7K - zazpika astekaria
GASTROTEKA

Más tarrinas, menos barquillos


Y sin quererlo, un niño de 11 años inventó los polos. El suyo fue de soda, el cual se olvidó en el porche de su casa una noche helada con la cuchara dentro del vaso. El resultado de ese descuido ha sido la más mágica de las elaboraciones refrescantes que conocemos; los polos helados. Para mí, de frutas ácidas y ya. No quiero chocolates, crispis, cookies o brownie sobre mi polo, solo quiero un bloque de jugo de frutas helado que me ayude a bajar el calentón del verano. Os confieso que, para mí, 25 grados centígrados equivalen a 55 grados mediterráneos, los cuales se me hacen insoportables. Desprendo calor, y para auto-combatir este súper poder, la solución siempre es un helado o un polo.

Los polos nada tienen que ver con los helados. Primero, los polos son en su mayor parte agua, mientras que en la elaboración del helado la base puede ser leche, nata, aceite, etc. Así como el polo lo inventó este niño de 11 años, al helado no se le atribuye un origen concreto, pero parece y todo apunta a que proviene de la antigua China, donde mezclaban nieve de las montañas con miel y frutas. Los califas de Bagdad, por otro lado y ya más adelante, también elaboraban esta mezcla a la que llamaban “Sharbets”. ¿No os va sonando ya? Si pronunciamos “sharbets” con la boca cerrada parece que estamos diciendo “sorbete”. Sí, ahora mismo lo acabáis de hacer y dudáis de lo que os digo, pero es así amigos, ponedle ganas y veréis cómo sí. Pondría la mano en el fuego a que la palabra sorbete nace justo aquí, pero no es el tema de hoy.

Volvamos al polo. Siendo agua en su mayor parte, ¿de qué se compone el resto? ¿Qué nos estamos comiendo cuando nos metemos entre pecho y espalda un polo? Bien, como os decía antes, nada tiene que ver una cosa con la otra. Los polos tienden a ser agua, colorante, saborizantes y azúcar. Siéndoos sinceros, podríamos obtener prácticamente la misma apariencia y mejor sabor triturando y colando frutas naturales pero, amigos, el azúcar y los polvitos de colores son más baratos. Y ya si es Andrés Iniesta el que reparte “kalise para todos”, pues mejor que mejor, ¿no? Obviamente, NO. ¿Nadie de vosotros se ha dado cuenta de que un polo de limón te seca más por dentro que un bocata de polvorones? Nos llevan engañando toda la vida con que un polo fresquito te refresca y … y nada más. Mi fórmula es; polo de limón + botellín de agua. Así, más o menos bien. Esta sensación la provocan los azúcares que, obviamente, están más presentes en las versiones más industriales.

Crema helada. Engaña un poco más el helado que, siendo mucho más compleja su elaboración, su disfrute también es mayor (para mí, por lo menos). Hablamos de una crema helada que, aun estando congelada, su textura es cremosa. Esto se da gracias a que los maestros heladeros, con el tiempo, han ido refinando sus fórmulas hasta conseguir los resultados que conocemos hoy en día. Los diferentes tipos de azúcar, la leche, nata, huevos… son algunos de los ingredientes básicos para la composición del helado. Hace relativamente poco, algunos valientes se han aventurado a elaborar helados con base de aceite de oliva, que, a ver, malos no están, pero necesitan más tiempo para desarrollarse mejor.

En los dos casos, cuanto más natural y artesano sea, mejor. Que os podéis comer un sándwich de nata de los que nos han marcado la infancia a los de mi generación. O el goloso e imponente “Maxibon”, toda una revolución helada. Estos dos helados industriales que tanto han triunfado tienen mi beneplácito por un motivo; “NO TIENEN BARQUILLO”. Amigos, dejaré de llamaros así a los que pidáis el helado con cucurucho y no en tarrina. Yo cuando pido helado, quiero helado. En un recipiente que lo sostenga y del que no me tenga que estar preocupando por que se me caiga, derrita o rompa. Para eso se inventó la tarrina. El cucurucho es un mal invento del diablo, pensado para que uno se estrese mientras se come el helado. Se nos enfría el cerebro de lo rápido que tenemos que comernos los bordes del cucurucho para no chorrearnos encima. No disfrutamos el helado por que estamos preocupados dándole forma para que quede más estable que la torre Eiffel. Y, además, el barquillo no pega con todos los helados. Lo dicho, el día que alguien me dé un motivo de peso por el que el barquillo se merezca seguir a la venta, le invito a una tarrina, para convencerle de que no tiene razón. El que quiera barquillo, que se lo compre, pero que no meta al helado en esto.

Para relajar el tono, que es que puede haber sonado agresivo, os suelto unos cuantos datos curiosos sobre el helado y su consumo:

• El país que más helado consume, también es uno de los más fríos. Nueva Zelanda consume 26,3 litros por habitante al año de helado. Seguro, además, que sin cucurucho.

• El helado más consumido del mundo es el de sabor a vainilla. Sí, somos aburridos y sosos por naturaleza. Ponedle algo más… anda…

• Aunque parezca mentira, en Euskal Herria, al sabor vainilla se le suman a la cabeza los de fresa y chocolate como los más consumidos.

• Se endulza más según va cogiendo temperatura. ¿Quién no ha derretido en el microondas un helado? Venga potxolos, que yo también he caído alguna vez.

• El helado no engorda, engordas tú.

¡Ah! ¡Y también te pone de buen humor! Se nota que mientras escribo esto me ha acompañado una tarrina de mandarina y limón. Bien, ahora que ya sabéis algo más sobre los helados y polos, solo me queda confesaros mi lista de “los mejores helados” que he comido nunca.

• Helado de queso de Elkano (Getari)

• Helado de leche de oveja Etxebarri (Axpe)

• Helado de mandarina de Arrivati (Zarautz)

• Helado de pan Loxe Mareiro (Carril)

Estos son los que recuerdo por su sabor y textura. Todos perfectos, potentes, únicos y ¡sin barquillo! He de confesaros que uno de los helados más cochinos, golosos y ricos que existen esta en la gran M, la que tiene apellido de pato animado americano. Esa base de helado de nata es para bañarte en ella y, al contrario que con el polo, aquí el cuerpo me pide cookies, milka, brownie, m&m y todo lo que se le pueda añadir. Nadie es perfecto y nunca diré nunca, pero intento evitar este tipo de lugares. Aunque el placer que provoca este helado esta muy por encima de muchos artesanales… y es que amigos, aunque suene polémico, no todo lo artesano y no todo lo local está bien o es bueno.

Vosotros, que tenéis más de once años ya, no vais a inventar otra vez el polo o el helado, pero podéis compraros un molde para polos, exprimir peras o manzanas ahora y congelar la mezcla añadiendo un poco de azúcar. Una vez congelada con la técnica del niño de 11 años, metiendo una cuchara en el molde, lo desmoldáis y le ralláis encima lima, limón y naranja. Solo os queda esperar que salga el sol para disfrutar del mayor vicio dulce que existe; los polos y los helados.

On egin!