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GASTROTEKA

Dos semanas en un «food truck»


Feliz domingo familia y amigos. Venimos de unas semanas en las que los eventos, que ahora parecen extraordinarios, dan sentido a nuestras semanas casi veraniegas. Es fácil encontrar una excusa para recorrer kilómetros, a dos euros el carburante por litro, con tal de llegar a la fiesta, feria, festival, encuentro o congreso abierto de turno. La euforia y la organización casi desmesurada de eventos acopia nuestros fines de semana sin piedad. Y ocurre que nos quedamos fuera del marco social y sin tema de conversación si no acudimos a uno de estos, porque todo el mundo tiene que dejarse ver. ¡También os digo que falta hacía que nos viéramos las caras!

Estamos en un punto en el que la pandemia ya “ha pasado”, y digo esto entre comillas porque nos queda un resquicio inmenso de cómo hemos funcionado estos dos años de bicho. Os cuento. He estado trabajando durante dos semanas consecutivas en un food truck (un puesto de comida callejera con ruedas) y algo que me ha llamado muchísimo la atención es la facilidad con la que exigimos como clientes. Antes preguntábamos. Pues eso, que no preguntamos, no pedimos por favor, directamente exigimos. Y si la respuesta es no, porque el puesto, el food truck o el establecimiento al que se le ha “exigido” un producto “X” no lo tiene, ponemos mala cara o no lo entendemos.

Esta es la parte que me preocupa. Estamos empezando a dar por hecho que todo aquel que ofrezca un producto o un servicio tiene la obligación de ofrecernos de todo, al momento y al precio que uno considere. No sé a vosotros, pero a mí esto me da más miedo que los carteles veraniegos de paella + sangría a 10€.

¿Quién de vosotros es el valiente que entra a una frutería y se queja porque no le venden merluza? Pues esto es más o menos lo que ocurre. No sé por qué motivos (o quizás sí) estamos empezando a comportarnos de esta manera. Nos molesta (solo en algunos establecimientos) perder el tiempo. A mí también. Pero esa pérdida de tiempo, ¿es realmente una pérdida de tiempo? Qué rápido se nos ha olvidado que en la artesanía el valor reside en el conocimiento y la buena mano. Y para eso el tiempo es indispensable. Para el aprendizaje, pero también para la buena aplicación de la técnica.

Si a un cocinero le dicen que la mesa o el cliente X quiere cinco platos, pero tiene prisa, seguramente tenga que buscar un camino que ataje lo que de otra manera hubiera hecho. Y seguro que el producto, dentro del estar correcto, pierde cualidades. No podemos tenerlo todo, cómo y cuando queremos. Lo que ocurre después es que hay veces en las que este cliente se queja porque no le han servido en cinco minutos lo mismo que le han servido alguna otra vez en quince.

«Hamburguesa de la huerta». Para que vayáis entendiendo de qué os estoy hablando, voy a contaros algún que otro ejemplo concreto de lo vivido. En dos semanas de servicio nos han exigido bebidas de todo tipo, como si un food truck fuera un establecimiento hostelero cualquiera. En lugar de acercarse y preguntar qué era lo que ofrecíamos. Asociado a esto, me preocupa la facilidad con la que las familias no quieren Coca-Cola para sus hijos, pero no les importaría atiborrarlos con Aquarius o Nestea que, teniendo menos azúcar, siguen teniendo un contenido más que elevado, ideal para un post entreno, pero no para “potear”. Una amiga que se dedica a la nutrición me dijo una vez y no se me olvidará nunca: “No os bebáis las calorías”.

Otro de los hechos que me han hecho reír en más de una ocasión ha sido que la asociación del food truck a las hamburguesas con queso, beicon y kétchup es más fuerte de lo que pensaba. A lo mejor estas dos semanas hemos querido darle una vuelta y por eso a la única burger que ofrecíamos la llamamos “Hamburguesa de la huerta”. Ese “de la huerta” ha causado más polémica que las declaraciones cárnicas de Alberto Garzón. Resulta que mucha gente asociaba este “de la huerta” a que la hamburguesa fuera vegetal. Siendo de la huerta el resto de los ingredientes que acompañaban a la carne, a más de uno no le convenció que la llamáramos así. Pero bueno, esto es anecdótico.

Un tercer punto que creo que está asociado a lo que os contaba al principio es el hecho de hacer un pedido y esperar que le llegue a uno a las manos, aunque se haya alejado del food truck 100 metros. Desde el momento que hacemos un pedido, nos sentimos con derecho a exigir. Esto sí me ha llegado a molestar. Ha habido casos en los que, habiendo avisado, la gente se iba a dar una vuelta y se quejaba después de que su pedido estaba casi frío al recogerlo. Teniendo una cola de 40 personas esperando para pedir y con una media de 2-3 minutos para despachar un pedido, le pedíamos a la gente que se quedara cerca. Y dejándonos la garganta gritando los nombres de los pedidos, seguíamos teniendo que repetir pedidos para que la gente no se los llevara fríos. Sí, además los repetíamos para que el cliente no sufriera las consecuencias de su «hemos dado una vuelta mientras lo preparabais».

Reflexiones. Estas son solo algunas de las situaciones que vivimos en la hostelería, pero que he visto multiplicadas por mil en un food truck. Son solo algunos casos, pero la realidad es que son mucho más frecuentes que antes. Que entiendo que en una sociedad avanzada y en pleno siglo XXI la tendencia debería de ser la contraria, pero no lo es. Cabe destacar la gran sensibilidad que ha tenido estas dos semanas la gente joven con el tema del plástico y la reutilización de este. ¡Chapeau! De verdad, de quitarse el sombrero.

Por ir cerrando y dejando una propuesta para la reflexión. Pensad en cómo el tema de las compras y los servicios online están cambiando nuestra forma de consumir en la hostelería. Todo esto que os he contado pasa por esto mismo. Damos por hecho que alguien que ofrece un servicio de venta de producto, tiene que tener de todo y al precio que podamos encontrar online. Nos está dejando de importar el qué comemos, cuándo y cómo, pero luego nos tomamos los entrenamientos de la tarde más en serio que nuestra propia alimentación. Mejor compensar lo uno con lo otro, ¿no? Hemos cambiado tanto en tan poco tiempo que se nos ha olvidado preguntar antes de exigir, se nos han olvidado los oficios, pero queremos seguir manteniendo nuestra identidad. ¿Cómo? ¿Comprando y exigiendo todo desde la nube? Decimos lo que somos pero, ¿somos realmente lo que enseñamos? Esto lo estamos viendo desde el prisma hostelero, pero claramente se visualiza desde cualquier gremio.

La de hoy ha sido una carta abierta al cliente de hoy y de mañana. Aprendamos a disfrutar de bares, restaurantes y food truck como el comer se merece. Entendamos que, desde el momento en el que cruzamos una puerta de un establecimiento hostelero, estamos entrando en casa de alguien, con todo el respeto y educación que esto merece.

Quizás nos venga bien frenar un poquito para que no se nos olvide que la pantxineta lleva leche de vaca o que la merluza en salsa verde se hace con merluza. Esto es ironía, pero me da miedo que deje de serlo.

Un abrazo grande familia,

On egin!