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OSASUNA

La relación entre el apetito y el ejercicio

La creencia de quemar calorías practicando deporte u realizando otras actividades físicas está muy extendida, también la de que ambas abren el apetito. No obstante, volvemos a lo de que no todas las personas responden igual.


Alguna vez has pensado que hacer ejercicio está bien pero temes que aumenten tus ganas de comer después? ¿Y si entrenas de forma habitual, has notado si esto aumenta tu apetito? Normalmente todos pensamos que sí; existe la sospecha, particularmente alimentada por los bulos o mitos alimentarios, de que el ejercicio puede aumentar el hambre, y con ello la ingesta de alimentos, anulando así el efecto que la mayoría busca, gastar calorías a través de la actividad. Sin embargo, ¿es cierto?

A pesar de que la práctica de ejercicio está ampliamente considerada como uno de los componentes más valiosos que puede influir en el peso corporal y, por tanto, ayudar en la regulación del mismo, así como a prevenir múltiples patologías, lo cierto es que no todas las personas que realizan ejercicio con regularidad advierten un efecto sobre su peso corporal, y es que existe evidencia de una enorme variabilidad individual en la respuesta al ejercicio. ¿A qué se debe esta respuesta tan heterogénea?

En primer lugar, el ejercicio, mediante el gasto de energía (gasto de calorías o Kcal) influirá en la ecuación del balance energético (Kcal que comemos - Kcal que gastamos) con el potencial de generar un déficit energético, esto es, gastar más Kcal. Sin embargo, el gasto energético también influye en el control del apetito, es decir, sobre los procesos fisiológicos y psicológicos que regulan el hambre y la saciedad y, por tanto, la ingesta. Esta interacción dinámica significa que predecir un cambio resultante en el equilibrio energético y, por tanto, un cambio de peso, será complicado. Asimismo, las acciones específicas del ejercicio sobre cada uno de estos componentes fisiológicos variarán de persona a persona (según las características fisiológicas individuales) y con la intensidad y duración del ejercicio. Por tanto, las respuestas individuales al ejercicio serán muy variables y difíciles de predecir.

Pero, respondiendo en términos generales a las dos preguntas de la introducción, las respuestas son 1) no y 2) sí. Es decir, ¿qué dice la ciencia acerca de si hacer ejercicio aumenta el apetito? Pues que las series únicas de ejercicio inducen un déficit de energía a corto plazo sin estimular efectos compensatorios sobre el apetito, esto es, la evidencia nos dice que después de un entrenamiento puntual, el hambre y la ingesta no se disparan, más bien tienden a ser iguales o menores que si no se hace ejercicio.

Y, sobre si practicar deporte de forma regular afecta al hambre, pues sí. Es cierto que estas personas pueden notar un incremento de su apetito, pero también se ha visto que estas personas son capaces de regular o equilibrar mejor la energía que ingieren con la que gastan (apetito-saciedad). Es decir, que la evidencia actual sugiere que las personas físicamente activas tienen una mejor sensibilidad al apetito.