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PANORAMIKA

Abrir una ventana


El arte es una manera de enfocar nuestra atención. Tiene la capacidad de acercarnos a aquellos detalles que quizás por pequeños, pasan de largo ante la rapidez con la que consumimos nuestro día a día. Por eso a veces nos sorprende y nos impacta tanto, porque nos señala aquello sobre lo que no habíamos reparado y que puede hacer temblar nuestras convicciones más estables. Si bien en estas líneas hablamos desde el punto de vista del público, podríamos asegurar sin miedo a equivocarnos que esta premisa también es aplicable a las propias autoras. El proceso creativo es en ocasiones una manera de detener el tiempo y de subrayar un momento concreto. Construye una estructura invisible que soporta a un mundo en ruinas mientras nos enseña una nueva salida. Ese pequeño espacio en el que no habíamos reparado y por el que entra un poco de luz del sol, una nueva ventana hacia la vida.

Así público y artistas encuentran un lugar común. Un terreno creado conjuntamente entre obra y mirada que aunque no siempre resulte amable o cómodo, nunca nos abandona. El arte es inherente a la vida y nos ayuda a vivirla. Los viajes nunca son fáciles pero seguro que merecen la pena.

El pasado mes de octubre la Sala Rekalde de Bilbo inauguró una exposición que se extiende hasta el próximo 27 de febrero. La protagonista de la misma es la artista donostiarra Idoia Montón (Donostia 1969). Una muestra que pone el foco en una creadora perteneciente a una generación ligada a la facultad de Bellas Artes y al periodo más prolífico del Centro Arteleku. De esto ya se hizo eco Peio Agirre comisariando en 2016 una muestra en Tabakalera de Donostia titulada “Arenzana Imaz Intxausti Montón Peral”. En esta ocasión, Montón en solitario nos permite acercarnos a algunos de los capítulos más interesantes de su carrera creativa. Bajo el título “Las siete ventanas” recorremos más de 90 piezas realizadas desde 1990 hasta la actualidad, procedentes de colecciones privadas así como del Museo Bellas Artes de Bilbo o el Centro Museo ARTIUM de Gasteiz. Como detalle a destacar, la exposición no se acabará una vez echada la persiana de la sala bilbaína, pues se ha programado una itinerancia al MARCO de Vigo a partir de abril.

Nos encontramos una sala repleta de obras. Eminentemente habitada por pintura de diferentes formatos aunque asoman interesantes collages y dibujos. En ocasiones incluso intuimos algunas piezas con pretensión escultórica, como si quisieran atravesar la bidimensionalidad y hablar desde su propia materialidad sobre problemas espaciales que se resuelven en la pared. Existe un hilo cronológico desde el que está organizado el contenido y al final del recorrido entendemos cierta ligazón con la propia biografía de la artista. Empezando por la cita al ensayo de Virginia Woolf la primera parte se titula “Una habitación propia” que funciona como línea de salida a una inmersión en su propia mirada. “Guerra”, “Barna” y “Con los ojos abiertos” son el resto de etapas que van conduciendo nuestra deriva por el espacio. A pesar de lo que pudiera parecer, esta división en capítulos no traza una línea estricta por la que ir leyendo “Las siete ventanas”. Funciona más bien como una organización pero nunca como una delimitación. De hecho posiblemente una de las cosas más aconsejables para nuestra visita sea dejarnos llevar por la cantidad de recovecos interesantes que esconde el trabajo de Idoia Montón. Encontraremos bodegones marcados por una cotidianeidad que se nos hace conocida. Lugares de intimidad que juegan entre espejos y encuadres de balcones lejanos y una aparente nostalgia triste que pareciera teñir algunas de las piezas. A veces los marcos surgen pintados o despedazados y a veces simplemente han desaparecido para dar paso a formas y a vacíos que encierran la pared de la sala. En ocasiones nos topamos con miradas reflejadas en cristales. Pantallas de televisión o de ordenador y una paleta de colores que entre la calidez de sus detalles tiñe todo de una gestualidad reconocible y con personalidad propia.