Txema García
Periodista y escritor

Urdaibai: «desbroces y maquillajes»

El plan inicial no admitía dudas ni dejaba espacio a ninguna otra alternativa: «El Guggenheim en Urdaibai se hará, sí o sí». La frase, a modo de mandato divino y resonancias bíblicas, fue pronunciada primero en las Juntas Generales de Bizkaia, en un arranque de indisimulado desprecio a quienes rechazaban el proyecto, por Unai Rementeria y después, en la primavera del pasado año, en plena campaña electoral, por boca de la que luego se convertiría en diputada general de Bizkaia, Elixabete Etxanobe.

Antes, la gente ya había comenzado a movilizarse en su contra pero, después, la respuesta ciudadana aumentó y el rechazo de amplios sectores ciudadanos se hizo cada vez más patente, incluso dentro del propio partido proponente que, en esos momentos aparecía, como el único interesado en llevar adelante este faraónico proyecto planteado como la tabla de salvación para la comarca de Busturialdea. Eso ocurrió hace poco más de un año. De entonces acá, ha llovido lo suficiente como para llenar pantanos, portadas de periódicos y abrir teleberris en una especie de diluvio universal de noticias que nos van anegando poco a poco.

El siguiente hito bíblico lo pronunció Juan Ignacio Vidarte, a la sazón director general del Museo Guggenheim Bilbao que, en una clara intromisión en decisiones institucionales y administrativas que no le concernían, advertía y dejaba bien claro que «la Diputación de Bizkaia lleva tiempo haciendo un trabajo de «desbroce administrativo necesario para la instalación del Guggenheim en Urdaibai».

Sí, el «desbroce» se convertía así en el camino a transitar, en el único medio factible para conseguir que el «Sí o Sí» fuera una realidad más pronto que tarde. Solo era cuestión de retirar obstáculos, eliminar trabas, despejar senderos, limpiar maleza y matorrales, todo ello, claro está, en sentido figurado, puesto que lo que suponía en la práctica era mucho más serio: modificación a la carta de leyes, convenios y normativas que impedían la viabilidad del proyecto.

Todo era poco para intentar convencer a detractores, incrédulos y suspicaces, dejando aparte como irrecuperables y amortizados a quienes protestan siempre, es decir, a las malditas coordinadoras y plataformas que ante las imposiciones institucionales surgen por todas partes. Así que había que poner en marcha todos los recursos públicos y de cualquier otro tipo disponibles (a esto ahora se le llama «colaboración público-privada»), a los que sumar la maquinaria mediática, siempre tan eficaz para, entre unos y otros, soltar discursos engañosos con promesas celestiales, anestesiar conciencias y comprar voluntades.

Sin descanso, trabajando día y noche, haciendo incluso horas extraordinarias, se dieron a una tarea ímproba pero altamente productiva para sus fines. Así, poco a poco, continuaron sin descanso con sus múltiples tareas de «desbroce» en todos los ámbitos imaginables: modificaron la servidumbre de protección de la costa de 100 a 20 metros y el Plan Urbanístico de Murueta (PGOU), justo en el área más sensible de la Reserva de la Biosfera con el fin de «encajar» con forceps judiciales la segunda sede del Museo; consiguieron que el Ministerio de Transición Ecológica consignara una subvención de 40 millones de euros (como contrapartida al apoyo del PNV al Gobierno de Sánchez) disfrazada de «actuaciones singulares de desarrollo sostenible en el entorno del estuario de Urdaibai» para realizar actuaciones que poco o nada tenían que ver con este fin de restauración; y se lanzaron a realizar múltiples cambios «a la carta» de planes de ordenación municipales firmando convenios planteados desde la Diputación y asumidos por Ayuntamientos «de su misma cuerda» sin rechistar (Gernika, Forua y Murueta), todo ello en forma de «nuevos desbroces parciales».

A finales de noviembre del pasado año, el día 25, nos enteramos de una noticia de calado muy importante. El PNV, por boca de su presidente Andoni Ortuzar, anunciaba que Iñigo Urkullu no iba a ser el candidato a lehendakari (¿» nuevo desbroce» ?) y que, en su lugar, iría Imanol Pradales, el más firme valedor de este proyecto, demostrado activamente desde su antiguo cargo como responsable del Departamento de Infraestructuras y Desarrollo Territorial desde el que trabajó arduamente en estas tareas de «desbroce» y en lo que pretende ser su «gran legado» como lehendakari para las futuras generaciones. Eso sí, nunca sabremos en definitiva si lo que le costó el puesto al de Alonsotegi fue el hecho de no haber demostrado suficiente interés por el nuevo Guggenheim, pero todo indica que su defenestración guardaba una relación importante con el proyecto en ciernes.

En una jugada maestra, el partido se inventa unas semanas después otra nueva epifanía. Hace comparecer a Urkullu y a Etxanobe ante los medios para anunciar por sorpresa una «moratoria» de dos años para decidir sobre la viabilidad de la ampliación del Guggenheim en Urdaibai. Una especie de «tregua trampa» para intentar desmovilizar a los discordantes. Desde entonces, el olor a chamusquina impregna todo el ambiente, pero, en realidad, el fuego es intencionado, es decir, quieren quemar el rastrojo que para ellos es «la jodida oposición ciudadana de siempre».

Más recientemente han llegado nuevos «desbroces»: la reciente demolición de la antigua cubertera Dalia en Gernika (con la aquiescencia del «soldado Gorroño»), donde se instalaría la primera de las dos sedes del Guggenheim, un acto infame realizado con la «justificación» de la eliminación del amianto de sus instalaciones, cuando las instituciones lo han dejado estar durante décadas; y después la aprobación por la Demarcación de Costas (recurrida por Guggenheim Urdaibai STOP) de la ocupación de dominio público marítimo-terrestre para conectar con un palafito de tres metros de altura Punta Murueta con La Tejera, una auténtica aberración ecológica en la zona más sensible de la Reserva y que, en un alarde de cinismo, pretenden vendernos como un «proyecto de restauración ambiental» financiado además con fondos Next Generation de la Unión Europea, algo que contradice totalmente su filosofía de «no financiar nada que dañe objetivos medioambientales».

Pero no contentos con todo esto, casi a escondidas, los precursores de esta gran operación de «desbroce» han descubierto ahora que hay todo un flanco sin cubrir y que como esta idea está teniendo una fuerte contestación en la comarca, se tienen que inventar algo más para hacer «más digerible» el plan inicial, porque ya nadie se cree que con la instalación del Museo Guggenheim en Urdaibai se va a solucionar la demanda histórica de una comarca que desde hace décadas pide a gritos un Plan Estratégico e Integral para revitalizar su economía.

Así que ahora hay que inventarse la «operación maquillaje». Es muy fácil. Hacemos como que hacemos un Plan, pero, en el fondo, el Plan, el único Plan existente, es encajar SÍ o SÍ», como sea, el Museo Guggenheim, eso sí, adornado ahora con algunas otras acciones menores, algunas de ellas pendientes incluso de llevar a cabo de otros planes parciales anteriores.

Un Plan que nos quieren vender como una especie de «consulta participativa» a las fuerzas vivas de la comarca: partidos, sindicatos, organizaciones empresariales, colectivos sociales... de forma que conseguida su participación queden enmarañadas en la trampa de decir: «ya te consulté, ahora acepta las consecuencias», es decir: ¡toma Museo Guggenheim en Urdaibai!

La realización de este Plan «pantalla» la está llevando a cabo una empresa (Orkestra) que entre sus miembros del Consejo de Administración se encuentran representantes de Iberdrola, de Petronor, de la Fundación Deusto, del EVE, de las Diputaciones de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa y del Gobierno Vasco, del Ayuntamiento de Bilbao, de la Fundación BBK. Es decir, el lobo cuidando del gallinero.

Así que del «desbroce» pasamos ahora al «maquillaje». Los patronos de la Fundación Solomon R. Guggenheim pueden estar más que satisfechos. Nadie en ningún lugar del mundo hizo nunca tanto por ellos como nuestros propios dirigentes.

Unos dirigentes que no te hablarán, por supuesto, de los perjuicios medioambientales y de la invasión turística que acarrearía de llevar adelante este proyecto, al margen de dilapidar más de 150 millones de euros de dinero público en una obra cuyos únicos beneficiarios serían la Fundación Solomon R. Guggenheim y los Astilleros de Murueta, que pretenden vender terrenos ocupados y contaminados por ellos) en su día por concesión, es decir, terrenos de titularidad pública que no admiten ninguna operación de compra-venta.

No lo olvides: el próximo día 19 de octubre tienes una oportunidad de responder a esta imposición asistiendo a la manifestación que la plataforma Guggenheim Urdaibai STOP ha convocado en Gernika.

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