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SALUD

La ciencia detrás de las noticias


Rara vez la evidencia científica que acompaña las noticias sobre alimentación es adecuada. Mayoritariamente se sacan conclusiones fuera de contexto que se utilizan como titulares jugosos y, en otras ocasiones, la evidencia científica detrás de esas noticias tiene un gran conflicto de intereses.

Al respecto, este último mes se ha hablado mucho y no muy bien del aguacate y, por otro lado, se ha seguido hablando bien de una sustancia de dudosa “bondad”: el vino. Es curioso cómo, pese a saber que el aguacate es rico en grasas beneficiosas (monoinsaturadas, como las del aceite de oliva), demasiada gente está convencida de su efecto negativo sobre el peso corporal.

Lo cierto es que aún existe poca investigación específica sobre esta fruta, pero el estudio de 2019 “Avocado Intake, and Longitudinal Weight and Body Mass Index Changes in an Adult Cohort”, que valora el consumo de aguacate y el peso corporal de una amplia muestra de adultos, concluye que su ingesta habitual se asocia con una menor prevalencia de exceso de peso y atenúa su aumento en individuos de peso saludable a lo largo del tiempo.

Está de sobra demostrada la evidencia sobre su efecto en nuestra salud. Sabemos que la ingesta habitual de aguacate reduce más la concentración sanguínea de colesterol malo (LDL) que una dieta baja en grasas. De modo que las pruebas parecen indicar que comerlo con frecuencia puede ser saludable y no tiene por qué hacerles engordar en el contexto de una alimentación saludable. Respecto al vino, hasta ahora –aunque hace ya tiempo que muchos lo estábamos señalando– la idea de que el resveratrol (compuesto antioxidante del vino tinto) pueda ejercer efectos beneficiosos en nuestro organismo ha quedado sepultada por las evidencias científicas en contra.

En este sentido, hay varios aspectos que pueden resumirse en uno solo: la matriz o vehículo “alimentario”. Esto es, pese a ser cierto que esta molécula presente en las uvas ha demostrado cualidades beneficiosas en experimentación como propiedades anticancerígenas y antiinflamatorias, lo cierto es que solo se ha investigado en un laboratorio y únicamente con una gran concentración de ese compuesto que ni de lejos está presente en dicha cantidad en el vino y ni siquiera tiene suficiente biodisponibilidad, o lo que es lo mismo, nuestro organismo no la asimila como tal, con lo cual no le saca partido. Para que pudiésemos aprovecharnos del resveratrol tendríamos que beber tanto vino que el efecto del alcohol sería terriblemente perjudicial.

Así, en el trabajo “The relationship between different dimensions of alcohol use and the burden of disease-an update”, una revisión de 2017 que recopila, analiza y combina los resultados de todas las anteriores existentes sobre el tema, se recopilaron los resultados sobre diversos tipos de enfermedades y el uso de alcohol, concluyendo que tiene un gran impacto causal en las enfermedades y la mortalidad, con frecuencia con un patrón de respuesta a la dosis que se va acelerando.

En un segundo estudio publicado en 2018, “Alcohol use and burden for 195 countries and territories, 1990–2016: a systematic analysis for the Global Burden of Disease Study 2016”, una gigantesca revisión que recopila los datos de casi 600 estudios de todo el mundo, analizando la relación entre el consumo de alcohol, la mortalidad y bastantes enfermedades, concluyeron que el consumo de alcohol es un factor de riesgo importante de enfermedad en todo el mundo, ya que representa casi el 10% de las muertes globales entre las poblaciones de entre 15 y 49 años de edad. Asimismo, sus resultados muestran que la cantidad más segura de ingesta es cero.

De modo que, teniendo en cuenta que el balance global del consumo de bebidas alcohólicas es principalmente negativo para cualquier cantidad, no debería recomendarse ni promocionarse y, si alguien decide beberlo, por favor, que no lo justifique con que la ciencia dice que es saludable porque no hay evidencias para ello.

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