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Javier Armentia
Exdirector del Planetario de Iruñea

«El Planetario es un vehículo que ha contribuido a que el público esté más atento a la ciencia»

Después de tres décadas, Javier Armentia finaliza su trayectoria como director del Planetario de Iruñea, una singladura en la que ha trabajado por acercar la ciencia a todo tipo de públicos. No acaba aquí su labor como divulgador científico, que va a seguir realizando en diversos proyectos.

Javier Armentia posa en el kiosko de la Plaza del Castillo. (Iñigo URIZ | FOKU)

De ser una idea con futuro incierto en sus orígenes, el Planetario de Iruñea se ha ido consolidando a lo largo de estas tres últimas décadas como un espacio de encuentro para la ciencia y la cultura. Su ya exdirector, Javier Armentia, considera que el mayor acierto ha sido saber elegir a las personas adecuadas para transmitir con un lenguaje comprensible las más diversas materias científicas al público en general.

30 años en tiempo astronómico es una insignificancia, pero en la vida de un ser humano da como para vivir muchas experiencias.

Y el balance ha sido muy positivo. En los inicios del Planetario nos encontramos con que los científicos no contaban al público lo que estaban haciendo. Nos propusimos que eso tenía que cambiar e impulsamos que ese nuevo espacio fuera un lugar de encuentro para la ciencia y transmisión de esta disciplina a la gente. Ahora, las noticias sobre acontecimientos científicos llegan a las portadas de los medios de comunicación y en los de carácter digital están constantemente, pero eso hace tres décadas no ocurría. Esta nueva situación nos ha obligado a estar al día sobre todo lo que sucede en ese ámbito, para informar al público y resolver dudas o preguntas que puedan surgir. El equipo que empezamos en el Planetario dejamos ahora paso a una nueva gestión porque consideramos que aquella misión de hace 30 años, que fue muy gratificante, ya está completada. Vivimos en una sociedad mucho más interesada por la ciencia y la tecnología de lo que pensábamos que podía ser.

Los inicios del Planetario no fueron fáciles, ni siquiera cuando solo era una idea, que estuvo rodeada de cierta polémica política. ¿Cómo vivió aquel momento?

En mi caso, me incorporé en el año 1990, cuando se crea la sociedad pública que va a gestionar el Planetario. En aquel momento se vivía un momento en el que a Navarra se le iban a transferir las competencias educativas, se estaba construyendo lo que hoy es la UPNA y en el Estado se vivía el boom de la Expo y los Juegos Olímpicos. Frente a la opinión de quienes decían que igual era prioritario levantar un Auditorio u otros servicios, nosotros expusimos que el Planetario iba a ser un espacio que tendría la acogida del público, estábamos seguros de ello. Convencimos a los responsables del Gobierno de Navarra, del Ayuntamiento de Pamplona y de la obra social de la entonces Caja de Ahorros de Navarra de que íbamos a generar un entorno en el que la ciencia y la cultura iban a tener cabida. Llegamos a 1993 con una crisis económica e institucional que provocó un cambio de gobierno, el edificio se inauguró sin saber muy bien qué pasaría. Y, para nuestra sorpresa, tuvimos una respuesta estupenda, los centros educativos comenzaron a venir y el público en general se acercó, sobre todo los fines de semana, así echamos a andar, siendo pequeños y muy flexibles. Luego hemos pasado por situaciones críticas, como cuando en 2012, coincidiendo con otra crisis económica, vimos recortadas en un 97% las ayudas desde Educación, pero ahí nos echó una mano la Fundación de la Caixa.

Finalmente, aquel proyecto siguió adelante y terminó por consolidarse. ¿Qué considera que ha aportado a la sociedad navarra durante todo este tiempo?

No quiero echarme muchas flores, pero creo que hemos sido un vehículo que ha contribuido a que el público esté más atento a temas científicos, porque durante todos estos años no solo hemos hablado de astronomía, también de tecnología y otras materias. Ahora mismo, por ejemplo, estamos muy centrados en todo lo que rodea al cambio climático, adaptación y sostenibilidad. Y ha sido un trabajo y compromiso nuestro de que todo ese lenguaje llegase al público, para lo que hemos contado con las mejores personas que pueden explicar todas esas cuestiones, priorizando el talento local y la presencia de las mujeres, algo que hemos encontrado en las universidades y en los centros de investigación.

«Socialmente, la ciencia ha ido ganando peso, pero los problemas que más preocupan a la ciudadanía están mediatizados por los fuertes intereses que tienen poderes públicos y privados»

De todo ese trabajo de tres décadas, ¿qué iniciativas destacaría por haber sido las más pioneras o calado más en el público?

Nos estrenamos con un primer programa sobre la Vía Láctea, pero muy relacionado con el Camino de Santiago, que tiene mucha importancia en Navarra, en el que se incluye un discurso sobre cómo es el conocimiento desde la poesía, el arte, la historia, la espiritualidad y la ciencia, una apuesta que nadie esperaba, que sorprendió por novedosa y que incluso se extendió a otros países. Con el paso del tiempo lo hemos ido actualizando porque ha habido descubrimientos en nuestra galaxia, como la materia oscura, y había que contarlo. Hemos apostado mucho por el tema escolar, con el programa ‘Escuela de estrellas’, que es una experiencia interactiva en el Planetario y que también se traslada a los centros educativos con actividades previas y posteriores. Otro gran proyecto ha sido ‘Pirineos La Nuit’, en el que hemos desarrollado una colaboración transfronteriza poniendo en valor la noche oscura como un recurso más para dichas zonas. También hemos impulsado la Semana de la Ciencia Navarra, llevándola por diversas comarcas, y a ello hay que sumarle ciclos de conferencias, exposiciones y cursos. Y luego hemos realizado otras iniciativas que podríamos considerar elementos ornamentales o artísticos, como un jardín exterior que representa la Vía Láctea en colaboración con el Ayuntamiento o la colocación de una tabla periódica en cooperación con el Departamento de Industria. Ahora estamos en una coproducción con otros 20 planetarios para realizar un documental sobre los próximos eclipses solares totales que podremos ver en 2026 y 2027, además del anular de 2028.

Y ahora finaliza su etapa como director. ¿Qué le ha motivado a tomar esa decisión?

El tiempo va pasando y cumplimos años. El público cambia y desde NICDO se buscan nuevos enfoques a los programas, la producción audiovisual del Planetario se ha ido aparcando, algunos compañeros ya no están en dicho espacio, otros han cambiado de labores. Había que dar un paso a un lado y que hubiese una renovación que pueda hacerlo mejor.

Sin embargo, no hay ninguna duda de que va a seguir dedicado a la tarea de la divulgación científica, ¿qué planes tiene a futuro?

Creía que, al prejubilarme, iba a disponer de más tiempo para no hacer nada, pero estaba equivocado. Seguiremos haciendo ciencia en los bares y otros lugares con el físico de la UPNA Joaquín Sevilla y el microbiólogo de la UN Nacho López, también seguir participando en proyectos como ‘Harmonices mundi’, mostrando ciencia bajo las estrellas con música en directo. Y continuaré con mis colaboraciones con diversos medios de comunicación audiovisuales, radiofónicos y escritos.

‘No mires arriba’ es una magnífica parodia de Adam McKay que expone a la perfección la imbecilidad humana y el poderío del dinero. ¿Lucha la ciencia contra gigantes?

Socialmente, la ciencia ha ido ganando peso, pero los problemas que más preocupan a la ciudadanía están mediatizados por los fuertes intereses que tienen poderes públicos y privados, bancos, petroleras, farmacéuticas, etc. Un claro ejemplo es el cambio climático, los científicos expertos que se dedican a esta cuestión no se explican cómo no actuamos para corregirlo y, por contra, están apareciendo cada vez más corrientes de negacionismo, que es pura propaganda de ultraderecha. Con el GPS, satélites e imágenes que hay hoy día es imposible que pudieran existir terraplanistas, pero es que no quieren analizar todos esos datos, lo mismo que no lo hace un fundamentalista cristiano que se cree literalmente el Genésis, cuando no es algo cierto. Se está reemplazando el pensamiento crítico que impulsa la ciencia por la asunción de dogmas. Y eso es muy peligroso.

Javier Armentia seguirá dedicándose a la divulgación científica. (Iñigo URIZ | FOKU)

Que buena parte de las generaciones venideras aspiren a ser como Cristiano Ronaldo o a convertirse en la influencer del momento y no conozcan quiénes fueron Alan Turing o Peter Higgs, ¿nos tiene que preocupar?

La culpa no la tienen los jóvenes por no interesarse en algo que es importante, como la ciencia, sino que la tenemos toda la ciudadanía, y me incluyo, por la pasividad que tenemos al permitir que una persona que se esfuerza estudiando una carrera, haciendo un máster e incluso teniendo que salir al extranjero, luego no sea reconocida con un trabajo digno. Y, si es mujer, no va a tener el reconocimiento correspondiente, porque todos los premios Nobel se los llevan hombres. Es el mismo fenómeno, aunque resulte cruel decirlo, que sucede en los barrios más pobres, que se están llenando de casas de apuestas y juegos. Estamos condenando a una parte de la sociedad a que su única esperanza sea que les toque la lotería. Mi diagnóstico cada día es más negativo y, sin embargo, creo que hay que seguir trabajando para cambiarlo.

Ahora mismo, esas futuras mujeres y hombres se están educando. ¿Cree que los centros escolares imparten suficiente ciencia y de calidad?

Los centros educativos hacen mucho más de lo que pueden, la enseñanza de la ciencia no es magnífica porque no tienen medios, como ocurre con muchas otras materias, pero es muy buena. El problema radica en que aprendemos solo con el objetivo de aprobar y pasar de curso. Ocurre también con la diferencia de sexos, se viene asumiendo socialmente que las tareas complicadas las deben realizar los niños y que las niñas deben dedicarse a jugar con muñecas. El problema radica en que la sociedad y a quienes corresponde no apuestan por una educación igualitaria y de calidad, aportando los medios que necesita.

Hagamos autocrítica. ¿Contribuimos los medios de manera eficiente dándole importancia informativa y enfoque acertado a la divulgación científica?

En los años 90 había varias revistas científicas con una importante tirada y los periódicos disponían de un suplemento semanal sobre esa materia, pero todo ello ha ido desapareciendo con el paso del tiempo. En consonancia con ello, el empleo en los medios de comunicación se ha ido precarizando y ahora ya solo priman el posicionamiento y el algoritmo. Lo estamos viendo en las redes sociales, donde se priorizan contenidos muy extremos. Las noticias llamativas sobre ciencia venden, pero es complicado encontrar un reportaje que profundice en una determinada cuestión. Formo parte de la Asociación Española de Comunicación Científica, que la componen periodistas, comunicadores y divulgadores, y profesionalmente hablando, tenemos más paro que nunca.

Comenta que las nuevas tecnologías comunicativas y redes sociales siembran cada vez más confusión a la hora de transmitir materia científica.

Se utiliza un vocabulario destinado a que se antepongan los algoritmos para que la noticia aparezca más en redes, un ejemplo de ello es el término «superluna», utilizado varias veces al año para designar algo que no es noticiable. No es una crítica únicamente al periodismo, sino que incluso observatorios astronómicos oficiales o la misma NASA juegan con ese tipo de léxico. Otro clásico son los meteoritos que van a pasar «rozando» la Tierra, aunque luego lo hagan a dos millones de kilómetros o la aparición de un cometa, que siempre es el del siglo, aunque al año siguiente se presente otro similar. Una buena iniciativa que ya se aplica en otros países es el Science Media Center, financiado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), que para  contrastar descubrimientos o informes sobre diferentes materias recoge opiniones de científicos que incluso pueden ser contrarias y que son accesibles como Creative Commons para los medios de comunicación.

«Se está reemplazando el pensamiento crítico que impulsa la ciencia por la asunción de dogmas. Y eso es muy peligroso»

Hablando de invenciones, usted se ha destacado con la pluma y con la voz por combatir mitos como las religiones, la astrología o los OVNIs, entre otros. A partir de ahora, ¿con mayor motivo?

Seguiré, porque hay casos en los que el pensamiento crítico puede conseguir que algo se pare. Pongo el ejemplo de la homeopatía, que hace unos cinco o seis años estaba en boca de todos e incluso hubo un movimiento que, seguramente por presiones de los lobbies farmacéuticos, promovió que sus medicamentos fueran costeados por la Seguridad Social, como ocurre en Francia. Pues bien, algunas actuaciones poco estratégicas, que pagaban a universidades, como la Barcelona, han acabado por mandarles al guano, porque son una barbaridad. Además, la llegada de una pandemia, que ha necesitado de vacunas reales, no imaginarias, ni de tratamientos homeopáticos, que no funcionan, lo ha desmontado todo. El problema es que van surgiendo nuevas terapias, especialmente en el tema de las dietas, ante las que los nutricionistas ahora sí que son beligerantes, matizando cuáles pueden funcionar y cuáles no, dependiendo además de los hábitos personales. Incluso la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha tenido que salir al paso de todo el negacionismo que hay en torno al cambio climático

Por contra, se ha avanzado en algunas cuestiones. Muchas instituciones públicas ya se toman en serio el problema de la contaminación lumínica e incluso ven una oportunidad de promocionar sus regiones con el sello Starlight. ¿Queda todavía mucho camino por recorrer?

Mucho, pero estamos en una fase muy bonita. Se ha realizado un importante trabajo en el Roncal y las Bardenas para fomentar el astroturismo, con el Planetario siempre haciendo una labor de acompañamiento, porque esas comarcas se han dado cuenta de que pueden ofertar algo diferente, al ser zonas más despobladas y que pueden lidiar mejor con la contaminación lumínica. También se han llevado a cabo experiencias singulares en otras localidades, como Ujué o Lerín, en las que las observaciones del cielo han estado ligadas a conciertos de música o catas enológicas, además de conferencias. Quedan oportunidades por llevar a cabo, como, por ejemplo, combinar estrellas con paseos por huertas, que son unos grandes espacios de biodiversidad. Lo cierto es que cada vez nos llaman de pueblos más pequeños para guiarles en este tipo de actividades, que además no necesitan de grandes inversiones e infraestructuras.

Hay quien piensa que es una pérdida de tiempo y dinero la exploración espacial, ¿qué le argumentaría?

Nunca he sido un hooligan de dicha cuestión, porque no debemos olvidarnos que la era espacial nació de la mano de la Guerra Fría y de la exaltación militar de dos bloques. Pese a ser hija de unos muy malos padres, la investigación espacial ha traído consigo enormes adelantos en las telecomunicaciones, los sistemas de posicionamiento, la meteorología o el estado de nuestro planeta. Y luego hay que hacerse preguntas de ciencia básica, como intentar conocer nuestro mundo, el Sistema Solar, cómo ha nacido nuestro universo, si hay vida en otros planetas, cuestiones sin una verdadera utilidad práctica que han surgido gracias a la exploración espacial. Lo cierto es que, si no hay ciencia básica, no hay ciencia aplicada. Si no se hubiera descubierto el láser como curiosidad teórica en un laboratorio de física nunca hubiera podido ser aplicado como utilidad médica o tecnológica.

Pero últimamente esos paseos espaciales se están convirtiendo en un negocio.

Cuando empezó la aviación hace un siglo, los primeros que se dedicaron a ello eran la denominada clase noble, la alta burguesía y los grandes empresarios. ¿Por qué? Porque podían y porque alardeaban de algo que el resto del mundo no podía hacer. Ahora ocurre algo parecido con los viajes espaciales, que es como una enfermedad de juventud que puede dejar secuelas, pero se acaba pronto. También están sucediendo cosas interesantes, pero a base de talonario y sin criterios éticos. Un buen ejemplo serían los satélites Starlink que está lanzando al espacio Elon Musk, que facilitarán las comunicaciones en zonas más aisladas del mundo, pero que van a generar un auténtico problema de basura espacial o generación de residuos en la atmósfera cuando dejen de funcionar.