Txutxi Petuya | Barakaldo (un amigo de Periko)

Periko Solabarria en el banquillo

El pasado 26 de setiembre, la mayoría sindical vasca salió a las calles de Hego Euskal Herria en el quinto ensayo de huelga general realizado en los tres últimos años, para combatir las medidas ultraliberales adoptadas por la socialdemocracia de Zapatero y la extrema derecha de Raxoy y la sumisión del PNV.

Desde muy temprano, se formaron piquetes que recorrían Barakaldo, siempre bajo una estrecha vigilancia del piquete de la patronal, con buzo negro, verduguillo, porra, escudo y casco rojo.

Los 82 años de lucha y solidaridad de Periko estaban en los piquetes y en los momentos de mayor tensión intentaba mediar para evitar que las porras se agitaran y corriera la sangre entre los desprotegidos –física y jurídicamente— trabajadores.

En un momento en que yo acompañaba a Periko, él se encontró con una sobrina que llevaba a una niña en su carrito y un niño de corta edad. Nos rezagamos mientras se saludaban y detrás de nosotros venía el jefe del operativo policial y un casco rojo. Al verlos, el niño se asustó mucho. Les tiene mucho miedo. Ha debido ver algunas imágenes en la televisión y se le ha grabado la violencia de su comportamiento. El jefe del operativo, al ver la reacción del niño, se nos acercó y le dijo: Mira, ¿ves?, esto es sólo una gorra y debajo tengo una cabeza, como todo el mundo, pero éste lleva casco. ¿Sabes por qué? Porque es muy feo. Ante el intento pedagógico del policía, el niño no reaccionaba.

Media hora más tarde, mientras el piquete se concentraba ante un bar abierto, los de enfrente se pusieron nerviosos y dieron inicio a una carga. Periko y su débil cuerpo estaban allí, en primera línea. La carga lo arrolló. Le tiraron al suelo y cayó sobre su brazo derecho, vendado y lesionado ya con anterioridad para protegerse de un golpe en la cabeza. Tendido en el suelo, con un golpe también en su pierna derecha que hoy le hace caminar con dificultad, un joven se acercó a socorrerle, pero los cascos rojos le golpearon. Finalmente, un compañero le llevó a un centro de salud para ser atendido. Dolor, hinchazón, la lesión que no sana.

Hace unos meses, Periko estaba concentrado en una sentada con un grupo de gente solidaria en la entrada de la opulenta sede de Iberdrola en Bilbao, mientras las trabajadoras de Konecta –empresa subcontratada para atención telefónica de la multinacional eléctrica- estaban en huelga de hambre; generosas, valientes. Vinieron los del casco rojo a defender la libertad de los explotadores y a Periko lo arrastraron por el suelo agarrándole un casco rojo de cada brazo. Desde entonces tiene su brazo derecho lesionado. Como consecuencia de aquella acción pacífica y solidaria en la torre de Iberdrola, Periko está acusado –junto a otras personas- de desórdenes públicos y será juzgado el próximo 29 de octubre en la Audiencia Provincial de Bizkaia. No hay juicio ni justicia para los explotadores, para los despedidores, para quienes acumulan riqueza en unas pocas manos, mientras las condiciones de vida de la mayoría sufren el secuestro de un rescate que sólo liberará a los bancos. Le denunciaron esos que tratan de explicar a los niños que la gorra de visera es sólo un adorno estético y que el casco se utiliza para tapar la fealdad de sus caras, esos que el mismo día de la huelga le pedían a Periko que luchara por defender su derecho a la huelga, esos que en algún momento de distensión recordaban a

Periko bajo sus máscaras que habían sido bautizados por él. El feo y el malo. ¿Y el bueno? Ánimo, Periko. Cada cual tendrá su sitio en la Historia. Tú, a un lado; ellos, a otro. Tu brazo débil, dolorido, tu pierna quebrada, siempre en defensa de las luchas justas y legítimas: con la clase trabajadora, con las mujeres, con los antitaurinos, con los Kukutza, con los parados, con los desahuciados, con los presos y refugiados, con los torturados, con los antimilitaristas, con los jóvenes... Ellos, con Iberdrola, frente a los trabajadores en las huelgas, defendiendo la injusticia de unas leyes injustas y una política económica de ladrones.

A Periko, con cariño y con ternura. Mis respetos al fundador y rector de la universidad de Triano, aquella universidad minera construida con las betas del sacrificio y la renuncia por enseñar a los niños a leer y a sumar, antes que el catecismo.

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