Javier Orcajada del Castillo, Bilbo

En Gaza no hay guerra, es genocidio

Imágenes de Gaza muestran un niño de unos 12 años, entre ruinas, solitario, moviendo la cabeza con desesperación; no le salían las lágrimas, pues ya las había derramado todas. Daba la impresión de haberse abandonado y ya no esperaba nada. La noticia decía que había perdido toda su familia. Su semblante movía a compartir su dolor, ponerse en su lugar y denunciar la injusticia que supone no la guerra, pues es genocidio que provoca un estado «civilizado» contra un pueblo histórico al que el invasor impide progresar para dominarlo. Ver a un niño hundido en la más profunda tristeza provoca mezcla de compasión, junto a rabia contra los que viven de la guerra. Habría que proyectar esas imágenes entre las personas ejemplares y de orden que acusan a los palestinos de terrorismo contra judíos que disfrutaban en una fiesta popular el 7 de octubre, masacraron a un grupo de israelitas, secuestrando a otros para canjearlos por palestinos en prisiones en Israel. Esas personas honorables justifican la venganza del Tsahal utilizando aviones y artillería suministrados por estados civilizados, destruyendo escuelas, hospitales y viviendas causando el genocidio que le acusa Sudáfrica asesinando niños, mujeres embarazadas y ancianos con la disculpa de destruir a Hamas, como estrategia militar para provocar el pánico popular como arma de guerra psicológica asediando a los más débiles, demoliendo infraestructuras y obligando a la ciudadanía a movilizarse permanentemente diezmándola en un alarde de superioridad, con apoyo de propaganda proyectando imagen de que la población gazatí encubre a terroristas por todo el mundo, Toda esta estrategia con la colaboración de la prensa internacional y los estados que suministran a Israel armamento y municiones. Además, EEUU vetan sistemáticamente todo intento de cese del genocidio. Ese niño sin esperanza es un terrorista de Hamás para «los medios de difusión que proclaman el derecho de Israel a defenderse».

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