Nadie puede explicar por qué los y las pelotaris no deben representar al país que creó su deporte

Finalmente, la Federación Internacional de Pelota, reunida en asamblea general ordinaria en Iruñea, aceptó ayer la demanda histórica de la Federación Vasca para ser integrante de pleno derecho en este foro. En principio, en base a la Ley del Deporte estatal, este paso debería abrir la puerta a la homologación de la selección vasca de pelota vasca, valga la redundancia. Porque en esa redundancia se resume gran parte del absurdo que supone que las y los deportistas vascos no pueden representar a su pueblo de forma oficial en competiciones internacionales. Ni siquiera en el deporte que inventaron sus ancestros, la pelota vasca.

 
Demanda social, trabajo discreto y eficaz

Según quedó claro tras la reunión, la asamblea no acabó realmente ayer. Se anuncian impugnaciones y la delantera la toma UPN erigiéndose en representante de la Federación Española. Lo hace hablando de politización; el chiste se cuenta solo.

Por eso, conviene primero celebrar la decisión, luego ser cautos y, sin duda, seguir trabajando para que la selección vasca pueda competir en el Mundial de Pelota que se celebrará en 2026 en Argentina.

Hasta la noticia de ayer, el escepticismo se había adueñado de parte de la afición vasca. Especialmente tras lo sucedido en la asamblea general extraordinaria celebrada en México D.F. en julio de 2023. Entonces se iba a debatir y votar la petición que ha prosperado ahora, pero las presiones españolas lograron sabotear ese intento. Una vez más, representantes españoles dilataban y neutralizaban lo que previamente habían acordado con representantes vascos.  

En este caso, en 2022 PNV y PSOE pactaron la oficialidad de las selecciones vascas de pelota, herri kirolak y surf por ser deportes con gran «arraigo histórico y social» en Euskal Herria. La Ley del Deporte recogió este acuerdo planteando el prerrequisito de participar y tener el beneplácito de las federaciones internacionales –o haber sido miembro de las mismas antes que la española, como en el caso del surf–.

Las maniobras para anular ese pacto surtieron efecto el año pasado en México, pero ese error se ha podido revertir. El nombramiento de Lorea Bilbao como vicepresidenta de la Federación Internacional ha sido un acierto. Como lo fue la reactivación de la demanda de la selección vasca, con docenas de pelotaris de ambos lados del Bidasoa como protagonistas.

Parece ser que el presidente de la Federación Internacional, Xavier Cazaubon, ha atendido los argumentos que defienden que, en el caso de un deporte minoritario y en un contexto tan competitivo entre disciplinas, bloquear la participación legítima de los y las deportistas vascas con su selección es malo para el deporte y para su desarrollo internacional.

Un juego muy serio

No obstante, sigue habiendo obstáculos y riesgos. Reducir la selección vasca a la autonómica de la CAV es un problema del que los partidos abertzales son conscientes y que preocupa a los y las deportistas y a la sociedad civil que les apoya. Deberán gestionarlo con inteligencia, perspectiva política y a tiempo.

Porque la otra parte sigue jugando, y no lo hará de forma limpia. El deporte lo politizan, en el peor sentido de la palabra, quienes niegan a los y las deportistas su decisión libre de competir bajo la bandera con la que se identifican y quienes tapan su ideología supremacista con excusas burocráticas.

Euskal Herria es una nación, sus deportistas deben tener el derecho a competir en su nombre, su ciudadanía a animarles, y los deportes a enriquecerse con esa aportación. El«fair play» deportivo tiene su traslación al juego democrático, y quien no lo acepta suele hacer trampas para no responder a las preguntas más sencillas: ¿Por qué vosotras sí y nosotras no?

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