Presos políticos y amnistía
(Otegi gehi Bateragunekoei). El estado español, de palabra, se empecina en negar la existencia de presos políticos en España. Le hacen seguidismo los partidos estatalistas y le da cobertura la República de Francia.
La razón del empecinamiento del estado es de gran importancia. La democracia es incompatible con la existencia de presos políticos. En una verdadera democracia no cabe la existencia de presos políticos; es una contradicción. Una democracia digna no puede tener presos políticos. La amnistía de los presos políticos y de conciencia está dentro de la cultura democrática y pacifista universal, por muy prohibida que esté en la Constitución Española.
Sin embargo, es el propio estado español el que con sus actos, sus leyes, sus jurisdicciones y su práctica penitenciaria confirma y demuestra mejor que nadie la existencia de presos políticos. El estado español ha promulgado y mantiene leyes, que suponen discriminación y criminalización de ideas y proyectos políticos pacíficos y democráticos. El estado español ha promulgado y mantiene jurisdicciones especiales para actuaciones no solo de contenidos o relaciones con la violencia política, sino también estrictamente ideológicas y políticas. El estado español aplica de hecho penas especiales -injustas y discrecionales- como la "dispersión" a los presos políticos. ¿Cómo puede defender que no hay presos políticos el mismo estado que les aplica a ellos la injusta pena de la dispersión? En suma; la existencia de presos políticos en España es un hecho, cuya prueba más irrefutable es el propio Estado. La consecuencia es la falta de categoría de la democracia de la reforma.
Desgraciadamente, el Estado español y las fuerzas en que se apoya seguirán en su empecinamiento, pero cada vez van a ir quedando en más evidencia. El Comité Europeo para la Prevención de la Tortura, Amnistía Internacional y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo ya han condenado repetidamente a España por la doctrina Parot, por las denuncias de torturas, etc., etc.
En este tiempo la figura del preso político Arnaldo Otegi y los demás de Bateragune adquiere un especial relieve. El simbolismo emblemático. No solo están condenados por actuaciones estrictamente políticas, sino que además tenían por objetivo único la paz y la dignificación de la política. No puede haber presos más eminentemente políticos. A pesar de ello han sido condenados hasta tres veces en las tres instancias jurisdiccionales posibles del estado en tres sentencias, cada una de ellas más vergonzosa que la anterior. La aberración humana y racional de esas mismas sentencias es una prueba más del carácter político de sus condenas.
Otegi y Bateragune, por el indiscutible carácter político de su condena, son a la vez la prueba de que también son presos políticos todos aquellos presos de conciencia, cuya actuación haya sido impulsada, motivada y producida por causas políticas. La organización ETA tenía que hacer una aportación esencial para la paz, que era el cese en la lucha armada, incluido el desarme. Ya lo ha hecho. El Estado tiene que modificar su legislación, sus jurisdicciones y sus políticas penitenciarias y de derechos humanos hasta llegar a la amnistía, cambiando para ello, si hace falta incluso la Constitución Española. Así lo reclama la hoja de ruta de la paz, que es el Acuerdo de Gernika. Así ha sido en todos los procesos de paz serios y dignos que en el mundo hay, ha habido y habrá.
Nos parece una estrategia indispensable para la paz y para Euskal Herria la reivindicación expresa de amnistía, efectuada sin ningún remilgo y con toda valentía. Ahora que Bateragune cumple cinco años de cumplimiento de su injusta condena de seis y seis años y medio es la ocasión de utilizar –con todo respeto– la imagen y el simbolismo de Otegi y sus compañeros de condena para pedir sobre todo para los demás lo que cualquier demócrata, cualquier persona sensata, cualquier persona de bien no puede negar, a saber que a los presos políticos les corresponde la amnistía. Es una reivindicación de nueva actualidad al ser la sociedad cada vez más consciente de la nueva época constituyente, en que entramos.
Jacinto Otxoa Martikorena de Uxue (Nafarroa), uno de los presos políticos que más tiempo estuvo en las cárceles de Franco, solía decir en las campañas pro-amnistía de los años setenta: Amnistía es que yo le perdono a la sociedad. Los presos y presas de Bateragune nos estremecen frecuentemente con la misma idea de Jacinto al manifestar: “Saldremos sin odio ni rencor”.
A todas las víctimas de todas las violencias de motivación política la más profunda de las reparaciones morales que cabe efectuar –en su común igualdad– es la paz. Por su parte, la más simbólica aportación de las víctimas a la paz se une necesariamente a la de los presos y presas políticos: Son los testigos emblemáticos de la paz, que tiene que basarse en la libertad y la igualdad, sin vencedores ni vencidos.
Todos los presos políticos y de conciencia de España –¿Cómo no recordar a los de los casos 'Egi'”, por ejemplo?– son los que aparecen con la luz especial del preso político de Euskal Herria por antonomasia, que es Arnaldo Otegi y junto con él el resto de Bateragune y todos los demás presos de conciencia. Otegi, los demás de Bateragune y todos los demás presos políticos saldrán libres sin odio y sin rencor. Los necesitamos libres. Esa es la amnistía que necesita la sociedad y que fundamentará la paz vasca, que será sin vencedores ni vencidos.