2020 IRA. 20 50 años de la muerte de Jimi Hendrix La guitarra más abrasiva del rock Revolucionario mayor del rock-blues, con una influencia creativa que perdura hasta nuestros días y solista mejor pagado de su época, Jimi Hendrix falleció hace medio siglo a los 27 años. Como otras personalidades de su entorno, pagó prematuramente una agitada vida afectiva, reflejada en su desgarro musical y ahogada en adicciones. Un nuevo libro narra la gran época creativa en Londres del genial músico. Iñaki Zaratiegi El 18 de septiembre de 1970 moría en Londres el músico James Marshall Hendrix, conocido como Jimi Hendrix, de una supuesta mezcla de alcohol y barbitúricos que le ahogó en su propio vómito. Un final poco glamouroso que se repetiría con colegas como John Bonham (Led Zepelin) o Bon Scott (AC/DC). Había nacido en Seattle, Washington, el 27 de noviembre de 1942, y se sumaba al “club de los 27”, músicos muertos a esa edad, con los precedentes del pionero bluesman Robert Johnson o del Rolling Stone Brian Jones, y que continuó con Janis Joplin y Jim Morrison (Doors). Con el tiempo se añadirían el suicida Kurt Cobain (Nirvana) o la británica Amy Winehouse. La farándula pop-rockera hizo bueno el dicho “muere joven y deja un bonito cadáver” con fallecimientos prematuros de Ritchie Valens, Buddy Holly, Keith Moon (The Who), Otis Redding, Elvis Presley, Frank Zappa, Prince, Michael Jackson, Bob Marley, John Lennon y George Harrison (Beatles), Ian Curtis (Joy Division), Freddie Mercury (Queen), Joey y Johnny Ramone... El propio rock vasco ha sufrido el escalofrío de la muerte temprana, mayormente no natural, en grupos como Barricada, 21 Japonesas, Cancer Moon, Cicatriz, Eskorbuto, RIP, Tijuana in Blue, Vómito, Vulpess... Alma herida. Hendrix mezcló el blues y el rock con intuición compositiva e imaginación técnica en unas desgarradas maneras instrumentales y vocales. La emotiva explosión creativa surgía de las raíces vitales del genio zurdo. Sus padres fueron afroamericanos y la abuela paterna tenía sangre cheroqui. El padre fue llamado a filas y estaba arrestado al nacer su primogénito. La pareja era alcohólica y violenta y su hijo contaría que en las broncas se encerraba en un armario. Su madre lo entregó a familiares de San Francisco, estuvo a punto de ser adoptado y lo recuperó su padre a los tres años. La familia vivió miserable y desestructurada: su segundo hermano cambió varias veces de casa de acogida y los tres últimos fueron dados en adopción. Su madre murió cuando el tenía 16 años. Tiempo después, Hendrix confesó haber sufrido abuso sexual, quizás en el Ejército. Tocar fue su tabla de salvación («la música me hace grande sobre el escenario. Es casi como ser un adicto. Me olvido de todo, incluso del dolor»). Pero apoyado por sustancias adictivas. Su última amiga, Monika Dannemann, explicó que «el alcohol se convirtió en el azote de su existencia, con ataques de ira y a veces violencia física atípica… Pocas estrellas estaban tan asociadas con la cultura de las drogas... no imaginas que alguien tan rebosante de amor pudiera volverse tan violento... simplemente no podía beber... se convertía en un cabrón». Obsesión por las guitarras. El pequeño Jimi jugaba a la guitarra con un palo de escoba y tuvo un ukulele de una sola cuerda recogido de la basura. Su padre le fue adquiriendo instrumental, aprendió de oído influenciado por el rock de Elvis Presley o Eddie Cochran y los blues de los maestros Robert Johnson, Howlin’ Wolf, Muddy Waters, John Lee Hooker, Albert King…, que escuchaba en los singles de casa. Para los 15 años tocaba ya en público. Parece que, detenido por segunda vez con un coche robado, tuvo que elegir entre cárcel o Ejército. Se alistó de paracaidista, consiguió licenciarse (dicen que aduciendo homosexualidad) y el informe oficial dictó: «No tiene ningún interés en el Ejército... el soldado Hendrix nunca alcanzará los estándares necesarios para serlo... el servicio militar se beneficiaría licenciándolo lo antes posible». Tras la licencia vivió en Tennessee e inauguró su periplo de músico de apoyo de Sam Cooke, Wilson Pickett, Jacquie Wilson... Era un pionero en el uso de la guitarra como elemento central y fuente de sonido electrónico. Revolucionó la técnica con imaginativo uso del pedal distorsionador wah-wah, de la palanca del trémolo o integrando acoples con amplificadores al máximo volumen y distorsión. Tocaba con la guitarra a la espalda y con los dientes: «en Tennessee debías saber tocar con los dientes o te pegaban un tiro. Había un rastro de dientes rotos por el escenario… Me los tengo que lavar tres veces al día». En enero de 1964 se aventuró en Nueva York. Colaboró con Isley Brothers, Little Richard, Solomon Burke, King Curtis o Curtis Knight y montó su banda Jimmy James & The Blue Flames. Pero vivía mal en lo personal y económico y escribió a su padre: «me siento muy solo aquí fuera». Fue descubierto actuando en la sala Cheetah por Linda Keith, novia del stone Keith Richards, que lo presentó al también británico Chas Chandler, bajista de The Animals, que se había hecho mánager. Experimentando a trío. En 1966 aterrizó en Londres. Ansiaba conocer a Eric Clapton y Chandler lo llevó a ver a Cream, súper trío del británico. Le invitó a tocar y su arte descolocó al entonces “dios” de la guitarra: «Un amigo trajo a aquel tío vestido de freaky. Interpretó ‘Killing Floor’, de Howlin’ Wolf, y aluciné ... Ginger y Jack creyeron que trataba de eclipsarme, pero me enamoró… Tocó todos los estilos que se le ocurrían, pero no de forma ostentosa. Hizo sus trucos con los dientes o con la guitarra en la espalda, pero no para eclipsarme... Se convirtió en mi colega y en lo musical fue lo que yo quería oír. Mi vida ya nunca fue igual». Eterno ligón, dejó a Linda Keith por Kathy Etchingham y luego Monika Dannemann. Quiso tener una banda de hasta nueve miembros, pero formó el trío The Jimi Hendrix Experience, con los jóvenes Noel Redding (bajista) y Mitch Mitchell (batería), que arrasaron con sus singles “Hey Joe”, “Purple Haze”, “The Wind Cries Mary”… Además de gran instrumentista, Hendrix se mostró brillante compositor de música y textos. Aunque su gran éxito fue la particular versión de “Hey Joe”, de Billy Roberts, y el single más exitoso su lectura de “All Along the Watchtower” de Bob Dylan, a quien reconocía como influencia mayor (alguna prensa le apodaría “el Dylan negro”). Atrajo a sus shows a Lennon-McCartney, Jagger-Brian Jones, Pete Townshend… Teloneó a Johnny Hallyday en una mini gira francesa. Deslumbró en Monterrey Pop Festival con la icónica imagen de quemar la guitarra en escena y fue el artista mejor pagado del Festival de Woodstock. En Gran Bretaña se convirtió en ídolo juvenil compartiendo escenario con The Walker Brothers. Vestía una personal estética colorista y bohemia: «No vamos a intentar estar a la moda sino crear nuestra propia moda». Y, sobre todo, grabó una trilogía de originales LPs: “Are You Experienced”, “Axis: Bold as Love” y “Electric Ladyland”, con títulos significativos como “Foxy Lady”, “Manic Depression”, “Love or Confusion”, “Stone Free”, “Fire”, “Woodoo Chile”… Paz y amor. Con pasajes espaciales (“Up from the Skies”) o de ciencia ficción (“Third Stone from the Sun”) y juego de espejos (“Room Full of Mirrors”) en sus textos, definió que «no queremos que se nos encasille en ninguna categoría... Y si tiene que haber una etiqueta me gustaría que fuese ‘sentimiento libre’, una mezcla de rock, locura, delirio y blues». Tras su éxito en el Festival Monterrey afinó más: «Lo logramos porque hicimos nuestra propia cosecha. Teníamos nuestro hermoso sonido rock-blues-country-funky-freaky que excitaba realmente a la gente. Me sentía como si estuviésemos poniendo cachondo a todo el mundo con ese nuevo estilo, el mejor, el más bonito. Así que decidí destrozar mi guitarra a modo de sacrificio. Tienes que renunciar a cosas cuando amas algo. Yo amo mi guitarra». Versionó el himno oficial estadounidense “The Star-Spangled Banner”, con distorsión y ruidos, y se pensó que era una protesta contra la guerra de Vietnam. Pero aclararía que simplemente quiso decir «todos somos americanos... ¡arriba América!». Llegó a pronunciarse favorable a la lucha anti racial de los Black Panthers, pero lejos de cualquier compromiso. «Naturalmente que me siento parte de lo que están haciendo, en ciertos aspectos. Alguien tiene que hacer un movimiento y nosotros somos los que más sufrimos en lo que respecta a la paz mental y la vida. Pero no estoy a favor de la agresión, la violencia o como quieras llamarlo. No estoy a favor de la guerra de guerrillas, de cosas frustradas como tirar un cóctel o romper un escaparate. No siento odio por nadie porque eso no es más que retroceder dos pasos. Hay que relajarse y esperar a pasar por el sentimiento psicológico… Es bueno cuando empiezas a sumar pensamientos universales. Si piensas en negativo, cambia a amargura, agresión, odio. Son cosas que tenemos que borrar antes de poder vivir en armonía. Los demás también tienen que darse cuenta de esto o de lo contrario se pelearán durante toda su vida». Caos y caída. Su única actuación al sur del Pirineo fue un 15 de julio de 1968 inaugurando el local Sgt. Peppers de sus mánagers en Gomila (Palma de Mallorca). En verano de 1969 se confirmó la crisis del trío que se recicló en Band of Gypsys y The Cry of Love Band. En 1970 realizó una desgastadora gira americana de 32 shows, el 4 de julio llegó al récord de audiencia con unas 500.000 personas en Atlanta International Pop Festival, la que sería su despedida de Nueva York en Madison Square Garden fue decepcionante y su recital hawaiano de Honolulú del 1 de agosto, el último ofrecido en su país. Saltó a Europa, encabezó el festival de la Isla de Wight y el 2 de septiembre abandonó su actuación en la ciudad danesa de Aarhus tras solo tres canciones confesando «llevo muerto mucho tiempo». Cuatro días después ofrecería su último concierto oficial en el festival de la isla alemana de Fehmarn. El día 16 actuó por última vez en público en una colaboración con el grupo War de Eric Burdon en el club londinense Ronnie Scott’s. El día 18 su amiga Monika se despertó con él en un apartamento del Hotel Samarkand y lo halló inconsciente. Una ambulancia lo trasladó, quizás ya muerto, al Hospital St Mary Abbot. Había tomado excesivas pastillas de una prescripción médica y la autopsia reseñó también un enfisema pulmonar. Oficialmente no hubo más dudas, aunque se dispararan las hipótesis sobre suicidio y fantasías conspirativas. Lo curioso es que Hendrix había hablado con lucidez sobre su final: «No estoy seguro de que viviré hasta los 28, pero me han sucedido muchas cosas hermosas en los últimos tres años. Cuando la gente le teme a la muerte, es un claro caso de inseguridad. Tu cuerpo es solo un vehículo físico para llevarte de un lugar a otro sin meterte en muchos problemas. Lo tienes que portar, cuidar y proteger, pero se agota. La idea es conservar entero tu propio ser y poder prepararte para el otro mundo, porque existe». La muerte libera . “The Cry of Love” fue el inmediato disco póstumo y después se ha acumulado la cascada de otros diez LPs, unas 20 grabaciones en directo, unas 10 recopilaciones y unos 20 discos de homenajes colectivos. Hay también numerosas biografías y en 2013 se estrenó la película “Jimi: All Is by My Side” (John Ridley). La novedad en este 50 aniversario de su muerte es “Stone Free. Los nueve meses que cambiaron la historia del rock” del especialista Jas Obrecht, editada por Cúpula-Planeta; un minucioso estudio de sus vivencias neoyorquinas y sobre todo londinenses hasta verano de 1967. Él mismo se había adelantado al interés por su persona: «Todavía lloramos cuando la gente muere. Es autocompasión. Todos somos egoístas hasta cierto punto, por eso la gente entristece cuando alguien muere: no habían terminado de usarlo. La persona muerta no llora. La tristeza es para cuando un bebé nace en este mundo tan duro. Cuando yo muera tendré una jam sesión, que la gente flipe y se desmadre. Conociéndome, probablemente me arresten en mi propio funeral. Con nuestra propia música y a tope. No quiero canciones de los Beatles sino algo de Eddie Cochran y mucho blues. Estará Roland Kirk e intentaré llevar a Miles Davis, si le apetece. Por eso, casi vale la pena morir. Es curioso la forma en que la gente ama a los muertos. Tienes que morir para que piensen que vales algo. Una vez muerto, estás hecho para siempre. Cuando muera, seguid poniendo mis discos». ¿Un epitafio? Él mismo dejó dicho que «un músico, si es un mensajero, es como un niño que no ha sido manipulado mucho por el hombre, que no ha tenido demasiadas huellas dactilares en su cerebro. Por eso la música es mucho más fuerte que cualquier otra cosa que hayas podido sentir».