Aster Navas

Presbicia

Se empieza a manifestar sobre los cincuenta años. De repente, un día nos vemos obligados a alejar el periódico, el libro, el prospecto, para poder leerlo con un mínimo de nitidez. Resulta significativo que también a partir de esa edad hayamos aprendido a afrontar los problemas con distancia y objetividad. Hay un curioso paralelismo, una suerte de simpatía, entre la madurez física y la emocional que a menudo se nos pasa por alto; una especie de sincronía entre el deterioro de nuestro hardware y nuestro software.

La presbicia también se conoce con una expresión que es pura literatura: «vista cansada»; una personificación de manual.

Anímicamente, con esos tacos, también vamos justitos de batería. Nos cuesta ver de cerca, enfocar, analizar con cierta claridad lo que tenemos justo delante. Lo explica perfectamente Karmelo Iribarren: «Tengo/ vista cansada./Las letras se me emborronan/ sobre la página./ Curiosamente ahora/ que empiezo/ a ver/ con tanta/ claridad/ tantas cosas...».

Estoy a punto de cumplir sesenta años y a menudo me tengo que alejar, situarme en el pasado para poder leer, interpretar el presente. Para entender, por ejemplo, lo de los inmigrantes, he tenido que recuperar, releer una columna que Manuel Vicent publicó hace un lustro, "Salvamento", en "El País" y con la que he tropezado en un libro de texto. «Son ellos quienes vienen a salvarnos», dice el periodista tras mostrar en las primeras líneas del artículo el retrato de una Europa envejecida. «A ellos, a los inmigrantes, tendremos que agradecerles que Europa no se haya extinguido, como una vieja anticuada, egoísta y astuta», asegura.

Para interpretar bien lo que ocurre en Gaza, donde tenemos los tanques, los misiles y las ruinas demasiado cerca, deberíamos también distanciarnos como lo hemos hecho con las pateras.

«Veo una gran decepción, sobre todo en Gaza. Todos lo sabemos, pero no lo aceptamos. Si coges un gatito y lo arrinconas en una esquina, sin salida, se convertirá en un tigre. Estamos desesperando a los palestinos y lo vamos a pagar», decía Amos Oz en 2018, meses antes de su muerte.

Por lo que me han dicho se puede operar. Pero la verdad es que no sé si merece la pena perder ese punto de vista privilegiado, clarificador, y prudente que conseguimos replegándonos un poco; basta con un poco.

En fin.

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