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CINE

«Roman J. Israel, Esq.»


Ha habido un retraso en la fecha de estreno del segundo largometraje del guionista Dan Gilroy como director, debido a que en su presentación en el Festival de Toronto generó comentarios negativos por parte del público y de la crítica, lo que ha obligado a su responsable a encerrarse de nuevo en la sala de montaje y a hacer una serie de cambios en base a las quejas recibidas. Por lo visto la parte del metraje más afectada es la relativa al personaje secundario de Colin Farrell, que estaba poco o insuficientemente desarrollado. En cambio, la actuación estelar de Denzel Washington no se ha visto perjudicada, puesto que ha conseguido la nominación al Oscar de Mejor Actor, al igual que en los Globos de Oro o en los premios del SAG, que es el sindicato de actores de los EEUU. No podía ser de otra forma porque el actor afroamericano ha sido el verdadero impulsor de este proyecto, y desde un primer momento contactó con Dan Gilroy para ir preparándolo entre ambos. Entre los dos estudiaron cada detalle correspondiente al diseño del personaje, a fin de crear un personaje único y excepcional, uno del todo diferente a cuantos ha interpretado el flamante Premio Donostia a lo largo de la exitosa carrera que le ha convertido en un auténtico icono para su comunidad.

El patrón tenía claro que quería a Dan Gilroy a su lado para escribir y dirigir “Roman J. Israel, Esq.” desde que vio su impactante ópera prima “Nightcrawler” (2014), protagonizada por un extraordinario Jake Gyllenhaal. Era una visión muy oscura del periodismo actual, como un negocio en el que el reportero audiovisual que va por libre es capaz de manipular incluso los sucesos trágicos con coste de vidas humanas con tal de vender su producto informativo y hacerse un sitio en los medios de comunicación punteros. Gilroy se inspiró en el clásico de Sidney Lumet “Network” (1976), una visionaria obra sobre el futuro más sombrío de la televisión. Para su siguiente trabajo ha acudido de nuevo a Lumet, por ser el gran maestro del drama judicial, género al que pertenece de lleno “Roman J. Israel. Esqu.”. Por cierto, la abreviatura “esq.” suele ser la utilizada en la cultura anglosajona por abogados y diplomáticos a continuación de su apellido, y no deja de ser un equivalente al “sr. don”.

Entre los rasgos definitorios del protagonista, además de su forma de vestir, sus grandes gafas y su peinado afro, está la música que escucha a todas horas en sus auriculares. Se trata de música negra de los años 60 y 70, lo que contribuye a una buena nómina de artistas que confluyen en una banda sonora antológica con The Spinners, The Chambers Brothers, The Jimmy Castor Bunch, Funkadelic, Eddie Kendricks o Marvin Gaye. Son sonidos representativos de la personalidad de un abogado que se siente identificado con los ideales de aquellas décadas, en las que tanto luchó su comunidad por los derechos civiles. Pero a raíz de la muerte de su mentor se ve un tanto descolocado, y empieza a encontrar dificultades para encajar su forma de pensar en los tiempos materialistas que corren.

La crisis de identidad por la que atraviesa este abogado afroamericano le dificulta mucho la conciliación entre el compromiso ideológico y la salida profesional, por lo que entra en una dinámica de renuncia a sus principios para poder prosperar en un importante bufete legal. Y ahí aparece la tentación económica ejercida por Colin Farrell en su papel de directivo del despacho de juristas, junto con el hartazgo acumulado por tantos casos perdidos debido a la aplicación discriminatoria de la ley en los EEUU. En el otro lado de la balanza se sitúa la activista afroamericana encarnada por la actriz Carmen Ejogo, que intentará rescatar al ser combativo que hay dentro de Roman J. Israel. Un pulso resuelto dentro de una muestra del cine más adulto y reflexivo que se pueda dar en el Hollywood actual.

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