía conseguir en altura. El terreno de juego del estadio de Chamartín está por debajo del nivel de las calles que lo rodean.

Murió en 1948. En 1946 fue proclamado hijo predilecto de la localidad de Elgoibar y en 1997 se inauguró el viejo arco de los Muguruza en un parque elgoibarrés. Éste es Pedro Muguruza, el arquitecto del Monumento a los Caídos (que en su enfermedad lo remataría el arquitecto Diego Méndez) del Sagrado Corazón de Bilbao y del Sagrado Corazón de Urgull de Donosti entre otros.

No cabe duda, un hombre muy contradictorio.

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