7K - zazpika astekaria
CINE

Del celuloide al digital


En las casi dos décadas transcurridas desde la publicación del primer número de 7K la forma de ver el cine ha cambiado completamente, en una evolución que va cada vez más rápido de acuerdo con los avances tecnológicos. Esos cambios se están revelando de mortal necesidad para mantener viva y pujante la industria cinematográfica. No solo ha cambiado el sistema de proyección, sino también en consecuencia directa las técnicas de rodaje. Hace no tantos años sería imposible pensar que un día se iban a llegar a producir películas en Euskal Herria tan complejas como “Handia” o “Errementari”, pero la revolución digital ha permitido, entre otras cosas, que cinematografías pequeñas puedan competir internacionalmente, sin disponer de grandes estudios o medios a su alcance.

Justo en el año 1999 en que comenzaron las colaboraciones en la sección de cine de 7K se estrenaba en todo el mundo “Matrix”, la película que vino a demostrar que visualmente todo era ya posible, con el famoso efecto “bullet time” que permitía al espectador apreciar la trayectoria de una bala en un movimiento suspendido como tarjeta de presentación. La transformación de los autores de esta trilogía futurista, además de afectar a su metodología creativa, marcó el signo de los tiempos en la cuestión identitaria porque de ser los hermanos Wachowski (Andy y Larry) han derivado actualmente en las hermanas Wachowski (Lana y Lilly).

La digitalización de todas las salas de proyección, tras la desaparición definitiva del celuloide, ha traído un sinfín de posibilidades al nuevo espectáculo audiovisual en que se ha convertido el cinematógrafo. El empleo del formato DCP conlleva una calidad de imagen en alta definición que con el 4k alcanza ya la perfección en las producciones que han sido grabadas con tal fin, pero también se aplica a retransmisiones vía satélite de conciertos en directo o acontecimientos deportivos. Asistir, por ejemplo, en grupo a la Ceremonia de los Oscar a tiempo real desde una sala de cine, es una experiencia para repetir. Son ganchos efectivos de cara a atraer al público, y que no se quede en casa sin socializar.

El problema, como ocurre en la música o incluso en la literatura de soporte electrónico, es la saturación del mercado. Hoy en día se produce demasiado debido a la demanda global de la creciente cantidad de plataformas digitales, televisivas o en edición doméstica. Aumenta el número de películas que no se estrenan en los cines, yendo directamente a otras pantallas como las de los ordenadores o los dispositivos móviles. Así las cosas el público adolescente es el que acude a las multisalas de los centros comerciales, y el de mayor edad es el que se ha refugiado en las antes llamadas de arte y ensayo.

Pese a todo, el sector de la exhibición se resiste a perder al público familiar y a las parejas, potenciando la distribución de películas aptas para todos los públicos. Una tesitura de la que surge la idea de un cine infantilizado no apto para adultos, falto de narrativa y dramatización a costa del uso y abuso de los efectos digitales en CGI. Mientras queda algún cineasta purista que aboga por la recuperación creativa del celuloide, son más los que han entrado en la carrera de la velocidad de grabación y proyección, con Peter Jackson pisando el acelerador y haciendo viajar al espectador a la Tierra Media a 48 frames por segundo con una resolución documental. Megalómanos como James Cameron ya hablan de volar a 125 o 250 frames por segundo, para obtener el máximo detalle, lo nunca antes visto.

Los actores y actrices también se suman a esta vorágine innovando en el campo de la interpretación mediante la técnica de captura de movimiento, de la que Andy Serkis es su máximo valedor, al considerar que actuar delante de un fondo verde cubierto por sensores debe ser considerado igualmente como un trabajo artístico.

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