GAIAK

El sonido urbano inunda los escenarios en la penúltima jornada del festival

El mismo día en que diferentes propuestas musicales se dieron cita en el escenario montado para la ocasión en el Parque del Prado, acompañado de food trucks para no desfallecer el día más caluroso de la semana, el hip hop y los ritmos urbanos se apoderan del jazz.

Theon Cross, a cuestas con su tuba. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

Teatro Principal

Kassa Overall

El elegante y coqueto teatro acogió a los más gamberros y desvergonzados músicos de los que han pasado por el festival a lo largo de la semana. El batería y rapero Kassa Overall, originario de Seattle, ofreció un concierto desigual pero interesante y, por qué no, refrescante en cuanto a su actitud y al planteamiento musical. La formación compuesta por el propio Kassa a la batería y a la voz, el teclista Ian Fink a los teclados, Bendji Allonce a la percusión y el incatalogable Tomoki Sanders al saxo y a todo lo demás, transfiguraron el Teatro Principal en un club underground.

Los dúos rítmicos entre la batería y las tumbadoras fueron el eje central del espectáculo. Mientras ambos creaban el groove que conformaba la base, Ian Fink iba rellenando con sus teclados y pads los huecos, coloreando discretamente y con un gran gusto, mientras que el dinamismo corría a cargo del multinstrumentista Tomoki Sanders. Bien haciendo un solo de saxo cuando la música lo requería, bien recorriendo el teatro de arriba a abajo con un cencerro durante una de las descargas rítmicas de corte brasileño, bien sentándose a la batería cuando Kassa agarraba el micrófono para rapear, disparando bajos desde su mesa de dj mientras tocaba percusión o haciendo coreografías en un lenguaje actual y juvenil, Sanders realizó la labor de poner el contrapunto en cada momento. En fin, un partenaire impagable, talentoso y peculiar músico ataviado con ropajes de su abuela cuando era hippy, como su apretado gorro inglés verde estilo victoriano con una flor amarilla, cuyo mérito añadido fue aportar con su saxo todo lo que de jazz hubo en la actujación. No es cuestión anecdótica tratándose de un festival de jazz.  

En definitiva, a la organización el invento le salió bien en esta ocasión. El público que tan entregadamente ha asistido a los eventos más sesudos, hilarantes o pretenciosos a lo largo de la semana, terminó en pie y haciendo los coros a la banda americana, comprándoles el producto. Esto demuestra que el respetable es capaz de disfrutar pasivamente de música más intimista, vanguardista o reflexiva, pero que si le das la posibilidad, también está predispuesto a relajarse y disfrutar de algo menos intelectual pero más fiestero y bailable. No hay gente para todo, si no que las mismas personas pueden estar abiertas a diferentes situaciones.

Mendizorrotza

Theon Cross

También en el polideportivo el ritmo urbano de la banda del tubista londinense daría continuación a lo visto y escuchado previamente en el Principal. Con su tuba haciendo las labores de bajo, Cross desarrolló su visión de la música funk acompañado por su habitual colaboradora, la saxofonista Chelsea Carmichael, el guitarrista Nikos Zarkias y el batería Patrick Boyle. Su actuación resultó un ejemplo de cómo usar los efectos sonoros para sonar moderno y urbano sin interrumpir el discurso musical por querer darles un aparente protagonismo, algo sobre lo que la trompetista Yazz Ahmed debiera tomar nota.

El groove de las líneas de bajo que Theon interpretó con su tuba a lo largo de todo el concierto impresionaron al público asistente, no solo por su precisión y contagioso ritmo, sino por el esfuerzo de no parar de tocar con un instrumento que pesa más de 12 kilos. Con tan aparatoso instrumento, tanto por su tamaño como por su morfología, y con el esfuerzo consiguiente que se evidenciaba tan solo escuchando y observando, sorprendió a un auditorio que en absoluto podía haber imaginado lo que con una tuba puede llegar a hacerse. Este fue uno de los puntos fuertes en los que el músico inglés basa su aceptación y su principal aval para formar parte de un festival de jazz del calibre del de Gazteiz.

Pero como un concierto solo de tuba puede llegar a hacerse pesado incluso a pesar de contar con el factor sorpresa, la saxofonista Chelsea Carmichael fue la encargada de la parte melódica y de hacer las delicias del público durante sus inspirados solos. No dejó indiferente a nadie su hermoso sonido con el tenor, ni su inspirado fraseo, además de ser la pieza fundamental a la hora de dar el carácter adecuado a cada uno de los temas de la banda. El batería trabajó bien a lo largo de todo el concierto empastando con el groove que la tuba proponía y el guitarrista, sin destacar y sin hacerse notar, que según y como puede ser una virtud y a la vez un anticoncepto. El guitarrista Nikos Zarkias fue sin embargo el más flojo del grupo, transmitiendo cierta inestabilidad, si bien la idea de incluir una guitarra sí que aporta un color que contrasta con los otros dos instrumentos de viento.

Tanto en el concierto de Yazz Ahmez, donde el que inquietó a lo largo de toda la actuación fue el bajista, que se adelantaba al tiempo –lo que en argot se dice correr– como el guitarrista en esta ocasión son el precio a pagar por los artistas que aun están trabajándose un nombre. En un estilo de música tan abierto y a veces complejo rítmicamente, una manzana podrida estropea todo el cesto, o como alguien dijo, un grupo de música es tan bueno como el peor de sus componentes.

A lo largo del festival se ha dado un mismo problema en varias de las propuestas más jóvenes. Más preocupados por definirse estéticamente, o por abusar de una particularidad concreta, pierden la perspectiva de que el oyente necesita variedad para no perder la atención. En el caso del pianista Yessai Karapetian la repetición se dio en la estructura y la velocidad de los temas. En el caso de Theon Cross, no haber intercalado temas funk basados en un acorde o modo, con otros de carácter más armónico, con más variedad de acordes y en otra clave diferente a la de la música de baile. Los jóvenes se olvidan de componer repertorios, o en su lugar se concentran solo en componer un tipo de temas que les gusta tocar o que es su único interés.

Aún con la falta de variedad, el público de Gazteiz se mostró predispuesto a disfrutar de la música de Theon Cross y su banda, a pesar de que público medio del festival no esté al tanto por este tipo de proyectos. En este orden de cosas, si traer proyectos más alejados del jazz en su raíz no termina de acercar al público joven para el que estas bandas tocan durante el año en los clubs de sus ciudades, debiera de hacer reflexionar a la organización del festival sobre si no aleja a un tipo de público ya fidelizado para próximas ediciones sin intercambiarlo por otro que hasta ahora no se hace eco del guante arrojado por los promotores o programadores del evento.

Resumiendo, Theon Cross y su banda hicieron un concierto serio, sin concesiones, donde pusieron lo mejor de sí mismos y sin entretenerse en postureos escénicos, al que le faltó un poco de variedad en el devenir de los temas.

Robert Glasper

Para cualquier festival musical de verano que se precie, seleccionar al artista importante que ocupará la cabeza de cartel en la noche de sábado no debe ser una decisión que se pueda tomar a la ligera. La organización apostó por el renombrado pero siempre abúlico Robert Glasper. Con su voz desganada y con un piano sobre el que expone más artificios que pericia, recursos y discurso, su baza para medrar siempre fue la de arrogarse ser un pianista de jazz que se relaciona con raperos y con músicas de corte urbano y underground.

Como ya me sucediera en un encuentro anterior, hace años en la mítica y malograda sala Boïte de Barcelona, el concierto se sujetó gracias a la participación de otro músico. Uno cuyo nombre no aperece en el cartel pero que cualquier músico o aficionado sumergido en el mundo del jazz conoce y admira. Hablamos del batería Chris “Daddy” Dave. Un batería que ha creado un estilo propio a partir del hip hop, pero de unos recursos ilimitados y capaz de desenvolverse en cualquier contexto musical. Su desbordante creatividad y su capacidad de romper el ritmo y volver a entrar en lugares apenas imaginables para el resto, sin dejar de hacer caminar la música pero generando la tensión necesaria para que el oyente no se vaya con su cabeza a otro lugar, se volvió a comer el concierto del bueno de Robert Glasper. El pianista parece haber asumido que su papel en el escenario es tocar una base sobre la que el batería ejerce toda su fuerza y capta toda la atención de una audiencia que, sin llegar a darse cuenta, gira sus sentidos a un lado del escenario que parece pesar más.

No encuentro motivos para explicar la suficiencia y la desgana con la que Robert Glasper se arrastra por los escenarios, pero si por el momento sirve para seguir teniendo la oportunidad de ver tocar a Chris Dave, habrá que dar por bueno su nombre en el cartel del sábado de los festivales veraniegos de Europa, donde se decide realmente el quien es quien del panorama internacional de jazz.

Hoy el festival nos propone regresar al Parque del Prado hasta que den las 20.30, momento en el que Kase.0 dará el cierre a esta última edición del Festival de Jazz de Gazteiz el año en que su creador Iñaki Añua nos abandonó.