Las miserias del relato oficial explicadas por y para infantes

Conocer la realidad que viven los denominados «niños de la mochila», los menores que tienen a sus progenitores presos y alejados de Euskal Herria, resulta conmovedor y apela a los impulsos morales más básicos de las personas. Como con toda cuestión política y ética, se puede mirar para otro lado. Pero hace ya tiempo que la sociedad vasca debería haber desterrado esa terrible manera de actuar. Además, siempre resulta difícil hacerlo cuando la víctima de una violación de derechos humanos te interpela. Más aún en el caso de niños y niñas, en quienes es imposible volcar la responsabilidad de otras personas y que requieren de una especial protección y cuidado por parte de la comunidad y de las instituciones.

Por eso la situación de esos menores interpela a la sociedad vasca y a sus representantes. Se trata de 113 ciudadanos vascos cuyos derechos se están violando. De hecho, es seguramente la violación de derechos humanos más flagrante que se está cometiendo en este momento contra ciudadanos vascos, con el agravante de que se trata de menores.

Esta es una realidad incómoda, porque lamina el relato oficial sobre el conflicto. Es un vestigio más de esa lógica militar, de rehenes y de venganza, que el Estado sigue aplicando y que gran parte de la clase política vasca rechaza intelectualmente pero no combate políticamente. Lo cual es un error, ético y de cálculo.

Un relato repleto de vacíos

Hace apenas dos semanas se ha conocido el informe sobre la tortura realizado por Paco Etxeberria, con datos salvajes y evidencias que confirman una impunidad indefendible, que altera por definición el punto de equilibrio moral del conflicto vasco. La penosa reacción del PSE no ha tenido consecuencias políticas inmediatas, en especial por la manera en la que su socio de gobierno, el PNV, la ha blanqueado. Pero su negacionismo debilita su legitimidad a medio plazo e inhabilita gran parte de su discurso ético. O rectifica o acabará sufriéndolo.

El macrosumario 18/98 ha recobrado actualidad al ser liberados sus últimos presos, Txema Matanzas y Joxean Etxeberria. El daño causado –cierre de medios de comunicación, segregación política, venganzas particulares y castigos colectivos…– no tiene reparación posible, pero deja grandes lecciones a futuro. La manera en la que se retorció el Estado de derecho está de plena actualidad, porque la estrategia del Estado en Catalunya reproduce muchas de las taras jurídicas de aquellos procesos políticos. Eso sí, sin el factor de la violencia muchos de los dogmas sobre aquel proceso caen por su propio peso.

Hoy mismo, el dominical 7K recoge el trabajo realizado por el fotógrafo Joseba Zabalza, en el que pone cara a las víctimas silenciadas del conflicto, aquellas que no han conocido la verdad sobre lo que les sucedió a sus familiares, que no han tenido justicia ni reparación. Víctimas que han sido despojadas por las instituciones de esa condición y discriminadas por razones políticas.

Y ahí están los testimonios de los «niños de la mochila» y sus familias, una realidad que ha permanecido tapada hasta ahora y que es particularmente hiriente. Todo ello a una semana de la masiva manifestación por los derechos de los presos de Bilbo.

Ventajismo y errores de cálculo

El establishment autonómico, desde la clase política hasta los medios, se ha empeñado en centrar en el relato sobre el pasado gran parte del debate político, pensando que en este terreno tenía ventaja.

Y es cierto que la impunidad respecto a la violación de derechos por parte del Estado permite ese ventajismo. Con unas cuantas docenas de policías condenados por torturas, con altos cargos y mandos encarcelados y envejeciendo, con unos pocos jueces encausados por no haber ejercido la tutela de los torturados, con otros tantos forenses investigados por permitirlo y con una comisión que analizase cómo los medios difundieron la tesis del «manual de ETA» para ocultar los malos tratos, por ejemplo, el debate político sería otro y las decisiones serían mucho más razonables. Es así de triste.

Como se ha visto, la parcialidad del relato oficial es tal, que quienes creyeron que este terreno les era favorable quizás erraron. Su única opción para sacar rédito es poner al país discutiendo del pasado, cuando lo que necesita este pueblo es construir un relato de democracia, derechos y libertad para su futuro. Entre otros muchos, para esos que hoy son «niños de la mochila».

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