Martxelo Álvarez

Vox no es solo el micrófono

Es preocupante. Pero darle la vuelta no será posible haciéndose trampas al solitario ni sacando las contradicciones y las luchas de la calle como se hizo con el 15M, las «mareas» y otras, sino creándolas y llevándolas a ella.

Se habla mucho estos días de ese micrófono genérico que pareciera que por el sólo hubiera hecho el «milagro Vox» en las recientes elecciones de Castilla y León, pero poco se habla, más bien nada, de que hasta llegar al momento actual, micrófonos incluidos, hay un recorrido previo y no corto precisamente que parte de la muerte del dictador y que tuvo como primera parada hacer «demócratas» a Suárez, a Fraga, a Martín Villa... y a tantas y tantas figuras del fasciofranquismo. Que siguió con la aceptación de la bandera rojigualda golpista, de la Monarquía y de los cargos policiales, judiciales y militares sin depuración alguna. Que continuó con la Ley de Amnistía del 77 y con la aceptación de la impunidad para los crímenes y los criminales fasciofranquistas. Que subió un peldaño más proclamando la equidistancia entre los golpistas del 18 de Julio del 36 que, armados o desarmados, inauguraron el genocidio y los defensores del gobierno de la II República que con toda la legitimidad que les daba haber sido elegidos en las urnas y no en los cuarteles combatieron contra el golpe, armados o desarmados. Que creció aún más con la consideración de «terroristas» y «bandoleros» para estos últimos y de «víctimas del terrorismo» para los terroristas sin comillas que fueron los miembros de las diferentes fuerzas represivas fasciofranquistas. Y que todo esto se hizo además, recordémoslo, con el consentimiento y el acuerdo de «la izquierda» mayoritaria del momento, PSOE y PCE fundamentalmente; esa misma «izquierda» actual ya que de sus antecesores se reclama heredera, que hoy a la vista de los resultados electorales parece asombrarse del éxito de su trabajo y que sólo acierta a balbucear patéticamente justificaciones de todo tipo para «escurrir el bulto» y exculparse de su evidente responsabilidad, colaboración necesaria diría un jurista, en ese recorrido de los últimos cuarenta años que nos ha traído hasta el momento actual.

Porque... ¿dónde deja esa «izquierda» el efecto de sus sucesivas y no pocas traiciones? ¿Dónde el de haber defraudado aquellas esperanzas de cambio «socialista» de 1982 que navegaron sobre millones de votos y una clara mayoría social y parlamentaria para naufragar sin apenas iniciar la travesía? ¿Dónde el de la aceptación de la OTAN tras la promesa electoral de no incorporarse a ella? ¿Dónde la desindustrialización? ¿Dónde el cierre de la minería, de los astilleros? ¿Dónde lo hecho con la agricultura, la pesca, la leche? ¿Dónde el destrozar el tejido productivo y laboral para sustituirlo por «el sector servicios» cuando no por nada? ¿Dónde la desaparición o malversación de tantas partidas de los Fondos Europeos que nunca llegaron al destino para el que habían sido previstos? ¿Dónde el desmantelamiento de conquistas y derechos conseguidos por los trabajadores durante décadas con su lucha? ¿Dónde el vender paulatinamente lo público a lo privado? ¿Dónde el «rescate a la Banca» con el dinero común? ¿Dónde las «tarjetas black» y los ERES andaluces? ¿Dónde las corruptelas y las mafias que comparten en diferentes tandas la derecha y «la izquierda»? ¿Dónde las fotos de Boyer con la «jet» y la Presley, donde las de Solana avalando las guerras, donde los ex-ministros socialistas a sueldo de los oligopolios, eléctricas incluidas, que nos sangran mes a mes? ¿Dónde las de Felipe González en la cubierta de su yate puro en boca riéndose de todos nosotros? ¿Dónde la pasividad que es complicidad con el latrocinio pasado y actual del «Emérito Borbón» y toda su recua? ¿Dónde la derogación de la «Ley Mordaza»? ¿Dónde la derogación de la «Ley Mordaza»? ¿Dónde la aprobación a medias con la patronal de una reforma laboral que también habían prometido derogar? ¿Dónde...? ¿Dónde está la izquierda?
Así pues el problema no es ese micrófono actual por el que Vox emite discursos con valores fasciofranquistas a veces más claros y otras más sibilinos pero siempre bien reconocibles, sino la permanencia y el recorrido que han tenido dichos valores para estar hoy ante ese micrófono y también todo aquello que ha contribuido a que esos valores parezcan hoy a muchas personas legítimos, normales, aceptables... y apoyables, votables: ese es el verdadero problema. Ese y la falta de credibilidad que durante cuarenta años esta «izquierda» que ahora se queja del alza de Vox ha ido construyendo con sus traiciones, sus falsedades y sus corruptelas, con su prepotencia y su sinvergüencería, con la ostentación de sus prebendas... mientras el empobrecimiento general de las clases populares de todos los territorios del estado español ha ido creciendo paralelo a su impotencia y su frustración y también a un enojo que al no ser ni organizado ni vehiculizado desde «la izquierda» expresa... de esta manera.

Que a los ojos de mucha gente, incluso a los de los más desfavorecidos por el Atila neoliberal que cabalga sobre nosotros, estos herederos ideológicos del fasciofranquismo parezcan una alternativa para afrontar sus problemáticas parece increíble pero es lo da de si una «izquierda» mayormente habitante de peleas de egos y cenáculos progres y casi siempre alejada de la calle, anclada en ese postureo que escapa de la confrontación real porque esa también le incomoda y le dificulta su juego de apariencia sin sustancia.

Y sí. Es preocupante. Pero darle la vuelta no será posible haciéndose trampas al solitario ni sacando las contradicciones y las luchas de la calle como se hizo con el 15M, las «mareas» y otras, sino creándolas y llevándolas a ella porque ese es el terreno y la fuerza fundamental de la izquierda si quiere ser real y realmente transformadora, si quiere ser realmente opción de poder. Volver a la calle, a la ideología y a la conciencia como elementos esenciales e identitarios para la izquierda, y al hacerlo ir barriendo y eliminando las desconfianzas, las trabas e impedimentos que la «izquierda» ha ido creando durante estas últimas cuatro décadas, esa que hoy se pregunta «asombrada» por el crecimiento electoral de Vox cuando en gran medida dicho crecimiento es hijo suyo.

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