7K - zazpika astekaria
ARQUITECTURA

Levitar


Desde la antigüedad, todo aquello que desafía los límites de la razón ha sido por un lado fuente de temor y por otro de fascinación para las personas. Así, los trucos de ilusionismo han sido uno de los mecanismos más utilizados para sorprender y maravillar al público, pero también para desafiar la lógica y la razón humana.

Por este motivo el ilusionismo ha sido objeto de estudio desde hace siglos ya que, por un lado, los trucos de los magos parecen desafiar la realidad y la física pero, por otro, pueden ser entendidos como un ejemplo de cómo nuestro cerebro interpreta la información y de algún modo admite incluso informaciones que no puede creer.

Así, los trucos son una forma de manipulación pero también representan una oportunidad para comprender mejor la mente humana y su capacidad para procesar y reinterpretar la información sensorial. Podría incluso pensarse que la magia y los trucos de ilusionismo tienen una importancia que trasciende lo meramente lúdico o el entretenimiento, y que podrían usarse en otras disciplinas como por ejemplo la arquitectura.

Uno de los trucos más fascinantes, seguramente por su sencillez, es el de la levitación, ese efecto por el que un cuerpo se halla en suspensión estable en el espacio, sin mediación de otro objeto físico que lo sustente, dando la sensación de que flota, todo ello ignorando los efectos de la gravedad.

Hace ya unos años el arquitecto Junya Ishigami recibía un encargo que puede ser considerado menor, una pequeña tienda para la marca de gafas JINS que debía ubicarse en el distrito financiero de Lujiazui, en Shanghái. La nueva tienda ocuparía un pequeño recinto en el centro comercial de la segunda planta del Shanghai World Financial Centre (SWFC), uno de los grandes rascacielos de la ciudad china. El diseño minimalista de la tienda da la bienvenida a los visitantes con unas estanterías expositoras, que a modo de mostradores que levitan, actúan como soporte de las gafas de la marca JINS desafiando la gravedad.

En cada uno de los cinco mostradores se modifica su longitud para adaptarse al espacio ligeramente trapezoidal, hasta que el mostrador más grande alcanza un máximo de 12 metros. Estos mostradores se colocan a 80 centímetros del suelo, aproximadamente a la altura de la cintura. Ishigami consigue crear así un paisaje bajo y horizontal, que queda ampliamente reforzado al haber mantenido todas las mesas expositor a un mismo nivel horizontal.

El sistema de estanterías flotantes se planteó prácticamente como un edificio, más que como piezas de mobiliario, incorporando un sistema autónomo de vigas pretensadas de hormigón armado con sección en H. Para diseñar estas estanterías suspendidas, Junya Ishigami trabajó en colaboración con el ingeniero estructural Jun Sato. La estructura en voladizo de las mesas está compuesta por vigas pretensadas y se complementa con una columna en el lateral que espera a cada una de las vigas en voladizo. Las vigas flotantes se reforzaron con vigas de acero en H que son las que resuelven la conexión con el pilar, quedan el conjunto conectado y empotrado en el muro contiguo del local comercial, una de las pantallas de hormigón del núcleo central del rascacielos en el que se ubica la tienda. Este entramado de hormigón y acero está fijado además a unas planchas de acero colocadas dentro del suelo del local y que reparte la carga. Tal y como explica el ingeniero Sato, esa pesada chapa, inclinada ligeramente, actúa como una base de contrapeso para mantener en equilibrio el voladizo superior.

Este diseño estructuralmente titánico para resolver unas piezas de mobiliario no solo presenta esos volúmenes flotantes en un espacio abierto y transparente sino que logra, por contradictorio que parezca frente al despliegue realizado, una gran ligereza. Especialmente si pensamos que todo el diseño estructural se basa en pieza de hormigón pretensada, un material que suele considerarse pesado, y que aquí ofrece una imagen de ligereza flotando en el espacio de la tienda.

La sala blanca de un museo. El resto del interior tiene un aire industrial, que se aproxima a una de esas salas estandarizadas de los museos contemporáneos, esas cajas neutras que pueden ser ocupadas por cualquier pieza artística. Un espacio en el que todo se reduce al color blanco y en el que únicamente aparecen los estantes que flotan misteriosamente en la tienda y las tuberías aéreas del sistema de ventilación, pintadas también completamente en blanco. Las monturas y los colores de las gafas contrastan con el blanco de los expositores y del propio espacio, centrando sobre ellas toda la atención. Para aumentar ese efecto, la tienda cuenta con iluminación LED en color “Natural White” de 4.000 Kelvin, que aporta algo de calidez a lo que podría haber sido de otro modo un entorno clínico.

Esta levitación estructural construye una expresión arquitectónica singular dentro de un centro comercial abarrotado, y hace de un truco de magia, de la dificultad de entender que cinco mostradores de doce metros floten en el espacio, un motivo para la arquitectura.