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PANORAMIKA

Habitar


La raíz etimológica de habitar incide en la acción reiterada de la pertenencia. Por tanto, evoca una presencia que forma parte de un espacio concreto. El objeto artístico se enfrenta al inexorable paso del tiempo y a los devenires del sistema del arte. Esto significa que exceptuando las pocas veces atractivas esculturas de rotonda y alguna que otra propuesta que puebla nuestras peatonalizadas ciudades contemporáneas, cada nueva exposición, cesión o muestra de colección supone un nuevo entorno desde el que elevar la voz. Por eso, las piezas son capaces de brindar diferentes lecturas en relación al contexto en el que son expuestas, construir relatos que actualizan su posición en la Historia del Arte así como reivindicar protagonismos renovados. Por otro lado, y ya superado el famoso site-specific, existen proyectos y opciones en las que incluso la formalización de las propuestas se define de forma concreta para una u otra localización. Como siempre, el espectro de la práctica contemporánea es tan amplio que permite infinitas maneras, y en esta ocasión el espacio expositivo y los modos de habitarlo traen a colación dos propuestas que aunque totalmente diferentes proponen diálogos necesarios para la educación de nuestro criterio como público.

La colaboración que en 1969 llevaron a cabo Eduardo Chillida y Martin Heidegger, y que el filósofo alemán convirtió en conferencia en 1964 y su posterior derivación en texto en 1969, es el punto de partida de la muestra que el Museo Guggenheim de Bilbo inauguró a principios del pasado diciembre. “El arte y el espacio”, título de aquel escrito dedicado al escultor donostiarra, es ahora protagonista del afamado museo, que intenta a través de más de un centenar de obras de artistas internacionales profundizar en la historia de la abstracción de las últimas seis décadas hasta el próximo 15 de abril. Para tal empresa, la Red de Museos Guggenheim, así como cesiones de importantes colecciones de todo el mundo, han cumplido con el encargo de nutrir el amplio elenco de nombres que la conforman. Siete grandes bloques estructuran la propuesta comisarial. Entre ellos aparecen temas tan dispares como el concepto de vacío, la intangibilidad, el desplazamiento o el objeto, para entrelazarse con nombres como Oteiza, Gordon Matta-Clark, Cristina Iglesias, Bruce Nauman o Eva Hesse. Una visita que requerirá de un gran esfuerzo pero que sin duda alguna acabará mereciendo la pena.

El palacio Aranburu de Tolosa inauguró el pasado mes de marzo “AAAA (Agian, Aurrez, Aurre, Again)”. Un proyecto en el que confluyen los trabajos de Marion Cruza Le Bihan (Bilbo, 1982), Sahatsa Jauregi Azkárate (Salvador de Bahía, 1984) y Jone Loizaga San Juan (Bilbo, 1983), junto con Leire San Martin Goikoetxea (Bilbo, 1983) en la labor comisarial. En un primer vistazo todo funciona como una instalación amalgamada. El protagonismo del dispositivo central convive y dialoga con una pantalla en la que se proyectan imágenes del propio palacio, dos pequeñas televisiones que parecen mostrar un recorrido en primera persona y unas piezas de gran carga gráfica dispuestas sobre ambas paredes principales.

Estas tres formas de trabajo dan buena cuenta de un proceso conjunto en el que unas líneas tan aparentemente diversas se solapan y conviven. Para comprender (y disfrutar) de “AAAA” conviene no perderse el pequeño libreto, que más que funcionar como hoja de sala nos ofrece una narración complementaria que ayuda a entender el por qué de ese resultado formal. La escritura deja de ser un acompañante para convertirse en elemento clave junto a las imágenes que pueblan las páginas del catálogo. El placer, la convivencia y la búsqueda conjunta es el camino recorrido para un final tan valiente como necesario.