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ARQUITECTURA

Sobriedad escultórica


Freyming-Merlebach es una ciudad con un importante y glorioso pasado industrial, que contribuyó fuertemente al desarrollo en el siglo XIX de la región francesa de Lorena, impulsada por la industria del carbón. Desde el cierre de las minas en la década de 1990, esta parte del noreste del Estado francés ha experimentado un fuerte aumento del desempleo, y el desarrollo cultural de la zona se ha convertido en un objetivo primordial. La transformación del obsoleto tejido económico industrial hacia una economía de servicios es vista como una posibilidad para resolver las dificultades sociales que acarrea la región, y que tomó como ejemplo el caso de la vecina región del Ruhr.

El histórico teatro de Freyming-Merlebach se había deteriorado y sufrido graves daños estructurales como resultado del hundimiento de varios túneles subterráneos pertenecientes a las minas de carbón actualmente en desuso. Además, el antiguo auditorio de quinientos asientos necesitaba ser reestructurado y ampliado, ya que el crecimiento de la ciudad lo había dejado pequeño. Bajo todas estas premisas, las autoridades municipales se decidieron a dar un nuevo impulso a este sector en evolución, por lo que se fijó un solar cerca del centro de la ciudad, al lado del ayuntamiento y junto al centro comercial de la localidad. Un lugar destacado, con gran densidad urbana y con suficiente capacidad de estacionamiento para absorber las audiencias que acudan a los futuros espectáculos.

Obra del arquitecto francés Dominique Coulon, el nuevo edificio, bautizado como Teatro Théodore Gouvy, preside la Place des Alliés. Se ha convertido en un símbolo de la renovación de la ciudad y su posición ha generando un nuevo espacio público en el centro de la urbe. La programación del teatro, de perfil pluridisciplinar, cubre todas las áreas de actuación en vivo: teatro clásico, en el que se incluyen el uso de decorados a gran escala; contemporáneo, musical y ópera o danza, por lo que la complejidad técnica de la sala es muy elevada, al tener que dar respuesta a gran número de condicionantes en ocasiones incluso contrapuestos.

Además al espacio de la sala principal, capaz de albergar ahora setecientos espectadores, hay que añadirle áreas exclusivas dedicadas a los artistas y zonas de logística.

El teatro establece un diálogo enérgico con el paisaje urbano heterogéneo que lo rodea, mediante una geometría que va ajustándose al contexto y la lógica de los flujos existentes. El edificio construye una masa sólida junto a las nuevas oficinas municipales; y su forma fragmentada, que en todo momento niega las grandes dimensiones del conjunto, le permite asegurar la transición visual entre las diversas partes del programa al mismo tiempo que se mantiene la escala de la ciudad.

El ojo del visitante queda atrapado por el movimiento del conjunto: en la parte superior, el vestíbulo está desplazado para indicar la entrada, mientras que en la parte inferior los elementos transparentes permiten vislumbrar la diversidad de los espacios interiores que invitan al visitante a entrar. El vestíbulo ocupa un espacio vertical, con una ruta laberíntica a través de un enjambre de escaleras que conducen a los diferentes niveles del auditorio. Las líneas oblicuas que reiteran la compleja geometría del edificio hacen que los espacios se expandan, creando una sensación de multiplicación del volumen interior. Además este trabajo de la volumetría exterior tiene su eco en el interior y en la sala principal que, gracias a las diversas distorsiones en su volumen, ofrece excepcionales propiedades acústicas y de escenografía para las representaciones.

La uniformidad del yeso y la suavidad del suelo alfombrado contribuyen a la sensación de estar en un espacio protegido, donde la luz natural que inunda los halles realza las distintas alineaciones, revelando la forma y las dimensiones del edificio. La ruta para llegar al auditorio es deliberadamente teatral, recuperando aquella máxima clásica de activador social de la farándula, el ver y ser visto al acudir a un espectáculo. El auditorio, por el contrario, presenta un fuerte contraste con las superficies matizadas de la envolvente exterior. En lugar de las fachadas inmaculadamente blancas que el edificio presenta hacia la ciudad, la sala y sus asientos constituyen una ruptura completa con las fachadas y el vestíbulo de acceso. Rojo, rosa y naranja dan densidad al espacio, afirmando que la sobriedad escultórica del exterior ha dado paso al desenfreno y el derroche cromático del espectáculo. Al fin y al cabo cualquier ilusión es posible sobre el escenario de un teatro.