Urdaibai: «especies invasoras»
Somos indígenas en retroceso. Somos «los nadies», que diría Eduardo Galeano. En todos los sentidos. Habitamos en un lugar al que otros calificaron de Reserva, como los sioux, los lakota, los navajos, los nahuas, los patagones o los cheroquis. Somos sus habitantes originales, pero apenas tenemos derecho alguno sobre los territorios que ocupamos desde tiempos inmemoriales.
Estamos en pie de guerra. Con nuestras armas tradicionales. El arco de la razón y la flecha de la palabra. Los «hombres blancos de los despachos», bien sea en New York, Gasteiz o Bilbao, son los únicos que deciden, decretan y disponen sobre las tierras de nuestros antepasados. A lo largo del tiempo hemos pasado por duras y difíciles vicisitudes para poder sobrevivir. Ahora quieren que nos resignemos para siempre, quizá que emigremos a otros lugares o, sencillamente, eliminarnos.
Un Museo en medio de nuestro hábitat. Esto es lo que nos tratan de imponer algunos «hombres blancos» que hablan con lengua de serpiente. Se quieren apropiar de lo poco que nos queda de nuestras tierras, aguas y aire para hacer negocio y engañar con espejos y cuentas de colores a nosotros e, incluso, a su propia gente.
Aducen estos poderosos «hombres blancos» que su proyecto hará que vengan a nuestra casa muchos viajeros y negociantes, ellos les llaman turistas, ávidos de paisajes excepcionales y experiencias sensoriales, y que llegarán desde el norte, el sur, el este y el oeste, desde todos los continentes. Será, como ya ha ocurrido tantas y tantas veces, una invasión sin controles y ocuparán nuestros pequeños espacios naturales y nos obligarán a buscar otros horizontes.
No somos reacios a los intercambios, es más, nuestro pueblo quiere que vengan a visitarnos gentes de otros lugares, pero no a cualquier precio ni a cambio de destruir nuestro medio ambiente y, sobre todo, nuestro modus vivendi y nuestra cultura vinculada a una lengua milenaria, que también afronta dificultades para su supervivencia.
Cierto es que desde hace muchos años, incluso desde la época del denominado «Descubrimiento», incluso desde antes, nos llegaron otros muchos «visitantes» procedentes de otras latitudes, como, por ejemplo, muchas «especies exóticas» que se adaptaron aquí, favoreciéndose su entrada y cultivo. Y es cierto también que a día de hoy muchas de ellas ya forman parte de nuestro agro y se han hecho con un lugar importante en nuestra dieta alimenticia, tal y como ocurre con la patata, el pimiento, las alubias, el tomate, etc.
Después, en el siglo XX, con el incremento del transporte intercontinental, se produjo una expansión de semillas sin precedentes de muchas especies de plantas, algunas de ellas invasoras, a lo largo y ancho del mundo. Plantas invasoras que se reproducen sin control y que generan problemas al acabar con las especies autóctonas y que, por lo general, no tienen ningún aprovechamiento comercial en un sistema económico, el de los humanos poderosos, que se rige por la ley del máximo beneficio para unos pocos.
Y así han llegado hasta Busturialdea muchas plantas exóticas invasoras, como la «hierba de la pampa» (cortaderia selloana) y, más peligrosa y extendida aún que esta, la «baccharis halimifolia» (un arbusto conocido como «chilca» procedente de la costa atlántica de los Estados Unidos), que cada vez invade más las áreas de praderas húmedas supramareales de nuestra propia ría de Urdaibai, eliminando la vegetación potencial de estas áreas.
Casualidades de la Historia o no, es precisamente desde esta misma costa atlántica de los Estados Unidos desde donde ahora nos llega otra «gran invasión», la de un gran negocio camuflado de arte: el Museo Guggenheim Urdaibai. Y es también este mismo «hombre blanco», que vive en lujosos despachos y que prefiere hacer tratos con los de arriba en lugar de beneficiar a los de abajo, el que curiosamente no ha hecho apenas nada por reducir la extensión de estas «plantas invasoras» que se han apropiado de amplios espacios en Busturialdea, sobre todo en los terrenos ocupados por Astilleros de Murueta, donde ahora pretenden instalar ese Museo de cuyo proyecto apenas han informado.
Pero ya que estamos hablando de Urdaibai, habrá que decir, que buen parte de su masa forestal también se encuentra invadida, mayoritariamente, por dos especies: el pino y el eucalipto, convertidos en un monocultivo que han dejado a las autóctonas, el roble y el castaño (con la excepción de los encinares cantábricos) reducidas a ocupar espacios marginales. Aquí también, en buena medida, es el propio «hombre blanco de los despachos» el que ha hecho una nefasta gestión de estos recursos y ha dejado que un poderoso trust de empresarios (la Asociación de Forestalistas de Bizkaia), y con cargo a subvenciones públicas que todos los ciudadanos pagamos, controle buena parte de la superficie de la masa forestal de Busturialdea.
Pero la responsabilidad de lo que pasa en la comarca de Urdaibai no es de ninguna de estas especies, sean exóticas o invasoras, como la «hierba de la pampa» o la «chilca». Tampoco lo es del pino y del eucalipto. No, nos confundamos. Que estas plantas y árboles no nos dejen ver el bosque de un problema que hunde sus raíces en los intereses de una economía manejada por unos pocos en detrimento de una Naturaleza que no nos pertenece y que, en todo caso, hemos de preservar y gestionar cuidadosamente.
Dejémoslo claro, la especie exótica más invasora y dañina que jamás haya conocido la Vida en este planeta es ese ser «humano blanco de los despachos» en su versión depredadora, más aún en estos tiempos de capitalismo salvaje.
Sí, somos indígenas en retroceso. Y lo que es peor aún. Hemos perdido conciencia de ello. Nos venden Museos en la Reserva sin saber que el verdadero Museo ya es lo poco que nos queda de nuestra biodiversidad heredada. Cuidémosla, por el respeto que debemos a nuestros antepasados y por la obligación que tenemos de entregarla en mejores condiciones a quienes nos sucedan. Y no dejemos que nos vendan, a precio de oro, collares y cuentas de colores en forma de Museo, por mucho que venga del país de las barras y estrellas y lo presenten como un nuevo «Plan Marshall» para Busturialdea.
Por todo ello, acudamos a Gernika este sábado día 28, a las 18.30, para manifestar nuestra oposición a este infame proyecto.