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MIRADA AL MUNDO

Harry Smith. El coleccionista de aviones de papel


Nadie sabe todavía qué le empujaba a coleccionarlos, pero durante tres décadas el polifacético artista y místico Harry Everett Smith (1923-1991) recogía y guardaba todo avión de papel que encontrase por las calles de Nueva York. Ahora 251 de «sus» aviones han sido fotografiados por Jason Fulford para el libro que acaban de publicar Andrew Lampert y John Klacsmann con la editorial norteamericana J&L Books y Anthology Film Archives; un archivo, este último, que se encargó de la custodia de este extraño material en Nueva York hasta 2012, fecha en la que pasó a manos del Getty Research Institute de Los Ángeles.

Personaje bastante extraño, adorado pero a la vez temido por su excéntrica personalidad, este bohemio es considerado como una de las figuras centrales de la vanguardia beat americana de la segunda mitad del siglo XX. Fue antropólogo, etnomusicólogo, productor de cine experimental... y, sobre todo, coleccionista. Es famosa su colección de 30.000 huevos de Pascua ucranianos –él los relacionaba con los motivos que dibujan los indios seminolas– y su recopilación de música folk americana, publicada por la discográfica Folkways Records y por la que le dieron un premio Grammy honorario en 1991. No en vano, esta “Antología de la Música Folk Americana” tuvo mucha influencia en el revival que protagonizaron músicos como Bob Dylan o Joan Baez. Harry Smith era un espíritu complicado, eso es cierto: le interesaba el arte, la antropología o el cine, pero a lo vez nunca le abandonó la fascinación por el misterio, que exploró estudiando la cábala, el ocultismo y todo tipo de fenómenos paranormales.

Objetos que dicen mucho de una cultura. Andrew Lampert explica que, entre 1961 y 1987, Harry Smith formó «la colección más grande de aviones de papel del mundo», aunque «no estaba particularmente fascinado por la aviación, ni había viajado mucho en avión». Vivía como un vagabundo, hospedándose en habitaciones de hotel o en casas de amigos como el poeta beat Allen Ginsberg, y en su deambular por la Gran Manzana «acumuló montones de objetos relacionados con sus diversos caprichos», que guardaba en un guarda-mueble, el apartamento de un amigo y el sótano de un museo «como objetos de estudio cultural». Rani Singh, directora de sus archivos y ayudante del artista entre 1989 y 1991, da más claves: «A Harry Smith le interesaban particularmente los patrones que se entrecruzan entre distintas culturas, los objetos relacionados con la conciencia de los seres humanos».

Algunos aviones dan testimonio de la efervescente época beat, como el de colores sicodélicos fabricado con un cartel del icónico café Au Go-Go de Greenwich Village, u otro hecho con un folleto plegado en el que se convoca a una manifestación contra la guerra de Vietnam. Jan Bender, del Getty Research Institute, da otra explicación: podrían formar parte de un proyecto que Harry Smith quería poner en marcha en los años 80. Serían el elemento visual de una instalación con grabaciones de los sonidos cotidianos de la Gran Manzana, como maullidos de gatos, pasos, el rugido del tráfico... Harry Smith falleció como vivió: de un ataque cardíaco mientras cantaba en los brazos de la poeta italiana Paola Igliori, en la habitación 328 del famoso y bohemio hotel Chelsea de Nueva York.