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UNA VIDA DE PASIÓN POR EL FÚTBOL
Elkarrizketa
Roberto Olabe
Director Deportivo

«La Real ha sido mi universidad para desarrollar ideas»

Al cumplirse seis años de su vuelta a la Real como director de fútbol y 25 desde que empezó como técnico en Zubieta como entrenador del juvenil, Roberto Olabe repasa una vida de pasión e inquietud por el fútbol y por la Real, con la que se identificó desde su niñez en Gasteiz, con la satisfacción de lograr una regularidad durante su gestión y con la sensación de que algún día saldrá, pero siempre volverá a Gipuzkoa.

Fotografías: Gorka Rubio | FOKU

Roberto Olabe (Gasteiz, 1967) se considera «un perro verde» porque en una familia txirrindulari alavesa se decantó por el fútbol y la Real campeona de los 80, que tenía como referente a Luis Arconada. Quiso ser portero como él a pesar de no tener la altura ideal para ese puesto y así comenzó una pelea que le llevó al Ibiza y al Mirandés, donde coincidió por vez primera con Juanma Lillo. El técnico tolosarra le convenció para cambiar su vida en el Salamanca, con el que subió en dos años de Segunda B a Primera. Eso le llevó a que lo fichara para la Real en 1995 Mikel Etxarri, que cuatro años después le dio la opción de entrenar al juvenil para empezar su carrera como técnico en Zubieta.

Mikel Etxarri, que le ofreció comenzar su carrera como técnico en 1999, decía que para ser entrenador hay que tener pasión. Mikel ha sido una persona importante en mi vida deportiva. Tuvo mucho que ver en mi llegada a la Real en julio de 1995 como jugador y luego fue una apuesta suya con el propio Luis Uranga. Recuerdo la reunión con el presidente dándome a entender que podía desarrollar mi pasión en la Real tras cuatro año sin jugar. Tenía ganas de revancha conmigo mismo, de salir a jugar, y esa propuesta me cambió el paso. No puedo estar más agradecido y satisfecho por la decisión que tomé con 31 años. Más que dejar el fútbol, el fútbol me dejó y pude tomar esa decisión porque alguien me la propuso. He tenido mucha suerte en la Real con Mikel, con Luis, José Luis Astiazaran me dio otra oportunidad y, después, Jokin Aperribay. La Real nos hace mejores a todos los que estamos, nos da oportunidades. No solo como jugadores, técnicos o gestores, también a nivel personal. Estoy agradecido a las personas que me han permitido mamar lo que significa este club.

También hablaba Mikel Etxarri de la inquietud que le llevó a Ibiza y Salamanca como jugador y después a Almería, Valladolid, Qatar y Ecuador como técnico. No soy una persona con una estabilidad social. Me genera inquietud la exploración de las oportunidades. Esas cosas nacen cuando detrás no hay una connotación económica y tienen que ver con lo que te gusta y lo que crees que debes buscar. Después de jugar en el Aranako, San Ignacio y Aurrera de Vitoria, además de la inquietud, había un inconformismo. ¿Con tu estatura vas a poder jugar de portero? Era la pelea contra el mundo. Me salió la oportunidad de jugar en Segunda B en Ibiza y no me lo pensé. Esa inquietud me ha hecho explorar diferentes espacios y me considero afortunado de vivir el fútbol desde ámbitos distintos como jugador, entrenador y gestor. Te da una perspectiva de este mundo que es familia, industria, y es apasionante.

Juanma Lillo, ayudante ahora de Pep Guardiola en el Manchester City, cambió su vida. Pasó de no jugar apenas en el Alavés, a ser titular siempre en el Salamanca para subir de Segunda B a Primera en dos años. De Ibiza me fui al Mirandés y coincidí la primera vez con Juanma. Es el que más influyó en mi vida desde el ámbito deportivo, familiar, de muchas maneras. En el Mirandés coincidimos dos años, me sentí bien como jugador y fui al Alavés, donde viví un desencanto. No jugaba y me planteé qué significaba el fútbol para mí. Había empezado con 19-20 años a entrenar a porteros cadetes con el Aurrera y el Corazonistas. Siempre me ha gustado compartir experiencias, tener una mirada diferente al fútbol de rendimiento. En ese momento me planteé hacia dónde quería que fuera mi vida.

Tenía un trabajo en Vitoria y apareció Juanma para decirme que iba al Salamanca y que quería que fuera con él. Le dije que no unas cuantas veces, pero con su capacidad persuasiva me dijo, «ven y vete cuando quieras». Fue una oportunidad de vida, no solo por el ciclo deportivo que vivimos, también porque conocí a la que es mi mujer. El vínculo con aquella ciudad y aquel tiempo es perenne. El tiempo y los caminos del fútbol nos han separado, pero siento orgullo de decir que Juanma ha sido muy especial, el que más me ha ayudado a entender el juego. Lo considero un tipo extraordinario que me ayudó a abrir la ventana. Muchas de las cosas que me han ocurrido han tenido que ver con él.

¿Han sido Lillo y Etxarri los dos técnicos que más le han marcado? Sí, porque han estado en momentos muy importantes. Los jugadores no elegimos quién nos entrena. Dependes de quién aparece en tu vida y he sido muy afortunado con los dos, pero también por trabajar con referentes como Raynald Denoueix, Unai Emery, John Toshack, Salva Iriarte, Jabo Irureta, Javi Clemente, Bernd Krauss... He tenido la gran fortuna de coincidir, escuchar y discutir con gente con ideas distintas del fútbol y la gestión, elementos muy interesantes que me ayudan a tener una mirada a través de las experiencias de otros. Mikel y Juanma son los precursores, pero luego he trabajado con gente de mucho nivel y diferentes ideas que han construido el Roberto que soy en el ámbito deportivo y personal.

No es fácil ser portero en Primera con 1,77 de estatura. Solo jugó dos partidos y, en lugar de buscar otro equipo, decidió quedarse. ¿Cómo se identifica un alavés con la Real? No era un portero de Primera. Mis limitaciones estructurales forjaron mi base actitudinal, mi voluntad de conseguir lo que intentes, que no te asegura nada, pero te puedes quedar tranquilo. El éxito no ha venido conmigo. No llegué a Primera por mí, sino porque ascendió el Salamanca. He tenido que encontrar el éxito a base de trabajo, pero no tenía estructura para ser portero, tenía un cuerpo de escombro. Coger el juvenil fue una decisión difícil. Estaba enfadado con el mundo, conmigo mismo. No jugar me daba una distancia de las cosas. Lo veía con angustia.

Soy del 67, pertenezco a la generación que creció con la Real y el Athletic siendo campeones en los 80. En una familia txirrindulari era un perro verde. Toda mi vida tocando el acordeón, en el conservatorio, en la fanfarre, en la banda municipal de Gasteiz, viviendo de cerca el deporte con mis primos con la bici. El fútbol me quedaba muy lejos, pero la Real era campeona, tenía a Arconada y la empecé a vivir desde muy joven con su éxito, con un portero referente. Y desde entonces, hasta ahora. Eso me llevó a vivir eventos como la final de Copa del Bernabéu en 1988 contra el Barcelona y eso te sigue haciendo un ‘patatero’ de la Real. Por eso, cuando estaba en Salamanca, tras pasar de un Segunda B, de casi desaparecer, a Primera, cuando se me presentó la oportunidad de que la Real le pidió mi traspaso, tengo pocas dudas de lo que significó cumplir un sueño a los 26 años.

En toda la construcción a través del tiempo, la Real ha tenido mucho que ver. Hay un generador bipolar en cuanto a amores y odios, me encuentro cómodo en este territorio, con sus personas. La vida ha seguido dándome oportunidades, he querido explorar nuevos caminos, he podido trabajar en diferentes ciudades del Estado y del mundo, pero siempre hemos vuelto a Gipuzkoa y tengo la sensación de que siempre vamos a volver. Vivo en Hondarribia. Para escapar del ruido elegí un lugar más tranquilo.

En aquellos años en la Real coincidieron muchos futuros técnicos de nivel y uno, Unai Emery, debutó en Primera con usted como director deportivo con el ascenso del Almería. Juanma ha sido el fútbol y la vida; Unai, el fútbol y la competición; y Raynald Denoueix, el fútbol y el entrenamiento. Han supuesto mucho. Con Unai había una especial relación porque, además de ser compañeros, compartimos mucho tiempo mirando el fútbol desde fuera. Con Mikel Etxarri había una inquietud, una cultura de hablar del juego, de profundizar, de hacernos preguntas y eso repercute a nivel individual. En esos años muchos jugadores coincidimos sacando los títulos: Antia, Loren, Gracia, Idiakez, Mutiu...

La inquietud nos venía de antes. Invertíamos algún viernes y algún sábado. Tengo muy buen recuerdo de las prácticas con el Berio. No era que firmaran que las hacía, sino hacerlas. Recuerdo que gracias a Carlos Benito me iba a los entrenamientos del equipo de Preferente, que comenzaban a las diez de la noche. Los profesionales vivimos en una burbuja y ver a aquellos chicos que venían con la mochila de trabajar o estudiar y acababan a las 23.30 te permite acercarte a la realidad. Tanta gente pasa a entrenar porque este club tiene la cultura táctica, del juego en el medio de todo. Matamos por el modelo y seguimos generando espacios para discutir sobre ello.

¿Qué supuso evitar el descenso de la Real como entrenador los últimos nueve partidos en 2002? Estábamos a siete puntos penúltimos tras perder con el Tenerife de Javi Clemente en casa. No me lo esperaba, pero tienes un punto de inconsciencia y de sueños que seguimos alimentando en este club para buscar objetivos. El presidente José Luis Astiazaran me lo propuso a las dos de la madrugada después del partido, me dijeron si me podía pasar por Anoeta a esa hora. Además de ser el entrenador del juvenil, era el responsable de metodología, empezamos a trabajar con ciclos y recuerdo dos cosas: mi voluntad de ir adelante y la pregunta sincera de qué significaba esto. Estaban Astiazaran, Barrenetxea e Iñaki Gabilondo y fueron sinceros. Me dijeron: «Nos gustaría intentar quedarnos en Primera, pero nuestro objetivo contigo es desarrollar el proyecto Zubieta XXI».

La Real me había dado la oportunidad de mirar al mundo y conocer las formas de trabajar en Clairefontaine, el Corinthians, Boca Juniors... La Real ha sido mi universidad para desarrollar ideas y en ese momento fuimos sinceros. Era intentar salvar la situación y pasar a otra responsabilidad. Fui valiente, convencido de que había un nivel de jugadores que te hacía pensar que sí, que podía ser. Fue un momento crítico que me ha dado la Real. Me siento muy orgulloso de esos partidos y de las generaciones de 1981-86 con las que trabajé en el juvenil. En el periplo posterior intenté generar una base para un desarrollo.

En su primer año como director deportivo pasó de evitar el descenso a rozar el título de Liga... Al volver en 2016, dije que debíamos intentar ser regulares porque así estaríamos más cerca de aspirar al éxito. Si un año estás a punto de descender y al siguiente de ganar la Liga, a nivel estructural algo faltaba. Era un equipo formado, no construido. Podíamos competir con jugadores extraordinarios, pero no nos preparábamos para lo que llegaba. Nos faltaba tener una idea clara.

Ser subcampeones (2002-2003) nos hizo pensar que casi éramos campeones. Nos conformamos. Nos dio la Champions, quizás no estábamos lo suficientemente preparados para competir y se demostró con el Valencia, Villarreal y en Vigo. El equipo hizo una Liga extraordinaria, con un puntaje bueno y un juego mejor todavía. Soy fan de Denoueix.

En 2002 sustituyó a John Toshack. ¿La Real es el club en el que más importancia se da al cargo de director deportivo por todo lo que se destacaron sus fichajes? La Real fue pionera en tener a alguien que mirara al club de una manera integral. Yo venía del juvenil, del fútbol base. La figura del director deportivo es relativamente nueva en el fútbol español. Se instauró con Jorge Valdano. Secretarios técnicos han existido siempre con una importancia relativa porque destacaba el entrenador, pero la figura de John Toshack importada del Reino Unido introdujo el concepto del manager que, además de entrenar, ficha y gestiona. Puede que por eso al director deportivo, al director de fútbol, se le vincula mucho al fichaje, al rendimiento, a la plusvalía. El fichaje es una consecuencia de algo más rico. No siento que soy un fichador. Es una responsabilidad incorporar jugadores, pero también hacerlo desde la base, gestionar. Aquí tenemos muy claro que generamos jugadores y los formamos, y es el entrenador la parte más importante en ese proceso de promoción y consolidación de los jóvenes.

La Real vivía esos años (2001-05) por encima de sus posibilidades y no hubo paciencia cuando recurrió a los jóvenes y no había dinero para otra cosa.

Recurrimos a los jóvenes porque hay un final de ciclo. Después del subcampeonato decidimos una manera de hacernos fuertes. El club entendió que, sin estar preparados para ir al mercado, era una buena opción no traspasar a Xabi Alonso, Kovacevic, De Pedro o Nihat. Fue un error mío. En esos tres años que ejercí la gestión del club, la inversión y el gasto no estuvieron por encima de lo que recibimos, pero como principio absoluto teníamos que dar paso a esa generación que pedía paso desde el Sanse.

Tras ser subcampeones, fuimos decimoquintos. Eso nos viene a decir que no estábamos bien construidos. Que tengamos al año siguiente 16 jugadores de Zubieta puede tener un componente económico, pero allá donde he estado siempre me comprometo y me relaciono con proyectos de desarrollo de gente joven con la ambición de conseguir algo. En aquel proyecto 2004-05 buscamos tener un jugador joven y un veterano en cada puesto. Ese momento social fue jodido. La Real era un arma arrojadiza cuando debería ser un elemento centralizador de pasión, de sentimiento, de objetivos. En ese momento social muy complicado cada uno entendía la Real a su manera y nos la tirábamos encima y mucha gente entendía que todo lo que se hacía no respondía a un modelo, a un proyecto.

Apostó por que los mejores guipuzcoanos jugaran en la Real. Volvió Alkiza, se recuperó a Agirretxe... Y llegó Griezmann... Lo teníamos claro como ahora, aunque los contextos son diferentes. La llegada del Antiguoko fue importante para que el guipuzcoano sintiera que la Real es el club donde puede jugar. Hubo que adaptar estrategias y vimos que en Iparralde, para seguir creciendo, debíamos apostar por el talento externo. Así apareció la oportunidad de Antoine basada en el nuevo modelo de scouting (ojeadores). Incorporamos a Éric Olhats. Había que justificar que venía un chico de Mâcon en esos momentos sociales comprometidos. Lo más sencillo fue hacer creer que Antoine venía de Baiona, de un entorno natural con el que nos sintiéramos cómodos para no generar controversia.

Fue un momento en el que en Zubieta tuvieron que salir muchos técnicos, unos 25. Eso me marcó de por vida. Hay gente que me quiere mucho y otra que no me quiere nada, y la génesis pudo ocurrir en ese momento en el que apuesto por otros profesionales para adaptarnos a tiempos diferentes. En los proyectos del fútbol de formación le dimos una vuelta importante al scouting, vinieron cuatro preparadores físicos, entrenadores de porteros, enriquecimos los staff porque entendíamos que el momento era de desarrollo. Si hay algo de lo que me siento orgulloso es del trabajo que se hizo entonces, fue la base de cosas que desarrollaron otras personas.

¿Qué cambió en la Real y el fútbol desde esa época hasta que volvió en 2018? Cuando me tocó mi primera experiencia de gestor tenía limitaciones de presupuesto mayores que ahora, pero había una convicción del hombre orquesta que era capaz de hacer de todo. Una de mis evoluciones se ha basado en la búsqueda de especialistas de los que me intento rodear porque te ponen más cerca de la necesidad. Cuando en febrero del 2002 cogí el equipo, decidí que Julen Masach fuera el preparador físico, solo hacía el calentamiento del jueves. Incorporé a Jesús Mari Zamora. La gente decía que lo hacía porque se necesitaba su carnet de entrenador, pero con él buscaba otra visión diferente. Incorporamos a Xabi Manzisidor porque no había entrenador específico de porteros en el equipo. Fue el primer paso. A partir de ahí llegaron profesionales a todos los ámbitos.

Hemos evolucionado hacia el experto que te ayuda a incidir más en cada ámbito de rendimiento. Cuanta más experiencia tengo, más sé de todo, pero me doy cuenta de que sé menos de cada ámbito específico y de que necesito de profesionales para ir al detalle. Ahora tenemos unas 25-30 personas en el primer equipo y más de 150 en los distintos ámbitos del fútbol para profundizar en el entrenamiento, la salud, el rendimiento, lo condicional, el análisis del juego, la nutrición, los datos... No hay una visión generalista, el proyecto educativo y deportivo nos lleva a convertir a cada jugador en un proyecto en sí. Y necesitas especialistas que entiendan la necesidad de cada chico desde cada ámbito.

¿Por qué no cuajó el intento de trabajar con Loren en 2016 y qué opina de su trabajo? Creo que me precipité. Estaba en Doha en el proyecto profesional de mi vida con la Academia Aspire, con la Federación de Qatar, para preparar a unos chicos para jugar un Mundial. Recibí la llamada de Jokin Aperribay que me pilló por sorpresa. Yo llevaba mucho tiempo con una manera de trabajar y desarrollar las ideas y aterricé como un elefante en una cacharrería y sentía que no iba a poder ayudar y no quería ser una piedra en el camino de nadie. Entendía los procesos de una manera diferente, pero no es culpa de nadie. Tenía una visión que no se podía dar y vi que era mejor dar un paso a un lado.

Loren fue mi compañero de 1995 a 1999, cuando en 2002 comencé como director deportivo decidí que empezara en el infantil con Josean Rueda. Al año siguiente decidimos que estuviera con Gonzalo Arconada en el Sanse y en mi último año pasó al primer equipo con José Mari Amorrortu. Con las personas que se incorporaron un año después se produjo mi salida, traumática para mí. Puedo destacar de Loren en ese tiempo que fue alguien con inquietud de formarse, de ser parte. Luego no he estado y puedo valorar los resultados, extraordinarios, muy buenos.

La Real tiene ahora más medios, un nuevo campo, más recursos económicos... Uno de los éxitos de la Real con Jokin Aperribay es la sostenibilidad en la inversión sin tener la tentación de poner todo el dinero en los jugadores. Se destinaron 80 millones al campo para conectar con nuestra gente. Al ponernos más cerca, nos conectamos mejor. Lo necesitábamos como club. Además, la inversión en Zubieta forma parte de lo que yo creo. Cuando en 2018 Jokin vino a buscarme a Ecuador, no era para cambiar, sino para profundizar en un modelo de club. Para mejorar los procesos es importante la infraestructura. Los chicos tienen los medios para desarrollar su carrera en lo personal y lo deportivo. En ese 2018 se encuentra el final de un ciclo de la generación de 1983-1987 que llevó con Jokin al club de una situación complicada hasta Europa. No era sencillo afrontarlo y en ese momento fueron claves las infraestructuras. El proyecto ha cambiado desde entonces. En el periodo 2002-2005 se nos echó en cara si la Real necesitaba un edificio de formación, si entró gente por encima de lo necesario. Ahora estamos en la necesidad que nos demanda la élite.

¿Cómo ve el futuro de la Real? Estamos en medio. Me gustaría consolidar esta forma de hacer, de gestionar, que nos confirmara como un equipo aspirante regular, que pueda dar la mejor versión en lo deportivo, en lo económico y en la identidad en base a nuestro territorio y a nuestro proceso de desarrollo de los jóvenes. Seguir enganchados al juego que nos da resultados, a los aficionados para emocionarlos. Ser ese equipo con personalidad que evoluciona en base al juego, que quiere ganar, que quiere que pasen cosas.

¿Y el de Roberto Olabe? Uno tiene que estar preparado para proteger el sistema, la gestión, al Consejo, al proyecto del juego, al entrenador, a los jugadores.... Debemos ser garantes de ese modelo de club. Es la obligación y el objetivo de un director deportivo, de un director de fútbol, porque así la mirada es más transversal. En la Real lo integramos todo y Roberto como capitán de este proyecto intenta poner todas las energías siendo consciente de que cada día es un día menos para que llegue el final. Quiero proyectos largos, pero me cuesta ver a las personas que estén mucho tiempo en proyectos porque necesitas estabilidad, pero también electroshocks que deben venir de diferentes ámbitos.

Yo siento la Real como algo muy especial. He estado en otros lugares y, como hay perfiles de jugadores, hay perfiles de gestores, y me considero un gestor de un perfil diferente que piensa en trabajar con gente joven. No pienso en mi marcha como tal porque no me pienso ir mañana. Pero un día Roberto se irá de la Real y quizás un tiempo después se embarque en otra aventura. El tiempo del gestor es finito por el bien de los propios proyectos.