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Historia rescatada de las profundidades

Bajo las aguas de la bahía de Abukir, en Egipto, se halla uno de los mayores yacimientos arqueológicos de la antigüedad. A ocho metros de profundidad surgen restos de ciudades convertidas en escenario de excavaciones submarinas que han sacado a la luz miles de objetos de los antiguos egipcios.

Se han descubierto auténticos tesoros.

Los buceadores avanzan por un mundo silencioso y de visibilidad limitada. Tras descender ocho metros por las aguas de la bahía de Abukir, van apareciendo los primeros restos de la ciudad de Heraclion. Cabezas de dioses, enormes estatuas de faraones, lamparillas de aceite... el suelo se muestra sembrado de objetos de piedra y metal que en su día adornaban o se utilizaban en uno de los principales puertos del Egipto antiguo.

Tras tomar notas sobre su posición, los buceadores los recogen del fondo marino para subirlos hasta la superficie. Los objetos más pesados, como las estatuas, requieren de un esfuerzo muy superior. Una vez enrollada por varias cinchas, una potente grúa se encarga de hacer emerger una efigie de granito de cuatro metros que ha permanecido doce siglos bajo las aguas. Los serenos rasgos de un faraón, con su corona del Alto y Bajo Egipto, brillan al recibir los rayos del sol antes de que la enorme pieza termine apoyada en la cubierta del navío que la llevará a tierra.

Esta escena se repite con cierta frecuencia en la bahía, donde, desde hace dos décadas trabaja el equipo del Instituto Europeo de Arqueología Submarina (IEASM), fundado por el francés Franck Goddio. Este economista de formación y arqueólogo submarino por vocación recuperó para la historia de la humanidad dos ciudades que se consideraban míticas, ya que durante 1.200 años habían desaparecido bajo las aguas del mar Mediterráneo tras tener un papel destacado en el antiguo Egipto.

Principal puerto de Egipo

Thonis-Heraclion (denominaciones egipcia y griega de la misma ciudad) fue fundada en el siglo VIII antes de Cristo y se convirtió en el principal puerto de Egipto. Su importancia era tal que, antes de la fundación de Alejandría, era un centro de comercio internacional y por ese motivo habría llegado hasta allí Heracles (Hércules), el famoso héroe griego, que habría terminado dándole su nombre al lugar. Incluso Helena y Paris habrían pasado por allí antes de que estallara la guerra de Troya. Al margen de la leyenda, la importancia de este puerto la evidencia el hecho de que se han encontrado más de 700 anclas antiguas de barcos hundidos en la zona entre los siglos VI y II antes de Cristo.

Además, Heraclion tenía un relevante papel religioso, ya que albergaba el gran templo de Amón y su hijo Khonsou. En este lugar destacaba asimismo el culto a Osiris, deidad que vinculaba a la urbe con Canopus, ya que en esta segunda ciudad también existía un santuario al que viajaba la figura del dios en una barca desde Heraclion a través de un canal de 3,5 kilómetros para, posteriormente, ser sumergida y entrar en el más allá. Esta circunstancia hacía que Canopus fuera un lugar muy visitado por peregrinos que querían conocer el templo del dios que era hermano de su esposa Isis y padre de Horus.

Desaparición absoluta de Heraclion y Canopus

De la misma manera que Osiris unió a estas dos ciudades, el Mediterráneo las iba a hermanar, pero bajo sus aguas. Una sucesión de terremotos que comenzaron con el gran tsunami del año 365 devastó las costas del Mediterráneo suroriental a lo largo de años. Si ese primer gran terremoto afectó especialmente a Alejandría y su famoso Faro, una cadena de seísmos provocó unos movimientos del fondo arenoso que terminaron generando el hundimiento de parte de la ciudad fundada por Alejandro (la que en su día fue escenario de la vida de la famosa Cleopatra) y la desaparición absoluta de Heraclion y Canopus en el siglo VIII.

Durante 1.200 años incluso se llegó a dudar de la existencia de estas dos últimas ciudades, de las que solo se disponía de testimonios escritos en la antigüedad, hasta que en el año 2000, el equipo dirigido por Goddio localizó su ubicación. El hallazgo no fue casualidad, ya que estos expertos venían trabajando en el fondo marino de Alejandría desde 1996 y, con la experiencia adquirida en ese lugar, se decidieron a intentar localizar las dos legendarias urbes.

Pero también es verdad que la suerte les sonrió, ya que las localizaron en la bahía de Abukir, a treinta kilómetros de Alejandría. Su hallazgo requirió del correspondiente esfuerzo, ya que Canopus fue localizada a 1,8 kilómetros de la actual costa egipcia y Heraclion a siete kilómetros. Desde que fueron halladas, no ha cesado la actividad en Abukir, donde van saliendo a la luz del día miles y miles de objetos de las dos ciudades sumergidas.

Las Pompeyas egipcias

Hercalion y Canopus han sido comparadas con Pompeya, en el sentido de que una catástrofe natural detuvo el paso del tiempo en sus calles; en el caso de la urbe romana, la erupción del Vesubio y en el de las egipcias, los seísmos que las terminaron hundiendo en el Mediterráneo. Sin embargo, las dificultades para trabajar en uno u otro medio son muy diferentes, ya que los arqueólogos que desarrollan su actividad en Egipto deben hacerlo bajo el agua.

Para facilitar su trabajo, cuentan con la ayuda de un navío dotado con la más puntera tecnología, como un magnetómetro o un sonar de barrido lateral. Gracias a estos aparatos, desde la superficie y realizando como una especie de escaneos del fondo marino, se traza un mapa del lecho de la bahía con la ubicación de los restos arqueológicos que se encuentran a poca profundidad.

Con esa información, los buceadores se adentran en un mundo submarino en el que la visibilidad se reduce a tan solo veinte o treinta centímetros de su posición. Además, antes de llegar al primer estrato arqueológico, en algunas zonas es necesario retirar prácticamente un metro de sedimento.

Aunque el espacio trabajado hasta ahora no es muy amplio en comparación con el conjunto, los resultados han sido importantes, ya que se han rescatado miles de objetos, entre los que figuran grandes esculturas hechas en granito rosa, elementos arquitectónicos, inscripciones, pequeñas estatuas de bronce, joyas, monedas, lámparas de aceite, cuencos y platos para hacer ofrendas, amuletos de oro...

La mayoría de las piezas localizadas se dejan en el lecho marino, siguiendo las recomendaciones de la Unesco, y las que son sacadas a la superficie son depositadas en un tanque de desalinización para evitar que se deterioren. Unos días después se sumergen en agua dulce que se va renovando. Por último, se limpian las piezas de sedimentos y se dejan en el mejor estado posible.

Osiris en París

Parte de esos objetos rescatados estuvieron expuestos en la muestra del Instituto del Mundo Árabe de París. Titulada ‘Osiris. Misterios sumergidos de Egipto’, que mostraba un total de 293 piezas rescatadas de estas ciudades sumergidas y se centra en la citada importancia del culto a este dios que existía en Heraclion y Canopus.

Algunas de las más destacadas son una lámpara de aceite usada en las ceremonias religiosas, restos de sacrificios de animales, barcazas ceremoniales rituales e incluso un fragmento de las naos de las décadas, un monolito de granito que es el calendario astrológico más antiguo del mundo.

La exposición se completaba con esculturas procedentes del Museo Egipcio de El Cairo y del de Alejandría. Se trataba de cuarenta obras que en su mayor parte tampoco habían sido exhibidas antes fuera del país africano.

El eje central de la muestra era el dios Osiris, ya que, según ha señalado Goddio, «cuanto más excavábamos, más testimonios del culto al dios Osiris y de momentos de ceremonias iniciáticas y secretas aparecían. En Canopus y Heraclion, estamos realmente en la tierra de Osiris», deidad de la resurrección, la agricultura y los difuntos, además de símbolo de la fertilidad y regeneración del Nilo. Un dios que volvió de la muerte, como Heraclion y Canopus han resurgido de las profundidades de la historia.