2020 API. 29 - 10:30h Johannesburgo, salvaje y cosmopolita Conocida también como Egoli –Ciudad del Oro– por su pasado como meca minera, Johannesburgo presume hoy de ser una de las ciudades africanas más cosmopolitas del mundo. Una ciudad, eso sí, llena de contrastes. Panorámica de Johannesburgo. Eguzki Agirrezabalaga Una urbe en la que multitud de culturas conviven entre barrios pobres y marginados, pintorescos y modernos locales urbanos que un día fueron fábricas derruidas y un paisaje salvaje que sobrecoge por su inmensidad y belleza. Es Joburg o Jozi , como lo llaman sus habitantes, la ciudad más grande de Sudáfrica. Está rodeada de barrios salpicados de antiguas fábricas que, a su vez, tienen a su alrededor suburbios reservados a los ricos. Uno de esos townships es, precisamente, Maboneng, que en sotho –una de las once lenguas oficiales de Sudáfrica– significa «lugar de luz». Esta zona industrial regenerada, convertida en los últimos años, para algunos, en el Williamsburg o Berlín sudafricano, puede ser un buen punto de partida para visitar esta ciudad que hasta hace un par de décadas atraía casi exclusivamente por sus safaris pero que hoy alberga un movimiento cultural efervescente que se ha sumado a su lista de atracciones. Lo que atrae especialmente de esta zona de moda que algunos consideran la más cool del país es la remodelación que han realizado de las viejas y derruidas construcciones industriales, habilitadas hoy como museos, galerías de arte, talleres creativos tanto de principiantes como de artistas reconocidos, cafés, tiendas de diseño, viviendas y locales para jóvenes emprendedores. Cafés de diseño en antiguas fábricas Entre los espacios rehabilitados más visitados, destacan Arts on Main –cuyo patio se convierte cada domingo en un concurrido mercado de productos locales– y Main Street Life, que acoge el teatro POPArt, y el único cine independiente de la ciudad, The Bioscope. Además, en su calle principal, Fox Street, la oferta gastronómica es también muy atractiva, porque garajes reconvertidos en improvisados y curiosos bares ofrecen platos típicos de la gastronomía africana, entre ellos el bobotie –carne picada especiada y decorada con un huevo– o el biltong, un tipo de carne seca que incluso se ha empezado a comercializar fuera de Africa. Quienes sientan atracción especial por el arte deberían acercarse a Braamfontein, concretamente a Wits Art Museum (WAM) –museo aclamado por la amplia colección de arte africano que alberga–, mientras que los amantes de la cerveza artesanal deberían disfrutar de un perrito caliente regado con una pinta en el famoso Great Dane. Y es que la cerveza de Johannesburgo, dicen, es especial. La sombra de Mandela La mayoría de las barrios, eso sí, recuerdan desde sus paredes a Nelson Mandela con retratos en blanco y negro de grandes dimensiones. También homenajea al activista contra el apartheid el puente que lleva su nombre, punto referencial y estratégico de la ciudad. Tiene una longitud de 295 metros y sobrevuela las vías del ferrocarril que separan los barrios de Braamfontein y Newtown. En este último se hallan, entre otras construcciones curiosas, Market Theatre y Bus Factory. También la casa de Mandela, reconvertida en museo, se incluye, junto al Museo del Apartheid, en todos los itinerarios diseñados para conocer su historia. Está ubicada en Soweto –a unos 20 kilómetros al suroeste de Johannesburgo–, hoy una de las zonas más emblemáticas. Y también una de las más turísticas. Es un suburbio que se enorgullece de que un día una de sus calles, concretamente Vilakazi Street, acogió al mismo tiempo a dos Premios Nobel: Desmond Tutu y el propio Mandela. Ambos vivían allá, cerca de la plaza Walter Sisulu, conocida como la Plaza de la Libertad, donde se adoptó la Carta de la Libertad en 1955. Son muy emblemáticas, igualmente, las dos Torres de Soweto, antiguas chimeneas industriales convertidas hoy en un inmenso graffiti. Hector Pieterson Memorial and Museum, construido en honor a la rebelión de Soweto, y el Orlando estadium también se hallan en esa zona. Entre plantas y animales salvajes La siguiente parada podrían ser los jardines botánicos Walter Sisilu, en el barrio de Roodepoort. Se trata de una reserva de 300 hectáreas de superficie divididas en distintos jardines temáticos cuya joya son las espectaculares cataratas Witpoortjie, de 70 metros de altura, en los alrededores de las cuales, de vez en cuando, se deja ver la pareja de águilas negras africanas o águilas de Verreaux, llamadas así en honor al naturalista francés Edouard Verreaux. Y, por supuesto, quienes dispongan de tiempo suficiente no deberían despedirse de esta ciudad sin realizar algún safari, especialmente en el Parque Nacional Kruger, una de las reservas más grandes de África que alberga a los cinco grandes salvajes de África: leones, leopardos, rinocerontes, elefantes y búfalos.