2020 MAI. 17 SORBURUA Mejorar el suelo TERESA MOLERES Parece ser que el confinamiento ha impulsado la vocación de jardineros u horticultores. Si tenemos un terreno nuevo, podemos dedicarle un tiempo a esta tarea gratificante. Sin embargo, el suelo puede ser demasiado arenoso o calcáreo, y demasiado compacto para que las plantas crezcan bien. No hay que caer en el desaliento porque casi todos los suelos pueden mejorar aplicando las técnicas apropiadas. Comenzamos añadiendo al suelo material orgánico como turba, cañas, cortezas o materiales procedentes de la agricultura verde. Cama y estiércol de animales; viruta de madera y serrín. Cuando el suelo es arcilloso, se le añade arena, cuidando que no se forme cemento. La arena debe ser gruesa y lavada para que no contenga ni sal ni partículas muy finas. Observando la plantación existente alrededor del nuevo terreno, sabremos cuál es el pH existente y, quizás, si queremos cultivar plantas especiales, tendremos que cambiar el pH. La cal se usa para tratar los suelos ácidos y el sulfato, para los suelos alcalinos. La cal y roca dolomita suministra magnesio esencial como nutriente, además de reducir la acidez. Estas rocas tienen unas partículas muy pequeñas que neutralizan con rapidez los suelos ácidos. Se puede aplicar en cualquier estación del año, pero nunca junto con un fertilizante. Es mejor poner pequeñas dosis de carbonato unas dos veces al año; el carbonato hace su trabajo bien pero despacio. También las cenizas de madera neutralizan la acidez del suelo y añaden algo de potasio esencial como nutriente. Para bajar el pH del suelo, se utiliza azufre, sulfato de hierro, durante seis a ocho semanas, pero el tratamiento no dura mucho y habrá que repetirlo cada seis meses o un año. Lo mejor es testar el suelo a intervalos regulares para estudiar el efecto del tratamiento. Otro problema común es que después de una obra, con el paso de equipos de construcción o tráfico de peatones, el terreno se compacta causando problemas en el crecimiento de la plantación. Podemos actuar con un tractor que rompa la zona compactada, aunque un medio más ecológico es plantar una cosecha de plantas con raíces profundas como alfalfa o trébol dulce. Sus raíces penetran varios centímetros en profundidad aligerando el suelo. Luego, añadiendo un acolchado de materia orgánica, el suelo quedará suelto, poroso y listo para la plantación.