Una frase para niños tontos
El ministro de Defensa español, que recientemente aludía al «deber» de las fuerzas armadas ante una hipotética declaración unilateral de independencia en Catalunya es, según el autor, «un transplante del pentagonismo a España», entendiendo el pentagonismo como «una conducta de ida y vuelta según la cual un gran empresario de material militar llega a ministro de defensa y un militar de alto rango acaba de potente empresario del ramo».
Un periodista pregunta al ministro de Defensa español sobre el posible papel de las fuerzas armadas si Catalunya declarara unilateralmente su independencia. La nebulosa respuesta es esta: «Cada uno tiene que cumplir su deber, las fuerzas armadas, los gobernantes y los gobernados, y si todo el mundo cumple con su deber le aseguro que no hará falta ningún tipo de actuación como la que usted me está planteando». Es decir, si los catalanes aceptan que el círculo es redondo –o sea, que la libertad es española, en eso consiste el «deber»–, las fuerzas armadas no se moverán de sus cuarteles. Pero si los catalanes no aceptan el círculo por su redondez sin escapatoria, entonces la situación es imaginable, ya que las fuerzas armadas actúan de un modo mecánico de estímulo y respuesta al margen de cualesquiera otros principios. En una palabra, si los catalanes estimulan su libertad, los militares pondrán en marcha la respuesta. El mismo ministro añadió que él se acogía a la ley cuando fue repreguntado si se aplicaría el artículo 155, que invalidaría la autonomía en caso de insistir los catalanes en su pretensión soberanista.
A mí siempre me pareció que el ministro de Defensa, Sr. Morenés, es un enigmático personaje llegado silenciosamente a su cargo y protegido por una cortina que manejan poderes sobre los que el Sr. Rajoy no tiene influencia alguna. Su aspecto es adusto y sus palabras suelen ser indefendibles con una hermenéutica bien utilizada. Su ejercicio ministerial se caracteriza por la defensa a ultranza del poder autónomo en el marco castrense. La última constatación de lo que digo la confirmé en la cobertura escandalosa que dio desde un silencio espeso y preocupante al desarrollo del trámite jurídico-militar que se siguió ante un abuso sexual por parte de un teniente coronel sobre una capitán que acabó con la baja militar de la agredida, incapaz de soportar tantas y tan diversas presiones, y el ascenso a coronel del abusador, pese a la condena de su delictiva acción; condena, pues, de pura concesión a las formas.
Esto que resumo hay que instalarlo sobre el fondo de esta otra frase del ministro acerca de la calidad política de las fuerzas armadas, que el ministro estima «absoluta y perfectamente democráticas». ¿Acaso el periodista le requirió opinión sobre este extremo? ¿Por qué esa insistencia en la aceptación militar de la democracia? Yo creo que de la democracia no debiera hablarse en un país democrático, sino darla por obvia. Aún está por ver que un ministro de defensa francés, alemán y mucho menos inglés se refiera nunca a la calidad democrática de su Ejército. Recuerdo una anécdota ejemplar acerca de esta sumisión de los armados ingleses al poder civil de su país. Un modesto juez de condado requirió al Jefe de Estado mayor del mariscal Montgomery para que se personase en su juzgado a fin de participar en una acción judicial. El militar citado estaba en plena acción por la decisiva ofensiva de El Alamein. Pues bien, tomó un avión, fue a Inglaterra, hizo su declaración en el Juzgado y retornó seguidamente al frente. Nadie habló de la hondura democrática del Jefe de Estado mayor de Montgomery. El poder civil inglés es incontestable.
De ahí que yo diga en el título de este papel que el ministro español de Defensa fabrica frases para niños tontos que aún creen en la deliciosa y entrañable patraña de los reyes magos.
Creo que el Sr. Morenés es un trasplante del «pentagonismo» a España. Esa concepción americana que proyecta la energía militar sobre áreas determinantes del poder económico, respecto a interventores muy poderosos del poder político e instituciones que en teoría expresan la soberanía de la nación. El «pentagonismo» es una conducta de ida y vuelta según la cual un gran empresario de material militar llega a ministro de defensa y un militar de alto rango acaba de potente empresario del ramo. En el caso del Sr. Morenés es aducible este funcionamiento.
Desgraciadamente la democracia, hoy, es simplemente un artificio, una palabra-fuerza que habilita ante las masas situaciones en absoluto democráticas, como viene a justificar también que las fuerzas armadas se revistan en países de débil tradición democrática o historia golpista con un aparato de justicia propio, una jurisdicción cuasi-plena sobrepuesta a la jurisdicción civil –algo que me parece incompatible con una verdadera democracia– y otras circunstancias que no es del caso tratar aquí y ahora. Un Ejército que se alaba de democrático puede ser de hecho la cumbre expectante del poder. En esos países el Ministerio de Defensa es una pieza de extraordinaria importancia. No olvidemos que transitamos por un periodo histórico en que las armas son las razones decisivas para «sanear» la soberanía del pueblo.
El tono empleado por el Sr. Morenés para enyertar la situación que quería iluminar el periodista que le interrogaba puede calificarse como despectivo hacia los lectores y, sobre todo, como prepotente y de advertencia. Decir al ciudadano –atentos a la especificación de «el gobernado»– que cada uno tiene que cumplir con su «deber» equivale a predeterminar el alcance de la soberanía nacional que, para el ministro, aparece como estricto ejercicio de una obediencia que elimina su radical calidad de poder creador de poderes. El «deber» es manejado como una sustancia eupéctica encargada de hacer digerible algo empachoso y lesivo. A mí me recuerda asimismo la frase de Nelson al empezar la batalla de Trafalgar: «Inglaterra espera que cada cual cumpla con su deber». Nelson hablaba obviamente como almirante y en plena posesión de las armas. No hubiera hablado así ante el referéndum de Escocia.
Repito: todo lo dicho por el Sr. Morenés ha de ser sometido a una severa hermenéutica que, como decía el creador de esta herramienta de interpretación, el pastor y filósofo alemán Schleiemacher, ha de «comprender en la lengua y comprender en la persona que habla». Si aplicamos tal forma de análisis a lo dicho por el ministro de Defensa el contenido de las dos frases citadas es como para echarse a temblar. Toda la función de la política queda invalidada en ellas y es sustituida por un «deber» ya determinado que el ministro cita para su ejercicio por este orden: «las fuerzas armadas, los gobernantes y los gobernados». Es decir, como Dios manda.
Y uno se pregunta como final de la historia por el tiempo en que España tardará aún en aceptar la Ilustración,esa gran ocasión perdida para ser una nación normal con instituciones presentables. Una Ilustración que básicamente consiste en sustituir las ocurrencias por el pensamiento inteligente. De esto último hablaremos otro día. Desgraciadamente pasadas ya las elecciones.