2020 IRA. 27 ARQUITECTURA Topografías habitables IÑIGO GARCÍA ODIAGA Una de las últimas casas construidas por el estudio de Ryue Nishizawa, con sede en Tokio, concentra buena parte de los intereses arquitectónicos de su autor, pero se transforma también en un manifiesto sobre la relación entre el paisaje y el habitar. Una lámina de hormigón ondulada define una vivienda de fin de semana en Los Vilos, un área residencial en la costa chilena, donde diferentes arquitectos han construido viviendas en ese debate entre naturaleza y arquitectura. El proyecto residencial de Los Vilos encargó distintos trabajos a ocho arquitectos japoneses, que fueron invitados a diseñar una casa cada uno, junto con ocho casas diseñadas por arquitectos chilenos. De este modo se definió una promoción residencial de dieciséis viviendas, a la que pertenece esta vivienda. Ryue Nishizawa, quien también co-dirige el estudio SANAA con la arquitecta Kazuyo Sejima, nunca ha ocultado su preocupación por esta cuestión, y su propuesta intenta tensar ese debate, llevar la arquitectura a una cuestión topográfica que se desdibuje en el entorno. La vivienda se sitúa en el extremo de la urbanización, en una parcela situada en un promontorio que mira hacia el Océano Pacífico. La casa parece quedar determinada por el espacio entre el suelo y su cubierta ondulada, apoyada en el suelo como si fuera una ondulación del terreno, una cáscara rocosa que define una pequeña cavidad que puede ser habitada. Ese perfil sinuoso sigue el perfil del emplazamiento y establece una relación directa con la lengua de tierra que se adentra en el mar. Las diferentes inflexiones de las ondulaciones permiten segmentar el alargado y curvo espacio de la vivienda, para marcar las diferentes áreas funcionales de la casa sin utilizar tabiques divisorios. Ese techo flotante de hormigón desciende al suelo en algunos puntos y divide suavemente el espacio inferior en segmentos, en pequeños espacios que construyen uno general. No hay muros, no hay paredes, es un edificio que parece únicamente requerir de un suelo y de una cubierta para enfrentarse a la naturaleza exuberante de su entorno. Hacia la punta del cabo, frente a las magníficas vistas, se encuentra la zona pública de la casa, que incluye el comedor, mientras que los espacios privados como el dormitorio se colocan lejos del mar en la zona más tranquila. La monolítica cubierta de esta casa de Los Vilos está cerrada por paredes vidriadas y soportada por pilares de acero de dimensión mínima en su perímetro. Los arcos que forman la geometría de esa cobertura de hormigón quedan cortados por líneas rectas que hacen las veces de puntos bajos y que desaguan la lluvia directamente sobre el terreno. Medidas anti-terremotos. En términos de estructura, los arcos que conectan los puntos de contacto con el suelo se dispusieron de forma diagonal, un esquema que hace posible crear grandes vanos al tiempo que abren diferentes vistas hacia el paisaje circundante. Además, Chile, al igual que Japón, es un país afectado por movimientos sísmicos y esta disposición diagonal de los apoyos garantiza una cubierta más estable a los empujes horizontales que despliegan los sismos. La ubicación de este inmueble es, en definitiva, un espacio largo y estrecho con una topografía original que desciende hacia el mar, la que define la arquitectura. Como una hoja de papel doblada sinuosamente, dotada de gran ligereza, la cubierta da una sensación de volumen aparentemente más pequeño que la superficie en planta real. Y, al tiempo, crea una continuidad con el entorno, donde el interior habitado se aproxima también a un paisaje que apunta a la armonía entre la naturaleza y la arquitectura.