GAIAK

Estar en contra


Tiene muchas ventajas oponerse por costumbre, en particular una vez que le tenemos cogida la medida a ese ‘juego’. Para empezar, es bastante estimulante ese pequeño o gran conflicto, que nos moviliza para hacer fuerza en sentido opuesto. ‘Estar en contra’, de base, también nos da una estructura clara sobre qué hacer para defender una determinada postura (lo que nos tranquiliza), marca un protocolo de actuación, de pensamiento y de sentimiento ‘lógico’ que se puede repetir tantas veces como se quiera, ya que normalmente nos oponemos apoyados en principios que sentimos universales dentro de nosotros, inamovibles, pero que solo pueden ser realmente idiosincrásicos.

‘Estar en contra’ también reduce la probabilidad de estar equivocados al ser, en el fondo, una reacción al otro, que es quien realmente toma la acción protagonista a la que nos oponemos. Si nos apoyamos en esos grandes principios y reaccionamos a lo que los contradice, ¡Eureka! ¡No hay más que hablar!, estaremos en posesión de la verdad. Así que, ‘estar en contra’ nos facilita la vida en ese sentido, al aligerarnos la responsabilidad de evaluar de nuevo o matizar, de ‘rescatar’ algo de lo opuesto o, sobre todo, de crear. Y es que, escuchar es bastante trabajoso; al menos, escuchar de verdad. ‘Estar en contra’ también es cómodo porque nos permite negar en nosotros, en nosotras, unas ciertas cualidades humanas incómodas, como si no formaran parte de nuestra naturaleza, sino de quienes reciben nuestra oposición.

A pesar de lo improbable del asunto, ese otro contra el cual estamos concentra las cualidades negativas humanas que le llevan a pensar lo que piensa, sentir lo que siente y hacer lo que hace. La incomprensión o la ignorancia por nuestra parte también se esquivan ‘estando en contra’. Es una ventaja ‘estar en contra’ porque, aparte de eximirnos de responsabilidad, señala directamente a alguien, culpable de lo que no funciona, lo que, de paso, nos hace a nosotros ‘mejores personas’. Sin embargo, ‘estar en contra’ por costumbre tiene sus desventajas. Para empezar, sus ventajas psicológicas son adictivas, es difícil renunciar a ellas y las buscamos por si mismas, no por su utilidad cambiante.

Es una posición conservadora, nos mantiene exclusivamente en el sitio si no trae propuestas asociadas; es decir, nos exime aparentemente de la responsabilidad del resultado (que es “catastrófico” por culpa del otro) pero no evita la necesidad de crear las alternativas, no es suficiente por sí para el futuro o el bienestar. Tampoco nos sirve para integrar, cohesionar o crecer si el resultado es la anulación del otro, en una fantasía de que podemos vivir solo rodeados de quien siente o piensa ‘como yo’, porque eventualmente con ese también habrá disensiones. La endogamia psicológica, como la genética, genera sus debilidades, con la consecuente dificultad de adaptación.