2022 MAR. 20 PANORAMIKA Hacer desde el hacer ppan (Zazpika) Iker Fidalgo El arte contemporáneo arrastra desde siempre un lastre que pone en duda el origen de su propia existencia. La pregunta que cada cierto tiempo asoma y cíclicamente nos enquista en debates sin salida: ¿qué es el arte? Marcel Duchamp, figura indiscutible de la última gran revolución del arte y responsable directo de muchas de las cuestiones que hoy asumimos como tal, decía abiertamente que «arte es aquello que se denomina arte». Esta afirmación, que pudiera parecer demasiado obvia o carente de profundidad, fue en realidad todo lo contrario. Por un lado, porque supuso la apertura de los espacios de autoría hacia la creación artística no especializada. Es decir, hacia un lugar en donde la especialidad técnica o el dominio virtuoso no era el objetivo sino la herramienta. Y, por otro, porque abría el espectro de lo artístico a elementos presentes en la vida cotidiana y a una relación con el objeto completamente nueva. En este sentido, y siguiendo la misma fórmula, podríamos asegurar entonces que el arte es lo que hacen las y los artistas. Aquello que realizan en su práctica y que supone no solo una manera de trabajar, sino una forma de relacionarse con su entorno y con el mundo. La producción artística es a la vez un tipo de lenguaje y, de alguna manera, una forma de comunicación. Por tanto, subyacen del propio gesto del hacer, significados y posicionamientos vitales que se acercan a posturas casi políticas. Las artes visuales se asientan en la práctica como espacio de acción, reflexión e investigación. Pues el arte es, a fin de cuentas, una manera de estar. La Sala Amárica de Gasteiz, referente de la fotografía en el contexto de nuestro territorio, inauguró el pasado febrero una exposición a cargo del fotógrafo Koldo Mendaza (Gasteiz, 1964). Hasta el 27 de marzo podremos visitar una colección de 50 piezas en blanco y negro a través de las cuales redescubrir los formatos fotográficos analógicos que son ya una rareza en el mundo de la imagen digital. Pero más allá de la curiosidad técnica, “No se puede meter el mar en un cuadrado” es una muestra que recoge capturas realizadas por Mendaza y que funcionan como vestigios de la propia vida del autor. El público se enfrenta a una puesta en común de imágenes íntimas en las que podemos entrar a través de la mirada del artista y nos sentimos parte de una atmósfera propia. Retratos agitados, rostros intuidos, fragmentos de paisajes y miradas tachadas son algunos de los ingredientes que componen el universo del autor. Maite Iribarren es una artista de origen navarro, afincada en Estados Unidos. A finales del año pasado realizó una estancia en el Centro Huarte en la que desarrolló un proyecto en torno a sus raíces familiares y la memoria de lo cotidiano. Paisajes, objetos o animales fueron algunos de los elementos con los que comenzó a trabajar bajo el título “Lo que queda”. Meses después, el Horno de la Ciudadela de Iruñea es el escenario donde se despliega ese proceso en formato expositivo. Hasta finales de marzo, Iribarren nos acompaña en una reinvención de su propia herencia cultural. Objetos que aparecen sacados de su contexto y se convierten en nuevos instrumentos. La memoria como espacio de experimentación, como lugar activo que permite reinventar códigos sobre los que asentamos nuestra convivencia. Alejandra Bueno (Gasteiz, 1987) inauguró a principios de mes en el Centro Zelaieta de Zornotza una muestra de su proyecto “No soy flor de tu florero”. Un proyecto fotográfico que hasta el 31 de marzo podremos visitar y en el que Bueno interpreta a una mujer cuyo rostro aparece cubierto por una corona de flores. Un anonimato que la convierte en una representación de un cuerpo colectivo que se enfrenta a diferentes situaciones en el hogar. Escenografías forzadas y caricaturizadas que nos ponen delante de estereotipos que, sin embargo, se nos hacen reconocibles y más cercanos de lo que podríamos pensar.