2022 EKA. 26 EMBAJADORA MIXTECA DE LA CANCIÓN LATINA Elkarrizketa lila DOWNS «Sin la música me marchito,me vuelvo triste,es mi razón de vivir» Iñaki Zaratiegi En tiempos de globalidad y mestizaje, Ana Lila Downs Sánchez ejerce de embajadora de esos valores. Nació en la mexicana Heroica Ciudad de Tlaxiaco, Oaxaca, en 1968, hija de una indígena mixteca cantante de cabaré y de un “usamericano” profesor de cine de orígenes escoceses. Tenía gran habilidad cantora y, cuando la familia se trasladó a California, la entonces adolescente recibió enseñanzas de canto clásico. También se graduó como antropóloga con una tesis sobre las mujeres tejedoras de su tierra. Vivió el ambiente hippie, se emparejó con el saxofonista yanqui Paul Cohen, trabajó con Los Cadetes de Yodoyuxi y La Trova Serrana y debutó como solista con las maquetas “Ofrenda” (1994), “Azuláo: En vivo con Lila Downs” (1996) y “Trazos” (1998). A caballo entre su tierra y Estados Unidos, fichó por la discográfica Narada con el CD “La Sandunga”, que tuvo buen eco, y fue asumiendo un trotón ritmo laboral con otras cuatro nuevas grabaciones. Saltó a la multinacional EMI con tres álbumes y en 2011 desembarcó en Sony Music, convertida en gran voz latina. Representa el lado militante y reivindicativo de la canción popular y ha hecho de su existencia artística un caleidoscopio de estilos y mezclas musicales y un abanico de idiomas. Destaca además su colorista estética con una mezcla de tradición regional y aportes modernos. Suma catorce álbumes grabados (dos en directo), ha conseguido un premio Grammy (“Pecados y milagros”), dos nominaciones y cinco Grammy latinos. Acumula una plural lista de colaboraciones, incluida su participación en la aventura discográfica internacional del trikitilari Kepa Junkera. Ha actuado al menos tres veces en Donostia y este próximo sábado 2 está programada en el hernaniarra Museo Chillida dentro de su nueva gira “Volver”. Antes, estuvo charlando con 7K. ¿Esa sala que se ve a través de esta videollamada con instrumentos musicales es su casa? Es mi casa, sí, aquí en Uajaca [Oaxaca], donde está mi ombligo enterrado. Se refiere a la tradición de enterrar el cordón umbilical de los bebés. Quiere decir que uno siempre tendrá que volver al lugar donde está enterrado su ombligo. Mi abuela enterró el mío debajo de un maguey, junto a su casa, acá en mi pueblo, Tlaxiaco. Este año ha actuado en Ciudad de México y por Estados Unidos y va a volar a Europa en la gira «Volver Tour». Significa que usted, su pareja y sus dos hijos, están ya bien de salud. Todos pasaron el covid hace unos meses. En la familia, todos bien, afortunadamente. El covid sí afectó desafortunadamente a la banda. El baterista no puede salir a viajar. La pandemia nos tocó a todos de diferente manera y ahora es como volver a la vida, poder cantarle a un público y a uno mismo y agradecer las bendiciones que tenemos en el mundo. ¿El repertorio presentará novedades? Nos basaremos en el “El son del chile frito”, el disco-documental último, de 2020, que hicimos sobre unas bandas de viento principalmente de las costas mexicanas que llaman a su música así, “del chile frito”, y que es muy divertida. Y haremos temas nuevos, algunos de pandemia, otros inéditos. La frondosidad de su música bebió de la cultura familiar y vecinal. Su biografía cita la influencia ranchera de Lucha Reyes, Lola Beltrán, Flor Silvestre…, o de cantantes renovadoras de los años 60 como Amparo Ochoa. Sí, definitivamente. Tampoco había tantos que hicieran música que tuviera que ver con mis raíces, que era mi reto: cómo expresar mi raíz, tan diferente y discriminada. No me gusta hurgar en eso, pero es una realidad y afecta a todo: las letras, las expresiones. Amparo Ochoa fue importante para mí cuando ya estaba cantando, ya vivía en la ciudad de México y descubrí sus canciones feministas, con mucha fuerza. Creo que el álbum se llamaba “Mujer”. Me encantó aquella mujer aguerrida, no me tocó conocerla, pero luego me tocó cantar con músicos que habían estado con ella. ¿El panamericanismo sureño le llegó sobre todo con Mercedes Sosa? Claro, fue muy importante para mí. La descubrí cuando yo terminé la carrera de antropóloga y fue quien me enseñó el camino. Sabía que quería decir algo, de manera diferente, escogiendo repertorios que tuvieran que ver con mis convicciones. Y eso ha seguido muy presente en nuestra música y por eso a veces es más tardado hacer las cosas porque te tienen que convencer del todo. Los temas ajenos que elijes o los tuyos propios tienen que expresar una crítica social o una expresión realista de tu entorno. En el camino quedaron los estudios clásicos y de ópera y fue rockera y hasta casi groupie de los Grateful Dead. Suele ser un tópico despreciar aquella explosión hippie, ¿cuál es su balance? Definitivo, fue una experiencia importante. Para mí no la parte de las drogas, que afectó mucho a la vida de algunas personas. La parte que más me agradó fue la filosofía de Jerry García, de los Grateful, que me abrió e hizo que no juzgara a las personas. Algo que entonces me hacía mucha falta: abrir el pensamiento y permitir cualquier posibilidad. Es que el arte es eso, está siempre caminando. Si te concentras y cierras demasiado en algo no estás creciendo como artista. ¿Qué papel jugó Chavela Vargas en usted y en la cultura y sociedad mexicana en general? Su irreverencia fue un aire fresco para todos. La mujer latina ha sido puesta siempre al margen, aunque nos idealicen y nos pongan como la Virgen. También es un aire fresco para nosotras llegar por ejemplo a España y comprobar que la mujer de cada provincia tiene su maravillosa expresión de libertad. Ser antropóloga le habrá ayudado a retomar las raíces en lo musical y en reivindicar las lenguas y culturas indígenas. ¿Cómo no? Investigas más, sigues los cambios que se dan en cada pueblo, en cada cultura, y eso es fascinante. Creo que he cantado en seis idiomas nativos, con la ayuda de poetas y compañeros/as maestros que están en la educación bilingüe trabajando de maravilla. La pandemia nos ayudó en ese campo porque por medio de internet se mantuvo el contacto con personas que son esenciales para expresar la riqueza cultural de sus idiomas. En mi estado existen 16, incluyendo el español. Y en todo el país existen 69 idiomas. Estamos retomando el bastón en las comunidades indígenas, expresando un orgullo que siempre existió. Yo vengo de un estado donde eso siempre mandó y en mi niñez estuvo presente lo de conocer tus culturas, ser consciente de ellas, cada quien cómo porta con orgullo su indumentaria, su idioma, sus rituales, y eso nos ha hecho más fuertes a todos los huajaqueños, chapanecos…, todo el sur de México tiene ese orgullo y esa riqueza. ¿Cómo sigue la polémica sobre la exigencia de disculpas al colonialismo que hasta enfadó a las autoridades españolas con el presidente López Obrador? Hay personas que aún no se abren a un progresismo que logre cambios más rápidos para la humanidad. Como yo le digo a mi hijo: te cuesta mucho pedir perdón. Y le explico que el que pide perdón es el que más descansa, la otra persona nada más espera las palabras y se libera. Pero quien lo pide se libera de una manera extraordinaria. Se ha criado multilingüe, entre fronteras, ¿cómo vive el cambio que ha traído la «urban music» (reguetón, trap…) en castellano, que está desplazando al pop-rock en inglés? ¿Ese protagonismo de lo latino alimenta quizás la rabia de los sectores reaccionarios blancos que ven peligrar su supremacismo? Pues me encanta verlo como tú lo explicas. Aunque el reguetón me molesta a veces porque es muy desgastante la cuestión machista. Pero hay artistas como la Rosalía que es ejemplo de mujer creativa muy moderna, que puede hacer un disco en Miami, pero que basa su música en sus raíces andaluzas. Son expresiones de que los latinoamericanos y los hispanohablantes en general estamos ya presentes en la conciencia de lo angloamericano. Y eso es un cambio y un triunfo. Y hay tantos tipos de música que es una pena que se crea que lo latino es casi solo reguetón. Lo importante es que los jóvenes rasquen esa superficie y se den cuenta de que por debajo hay mucho más que vale la pena escuchar. Su compatriota Julieta Venegas, que vive en Argentina, nos comparó la fortaleza de los movimientos de mujeres allí (con la victoria sobre el derecho al aborto) con la situación más débil de la lucha feminista mexicana. Sin embargo, México fue más pionero en liberalizar el derecho a abortar en 2007. Las mujeres hemos estado en la parte de atrás y ahora estamos en otra etapa, más dispuestos a escuchar su voz y sus opiniones. Por un lado, hemos avanzado con nuestras organizaciones, pero por otro da la impresión de que retrocedemos. En los primeros seis meses de 2020 fueron asesinadas en México 1.844 mujeres. Eso no ha cambiado y es la gran contradicción porque las organizaciones feministas estamos más presentes en la sociedad, a nivel de protestas, en los medios, y en la música también hay más mujeres que aportan sus canciones. Pero hay que mirar a la realidad de frente y hacer que cambie dentro del sistema legislativo y legal. Parece que en cada estado de nuestro país hay una instancia dedicada a los feminicidios, pero las personas no tienen aún la educación apropiada para lidiar con esos temas. Mientras Argentina regulariza por fin esa reivindicación femenina y en el Estado español se acaban de ampliar aspectos sobre la interrupción voluntaria del embarazo, en EEUU, lugar de ese derecho desde 1973, se discute ahora abolirlo. Eso preocupa mucho, claro, y a mí me interesa participar en ese proceso porque muchas mujeres jóvenes han perdido la conexión con el esfuerzo que se llevó en anteriores generaciones para lograr las libertades con las que contamos ahora. Hay que buscar maneras de platicarlo más, crear historias, escritos, música… para que el tema vuelva a ser importante porque se quiere limitar de nuevo nuestra libertad. Nos visitó hace unos años en varias ocasiones y participó en un experimento colectivo del acordeonista Kepa Junkera. Ahora viene a actuar en el museo del influyente escultor Eduardo Chillida. ¿Qué referencias culturales vascas tiene? Pues sí, tiene un buen rato que no hemos ido al País Vasco. Lo que comentas de Junkera fue muy lindo. Y esto que me platicas de ese museo del escultor es un honor. Gracias por mencionármelo porque me interesa mucho y vamos a estudiarlo. Voy a tomar muy en cuenta que vamos a estar en ese entorno para poder mencionar algunas cosas sobre el arte y la importancia de la escultura en nuestras vidas. A veces no tomamos tan en cuenta esos aspectos creativos, los entornos y la belleza en la que habitamos. ¿Sabe que existen mariachis vascos? Hay mucha afición por la canción mexicana y se está haciendo un estudio antropológico sobre nuestra querencia por las rancheras. Es que esa música tiene sus fans en diferentes sitios del mundo. Y son muy apasionados, como ocurre con el blues. Es la música de la raíz que te conecta con algo que es primitivo, verdadero. Muchas veces buscamos eso porque los seres humanos somos demasiado complicados y las rancheras es de lo más sencillo que hay. Un día su madre le dijo: «Lila, canta con sentimiento y si no, mejor ni cantes». Y usted ha dicho: «quiero seguir cantando y girando hasta que sea viejita». Así es, porque sin la música yo me marchito, me vuelvo triste y no encuentro motivo o razón de vivir. Así que la música es mi razón de vivir. En la canción «Peligrosa», decía que es además «dolorosa, enjundiosa, caprichosa, hermosa, desdeñosa, afanosa, intrépida, costosa…». ¿Con cuál de esas Lila hay que quedarse? Pero es que así somos los seres humanos. Vamos pasando por etapas diferentes y tenemos que escucharnos a nosotros mismos diez años después, veinte años después y volver a vivir eso que contábamos y éramos antes. Cuando vamos creciendo, recordar nuestra esencia es bien importante. A veces se repiten los ciclos y qué divertido, ¿no? Siempre hay que buscarlo de otra manera porque cada etapa que uno va viviendo es una lección de la vida y tiene sus retos y su belleza. «Nire erroa, hain desberdina eta diskriminatua, nola adierazi zen nire erronka»