2019 AZA. 10 Elkarrizketa PIET OUDOLF «La vida es nacimiento y muerte. Y todo lo que hacemos en una vida, sucede en un año en un jardín» - Piet Oudolf Oihane Larretxea, fotografía: Conny Beyreuther Aveces se llega a donde se anhela sabiendo qué es lo que no se desea. Él sabía que no quería seguir el camino de sus padres, dueños de un bar-restaurante en una zona rural de Holanda. Largas jornadas de trabajo y sin tiempo que dedicar a la vida familiar. Fue allí donde aprendió a observar. Escenas de barra, escenas de bar. Se quedó hasta que cumplió los 25. Entonces se mudó con Anja, su compañera, a Hummelo, para iniciar una vida juntos. Él cambió de trabajo como los árboles de hojas. Primero en la industria pesquera, en una fábrica después. Más adelante llegarían otros empleos. Hasta que, una de esas veces en las que mudó de piel, recaló en un centro de jardinería. Y funcionó. Algo en él se despertó. Desde entonces, hablar de él es hablar de flores y plantas. De composiciones, de estaciones. De vida, de naturaleza. De belleza y colores. De jardines. Él es Piet Oudolf (Haarlem, 1944), uno de los paisajistas más reconocidos del panorama internacional. Uno de los más buscados. Un genio en el sector. La reapertura, hace siete meses, de Chillida Leku lo ha traído hasta Euskal Herria para diseñar en este mágico escenario varias composiciones que mutarán junto con el paso del tiempo. Porque la vida es eso: nacimiento y muerte. Y entre tanto, evolución. Lo mismo que sucede en los jardines. «Todo lo que hacemos en una vida ocurre aquí en un año», sostiene. Ha creado jardines en espacios públicos y privados. En Holanda, Alemania, Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Irlanda, Suecia… El mayor jardín sobre cubierta del mundo, en Chicago, lleva su firma, incluso ha recibido el Prince Bernhard Culture Prize, un premio concedido por la reina de Holanda a la persona que haya contribuido con «algo extraordinario» a la cultura del país. Pero todo comenzó en 1982, en Hummelo, en su recién estrenado hogar: una granja rehabilitada con una hectárea de jardín donde explorar los ciclos vitales de las plantas, y el vivero Oudolf Nursery & Garden, donde experimentar con semillas. Allí cultivaban las plantas y las empleaban después en sus diseños. Todas las ideas, afirma, surgieron allí. Distinguido con un estilo propio y personal, rebelde, buscaba alejarse de las plantaciones tradicionales y apostar por lo silvestre. Dicen de él que ha revolucionado la manera en que los jardines de plantas perennes son vistos y diseñados. Desde el museo ubicado en Hernani explican que sus diseños parten del trabajo con la naturaleza para crear efectos pictóricos. A medida que la vegetación crece, evoluciona y muere, creará un nuevo contexto para el lenguaje escultural de las obras de Chillida. «El paso de las estaciones se reflejará en las plantas, arbustos y hierba». Piet Oudolf no pasa desapercibido. Su estatura, su cabellera del color del algodón, sus facciones. Es la segunda vez que visita el museo, la primera desde que diseñó los jardines; toca ver la evolución y comprobar cómo han respondido las plantas. «Aún no he tenido tiempo de modificar nada», explica en esta entrevista a 7K. Es otoño. «Quizá la época más bonita en un jardín», confiesa. La estación da sus primeros pasos y ya se deja notar. El sol ha salido rabioso hoy, el cielo duele del intenso azul que lleva. Sin duda, un buen día para revisar la evolución natural de sus composiciones. Cuando recibió el encargo y vio las esculturas de Eduardo Chillida tuvo claro que «no iba a interferir en el arte, tenía que ser algo que interactuara desde fuera», explica. Y precisamente ese era el reto: no podía competir ni interrumpir la visión. La paleta vegetal empleada en este proyecto que ha realizado en colaboración con el paisajista Álvaro de la Rosa «ha sido cuidadosamente escogida» para nuestro clima, una composición de perennes, como las llama él. «Debe estar interesante todo el año, incluso en invierno», enfatiza. El resto, son arbustos que están «más bellos en otoño y primavera». No obstante, y según apunta, «el calor extremo de este verano y la humedad parece que han provocado problemas». La primera fase incluyó una larga y estrecha linde arbolada de 700 metros cuadrados compuesta de arbustos de «sofisticadas variedades» bastante desconocidas en nuestro entorno y una línea perenne de casi 500 metros cuadrados a base de pequeñas plantas, muy habituales en su peculiar forma de trabajar y componer. Su próximo proyecto son las inmediaciones de Lurra Café, en el mismo recinto, aunque avanza que la composición será «totalmente diferente». Queda, por lo tanto, alguna visita pendiente. Flores y colores. Instintivamente se piensa en flores cuando se habla de jardines; no obstante, Oudolf advierte que esa es solo una parte del todo. Y ni siquiera necesariamente la más interesante. Él busca el proceso. Ver cómo transcurre la vida por ellas. «Si solo buscas flores, solo eso, estarás perdiendo una parte importante de un jardín. Un jardín es la totalidad. Al ver una flor en invierno inmediatamente se piensa que está fuera de lugar, cuando se trata de un proceso que ocupa todo el año: nacimiento, desarrollo y muerte. Y precisamente eso es lo que me interesa a mí. El proceso entero, no un momento determinado. Las plantas son hermosas no solo cuando florecen, también cuando no lo hacen». Cuándo nace un jardín está claro, porque él los alumbra. ¿Pero, cuándo mueren? «Un jardín no muere jamás, porque el jardín es el espacio. Quizá lo hagan las plantas –matiza–. Precisamente, el trabajo de componer, por lo menos para mí, es utilizar plantas que van a tener un ciclo largo. Eso es importante». Ahí entra en juego, y esto es fundamental, la mano del jardinero, sus cuidados una vez queda construido el jardín. «Su función es vigilar y determinar dónde hay que actuar. Quitar, dejar que una planta se vaya… quizá empiezas con veinte tipos y terminas con tres porque ha de ser así… Se trata de mantener el equilibrio que yo he pretendido y seguir lo que dicta la naturaleza. La belleza efímera es la belleza más emotiva, la que me llega y me toca. Me emociona cuando llega el invierno y las plantas empiezan a decaer». Y qué decir del color. Hablar de un jardín es pensar en tonos vivos, llamativos, en contrastes… sí, pero no solo eso. En absoluto. De hecho, Oudolf pone en valor los marrones, los ocres y los dorados, unas tonalidades que son imprescindibles en sus composiciones porque lo son igualmente en la naturaleza. Inevitables. «El color es solo una pequeña parte del conjunto de la experiencia. Lo que sucede con el marrón –y todos sus matices–, es que te guste o no te guste, no lo vas a poder evitar, antes o después las plantas se vuelven marrones; es así, ya sea porque es otoño o porque están muriendo. La gente acostumbra a ignorar ese color, pero resulta que siempre está presente». Un reino de libertad. Oudolf se siente libre creando. Componer es como respirar. Vital. Admite orgulloso que sigue sus propias ideas a la hora de diseñar, al menos en sus jardines, donde «hago lo que quiero». Cuando trabaja en espacios públicos tiene otra meta: que la gente regrese. No solo eso, que la gente desee regresar. «Mi cometido es hacer algo que interese, pero sobre todo tengo que lograr que la gente vuelva para ver ese proceso». «Ese proceso» es una evolución natural del que aún hoy, a sus 75 años, sigue aprendiendo. «Es un aprendizaje continuo. Son seres vivientes y, como tal, ¡hay tantas tipologías! –exclama–. Hay plantas agresivas, otras que son tímidas, unas que viven veinte años, miles, incluso unos pocos. Algunas plantas las usas por las flores, otras por las semillas, sus formas o sus hojas… la cantidad de motivos por los que una planta puede ser interesante no acaban nunca». No sabe qué responder cuando es interpelado sobre la función que cumple el paisajismo. «La pregunta es sencilla, el problema es la respuesta, que me parece compleja y difícil de determinar. Básicamente, podría decir que se trata de crear belleza que estimule a quien la observa, que logre involucrar a la gente en la jardinería. A ti, como espectadora, que te diga algo sobre tu entorno y el mundo en el que vives. Que no te deje indiferente y te afecte, que te toque y te emocione. Para mí, son emociones y ambiente. Crear pequeños mundos maravillosos para que la gente los habite». ¿Es un arte?. Oudolf responde con mayor rapidez, lo tiene más claro. «‘Arte’ es un concepto muy amplio, y una palabra muy fuerte. Yo lo veo como una artesanía. Lo mío es un oficio». Un oficio que le llegó casi de forma casual. O viceversa. «Siempre pensé en crear, pero no sabía qué. Presentía que podía hacer algo diferente de lo que conocía, y creo que así fue cuando conocí a las plantas». Esta «confesión» la hace frente a las cámaras que han grabado su trabajo y forma de hacer, su vida al fin y al cabo. Se trata del galardonado documental “Five seasons: The Gardens of Piet Oudolf”, dirigido por Thomas Piper y recientemente estrenado en Orona Fundazioa. La planta madre. La creación de cada jardín es un proceso largo, meticuloso y muy estudiado. Cada especie está bien meditada y razonada. Y, una vez decidida la composición, la traslada al papel en forma de boceto. Empleando decenas de rotuladores diferentes. Cada especie –puede haber seleccionado unos cuantos cientos para un solo jardín– tiene un color y un trazo particular. Anota nombres y hace una jerarquía con lo que desea plantar, señala también la planta madre. Afirma que la metodología tiene mucho que ver con la matemática, aunque después el proceso quede en manos de la naturaleza, sujeta a sus caprichos. «Pongo plantas en escena y las dejo actuar». Hay que pensar en el paso del tiempo y en las consecuencias que tendrá en cada flor, en cada arbusto… para que todo fluya, para que haya armonía. «Tiene que ver con los meses y las estaciones. La jardinería también es una promesa», expresa. No critica, pero sí lamenta, en cierta forma, que hoy se enseña jardinería priorizando las flores y, aunque no oculta que el color es importante como elemento en esas escenas naturales, personalmente prefiere fijarse en las plantas que tienen un carácter verdadero. Por ejemplo, aquellas que tienen excelentes y vistosas semillas. Aquel sueño que comenzó a fraguarse con la apertura del invernadero, aún sin tener clientes, es en la actualidad una carrera consolidada. Admirada y aclamada. Pero Piet Oudolf no quiere hablar de los hitos logrados y nos remite a la red para indagar sobre los proyectos que ha ejecutado. Rehúsa la respuesta y apura la cerveza antes de que pierda del todo la espuma. «Cuando vi las esculturas de Eduardo Chillida tuve claro que no iba a interferir en el arte. Tenía que ser algo que interactuara desde fuera» «La belleza efímera es la belleza más emotiva. Es la que me llega y me toca. Me emociona cuando llega el invierno y las plantas empiezan a decaer» «Pongo plantas en escena y las dejo actuar. Tiene que ver con los meses y las estaciones. La jardinería también es una promesa»