Larraitz Ugarte Zubizarreta
Abogada

Política o relato, he aquí el quid de la cuestión

Ha sido tal la evidencia de la nefasta gestión de Urkullu que los asesores de comunicación han decidido que una y no más, que esta vez no van a fallar con el relato

Hace un mes escribí en esta página sobre el derrumbe del vertedero de Zaldibar y vaticiné que el lehendakari iba a adelantar las elecciones con el objetivo de tapar todo el despropósito de gestión de su gobierno en este asunto. Dos días después lo hizo, serio, hierático, soberbio. Tan serio, tan hierático, tan soberbio e inhumano que ahondó en lo que quería acallar. Finalmente, tras pedir un perdón sin autocrítica en la comparecencia celebrada en el Parlamento en contra de su voluntad y presionado por su socio de gobierno, dejó pasar los días para intentar zanjar de una vez la crisis con esta célebre frase: «Hago autocrítica porque nos ha faltado un relato desde el primer día por esperar a tener información veraz». Esa es para mí la frase más demoledora que un lehendakari puede soltar. Lo es por una cuestión de autodemolición política: porque es torpe; y lo es, especialmente, porque deja negro sobre blanco el modo en que percibe la gestión una persona que debería estar más preocupada por la gestión y no por el relato del mismo.

Pero yo se lo agradezco, porque acredita lo que muchas sabíamos: que este gobierno está más preocupado por la imagen que ofrece que en ofrecer un buen gobierno. Esta torpeza ha evidenciado, en definitiva, que trabajan más los asesores de comunicación del gobierno que el lehendakari y sus consejeros. Y no es de recibo, Sr. Urkullu. Cuando los asesores no lo han hecho bien, ha dejado al desnudo que el gobierno es un desgobierno que lleva años haciendo que hace, contando que parece y que ejerce sin realmente hacerlo. Y es que ha sido una detrás de otra. Primero, desde el Departamento de Medio Ambiente tratan durante años que los vertederos de residuos industriales públicos como el de Epele, en Debagoiena, tengan demasiadas restricciones como para que sean difíciles de mantener y tengan que cerrarse por falta de viabilidad económica a fin de que empresarios con vertederos privados sean los receptores de dichos residuos y se forren. Después son mucho más flexibles con ellos y el criterio político es que no se controle ni vigile lo que se vierte. Cuando las inspecciones técnicas revelan en el caso de Zaldibar serias irregularidades dañinas para el medio ambiente y la salud pública, no se actúa.

Imaginémonos por un momento que en una vivienda una inspección del calentador determina que existe revoco de gases e imagínense que ese calentador no se precinta o que un vehículo circula en dirección contraria por una autopista y ninguna patrulla lo intercepta. ¿A que ni se lo imaginan? Pues algo así es lo que sucedió en Zaldibar. Tras el derrumbe que sepultó a dos trabajadores que aún no han sido rescatados, los despropósitos fueron en aumento. La gestión de las emergencias con el envío de equipos mal equipados, el silencio y ausencia del gobierno durante días y después la estridente aparición para dar datos tranquilizadores de la calidad del aire sin tenerlos, generando pánico y malestar en la ciudadanía al descubrir que los datos no eran tales. En el intermedio una comparecencia del gobierno en pleno anticipando la convocatoria electoral sin una palabra de referencia ni consuelo para los familiares de los desaparecidos y los habitantes de la zona.

Ha sido tal la evidencia de la nefasta gestión de Urkullu que los asesores de comunicación han decidido que una y no más, que esta vez no van a fallar con el relato. He ahí el resultado: el gobierno sacándose fotos, incluso con Jonan Fernandez –que tú me dirás que pinta en todo esto–, para teatralizar una mesa de emergencias para afrontar el coronavirus, para seguidamente achicharrarnos con partes diarios de esto y aquello... Pero sin que nos acaben de explicar por qué el protocolo de actuación no fue útil para la paciente 0 y por qué están enviando estos días (de manera tardía) protocolos de actuación a residencias de ancianos cuando el virus está ya muy extendido y dicha población es especialmente vulnerable al contagio. Pero, oye, el relato parece menos torpe, que es lo que importa, faltaría.

Un gobierno se mide por sus logros pero también por la gestión que realiza de las crisis ante las que este gobierno está demostrando ser bastante poco hábil. Porque la buena gestión de una crisis pasa por asumir las responsabilidades que le son inherentes y no tratarlas todas como si no fueran con uno. El coronavirus es algo sobrevenido y, sin embargo, se puede hacer una gestión más o menos rigurosa. Y lo riguroso es enviar un mensaje tranquilizador, bien, pero no ocultar un problema cuando existe. En Zaldibar, además, la responsabilidad es fundamentalmente gubernamental, por no vigilar, no prevenir, no actuar, ocultar la falta de datos, etc., y sería de esperar una gestión mucho más humilde. La gestión de las crisis en efecto implica, además de capacidad, de una respuesta coordinada y de una buena gestión de la información (sin alarmar pero sin ocultar, aunque ello sea malo para «el relato»), una gran dosis de humildad. Y respeto a las personas afectadas, a la opinión pública y a los trabajadores de la información.

Digo esto porque también hemos visto a Urkullu o a la consejera de Sanidad, Nekane Murga, enfadados ante las preguntas (lógicas) que les realizaban los periodistas como si fuera una impertinencia hacerlas y no tuvieran la obligación de contestarlas. «Tiquismiquis» les han llamado. Eso debe ser hacer preguntas y repreguntas para este gobierno, cuando para el común de los mortales se le llama hacer periodismo. Será la falta de costumbre. O el tan manido recurso al victimismo o al electoralismo, lo mismo da, para tapar las miserias propias.

El gobierno que salga de la contienda del 6 de abril ya tiene elementos para hacer un manual de lo que no se debe hacer. He aquí los mandamientos para un buen gobernante: No mentirás jamás. No ocultarás información aunque te suponga algún aprieto. Actuarás con celeridad y coordinadamente. Empatizarás con las personas afectadas. Darás la cara aunque te abronquen. Rendirás cuentas cuando te las pidan y hasta cuando no lo hagan. Dirigirás a los equipos técnicos y te dejarás asesorar por su mayor conocimiento, pero recordarás que la responsabilidad es tuya. Respetarás a todo el mundo: a los periodistas, a los afectados, a los partidos de la oposición. Invertirás energía en la solución de los problemas y no en el relato y mandarás sobre los asesores de comunicación.

Qué lejos hemos estado de esto.

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