2024 IRA. 29 EL ETERNO VERANO DE LA DORSAL 261 Elkarrizketa Kathrine Switzer Atleta y activista feminista «A través del running se puede cambiar la vida de las mujeres» Kathrine Switzer es conocida porque en 1967 fue la primera mujer que logró terminar un maratón, el de Boston, con su correspondiente dorsal, a pesar de que intentaron echarle porque entonces la prueba era solo para hombres. Desde ese momento, su vida quedó ligada al dorsal 261, que además da nombre a 261 Fearless, una asociación «sin miedo» a través de la cual fomenta el empoderamiento de las mujeres y también el running. (FOKU) Miren Sáenz | Fotografías: Andoni Canellada Kathrine Switzer (Amberg, Alemania, 1947) vive siempre en verano, la mitad del año en Nueva Zelanda y la otra mitad en Nueva York, aunque no en la Gran Manzana, sino en un pequeño pueblo de montaña, rodeada de naturaleza, una de sus aficiones. ¿La razón? Roger Robinson, un neozelandés con el que comparte vida y aficiones desde hace 37 años y que como ella tiene unas cuantas ocupaciones: es profesor emérito, académico, ensayista, periodista, comentarista deportivo y, por supuesto, atleta. Como ninguno de los dos estaba dispuesto a renunciar a sus respectivas carreras profesionales, buscaron esa solución y acertaron. Hace unas semanas han visitado Donostia y, mientras Robinson recorría la ciudad, charlamos con esta apasionada runner. La cita es en el polideportivo Pío Baroja, así que Kathy Switzer posa en la sede del Club Deportivo Fortuna, organizador de la Behobia, junto a fotografías y galardones, incluido el Tambor de Oro, que hace unos años recibió este club centenario por mantener la carrera popular más importante de la ciudad -y también de Euskal Herria-. El fotógrafo tiene prisa y ella, que sabe de los rigores del oficio, se presta a sus sugerencias con una agilidad admirable. Está cómoda, vestida con la camiseta que publicita el proyecto por la paridad en la participación de la Behobia para 2025, unas mallas negras y unas sencillas zapatillas. Inteligente, espontánea, cercana y divertida, ha regresado a Donostia seis años después de su anterior visita. Entonces aterrizó lesionada, pero esta vez ha podido disfrutar de la ciudad corriendo. En aquella ocasión también la entrevistamos en 7K. Mientras ojea las páginas de aquella primera entrevista, arrancamos con la segunda. Atleta, periodista, escritora, conferenciante, comentarista de televisión y activista feminista. ¿Algo más que añadir a su curriculum? Para mí es muy importante trabajar en mi fundación 261 Fearless. Cuando empezó era pequeña y ahora está en trece países. A través de esta organización y del running se puede cambiar la vida de las mujeres. Siempre he intentado que corran, pero una cosa es hacerlo en países menos problemáticos, en los que es cuestión de convencerlas, y otra en sitios en los que la vida de estas mujeres puede peligrar porque no está aceptado. Pero ahora lo estoy haciendo, el otro día estuve con quince mujeres afganas. Entre su anterior visita y esta pasamos por la pandemia del covid. ¿Cómo la vivió? Fue un periodo de tiempo muy curioso para mí porque estoy acostumbrada a moverme mucho. Nosotros decidimos quedarnos en Nueva Zelanda y lo pasamos estupendamente corriendo, bebiendo vino... El maratón ha marcado su vida sobre todo para bien, aunque su valentía en Boston tuviera consecuencias cuando después le prohibieron correr. Con aquel gesto y otros posteriores abrió la puerta a las mujeres y demostró que nosotras también podemos. Lo cuenta en «Marathon Woman», un superventas cuya versión en castellano se titula «La maratoniana» y ha venido a presentar. El episodio de Boston fue algo importante, pero en algún momento me di cuenta de que la historia de cómo ocurrió había ido cambiando. Se contaba mal, con cosas que no eran correctas; se había convertido en un cuento de hadas. Así que decidí contarlo yo, con mi perspectiva. Y, a partir de eso, que la gente opine lo que quiera, pero que sepan que fue de esta manera. Es un libro autobiográfico, aunque no va de toda mi vida, pero sí de cómo fue aquello. Lo que realmente es importante es lo que esa acción propició. Sirvió de inspiración y luego, con más trabajo, se consiguió que hubiera maratón femenino en los Juegos Olímpicos y en los Mundiales. Tiene otros dos libros, ¿de qué habla en ellos? El primer libro “Running & Walking For Women Over 40” -“Correr y caminar, para mujeres de más de 40”-, lo escribí por mi madre. Un día ella estaba leyendo y de repente me dijo: «últimamente no paran de hablar de que las mujeres mayores tenemos que hacer deporte y eso es una tontería». Yo le miré diciéndole: «Mamá, que yo soy tu hija. No me digas eso». Y ella me respondió: «Tu eres una excepción». Y yo le dije: «Yo no soy una excepción y todo el mundo puede hacerlo». Luego tuve una entrevista con Oprah [Winfrey, la influyente periodista estadounidense] y a partir de ahí se disparó todo. [Risas] Por otra parte, “26.2: Marathon Stories” surgió de la propuesta de un editor que nos pidió a Roger y a mí que escribiéramos un libro juntos. Decidimos que yo me iba a encargar de la parte creativa y mi marido, de plasmarlo. Resultó muy denso, mucho trabajo. Cuando nos preguntaban cómo había resultado la experiencia, Roger respondía: «Yo soy el que escribe y ella es la que anima». [Risas] ¿Cuántos maratones ha corrido? 43 maratones exactamente. Y algunos muy prestigiosos: ganó en Nueva York en 1974 y un año después quedó segunda en Boston. El próximo 3 de noviembre se cumplen 50 años de esa victoria en Nueva York, por eso no puedo venir a la Behobia, que siempre es una semana después. En 1975, en Boston, hice mi mejor marca (2:51.13), yo pensaba que iba a ganar pero apareció una alemana y estableció el récord mundial. Me alegré, eso era mucho más de lo que jamás había imaginado. La aplaudí porque era un indicador de que las mujeres estábamos avanzando muy rápidamente. Últimamente el maratón se está acercando a marcas asombrosas: 2:00.35 en categoría masculina y 2:11.53 en la femenina. Se atribuyen en parte a los avances en el material, entre ellos los de las «zapatillas voladoras». Esas marcas se han conseguido con zapatillas con placa de carbono, reducen el tiempo, dos minutos en una carrera de 10 kms. Recuerdo cuando el récord del mundo masculino estaba en 2:11. La gente progresa porque hay alguien antes que ellos que ya lo ha hecho y saben que es posible. También las mujeres tienen una resistencia increíble. En una carrera de 50 o 60 kms no sé si una mujer puede ganar a un hombre, pero está empezando a pasar que en carreras de resistencia como las de 100 kms puede ganar una mujer. Jasmine Paris terminó el Barkley Marathon (este año la escocesa se ha convertido en la primera mujer que logra acabar la carrera más dura del mundo -160 kms, 16.500 metros de desnivel, y un margen de 60 horas para finalizar. Desde 1989, solo 20 hombres y Paris han acabado). La vimos dando la salida en el maratón femenino de París. Por primera vez las mujeres cerraron el atletismo en unos Juegos Olímpicos. ¿Qué sintió? Me sentí fantásticamente y fue un gran honor, tanto por la propuesta como por la invitación para estar ahí. (Cedida por Kathrine Switzer) ¿Se va alcanzando la igualdad de género en el atletismo? Es otro gesto indicador de que las cosas están cambiando. ¿Y en el deporte? Creo que vamos por el buen camino, pero todavía podemos mejorar. Estoy muy satisfecha con los acuerdos a los que hemos llegado con el COI (Comité Olímpico Internacional) a través de los cuales no se permite participar a ningún país que no incluya a las mujeres en la competición. Por ejemplo, países como Arabia Saudí tienen que incluirlas y esto es fundamental porque se está diciendo al mundo que somos importantes. Tenemos que aspirar a la paridad: mitad mujeres, mitad hombres. No todo el mundo entrena para competir. Hay gente que corre para divertirse. Es igual hacer 20, 6 o 2 kilómetros. El ambiente que se crea ayuda y, cuando disfrutas en un grupo, te quedas en él. Se trata de conseguir que la gente haga deporte y de crear unas dinámicas. Un día corres 2 kms, otro día 4, al siguiente 6 y así, sin darte cuenta, terminas la Behobia. Estas iniciativas son las que terminan creando igualdad, ese es el cambio. ¿Y en la sociedad? Depende muchísimo del país. En Afganistán no pueden ni conducir un coche. Allí es imposible. A sus dos países les fue muy bien en los Juegos de París. Estados Unidos arrasó con 126 medallas y Nueva Zelanda con 20 -10 de oro- quedó el 11º. Estados Unidos lo tiene más fácil, hay mucha gente haciendo deporte y, de entre tantos, eliges a los mejores, pero el porcentaje de medallas de Nueva Zelanda, teniendo en cuenta el número de habitantes, es bestial. Los neozelandeses creen que pueden hacer cualquier cosa porque, al estar tan alejados, se lo tienen que hacer todo ellos mismos, piensan que todo es posible. Es una cuestión de mentalidad. Cuando tienes esa sensación de que vives solo, no tienes miedo a plantear si las cosas van a funcionar. Son un poco como los vascos. Estuvimos en Albaola y Xabier Agote nos contó que él quería hacer un barco a la antigua usanza y ahora lo está construyendo. Es un buen ejemplo de proponerse algo y luchar por ello independientemente de las circunstancias. Los próximos Juegos serán en Los Ángeles en 2028. ¿Qué retos cree que tiene que superar su país para organizarlos? Antes nadie quería organizar los Juegos Olímpicos porque arruinaban las ciudades. En los Juegos de Montreal, a Toronto le costó un montón de años pagar la deuda. En Los Ángeles’84 hicieron algo inteligente, decidieron no hacer obras y utilizar las instalaciones que ya estaban construidas; usaron las universidades y residencias de estudiantes como villas olímpicas, los estadios que ya existían y propusieron una ceremonia de inauguración festiva. Esto supuso una fuente de ingresos considerable que les permitió invertir y crear una fundación olímpica con su propia biblioteca. Ahora todo el mundo ha entendido la fuente de ingresos que pueden ser unos Juegos y por ello cada vez más ciudades quieren ser candidatas. En París han ganado mucho dinero, estadios repletos, hoteles y restaurantes llenos con precios altos que parecía que a la gente no le importaban. Los Ángeles se enfrenta a un gran reto, van a tener que superarse a sí mismos. Lo que me preocupa es la seguridad. Hay millones de personas y es complicado. En París hubo momentos difíciles. Avisos de bombas, desalojo de la Torre Eiffel... Cuando dejamos París, sentimos la seguridad que por momentos no estaba tan clara durante los Juegos. No me gustó que en la ceremonia de inauguración dejaran a los deportistas fuera, en los barcos, yo prefiero que los deportistas sean los verdaderos protagonistas. Imagen histórica en la que el codirector del maratón de Boston, Jock Semple, vestido de calle, entra para intentar echar a Kathrine Switzer de la carrera. Su determinación, junto al apoyo de su entonces novio y de otros corredores, le permitió seguir y cruzar la meta. (Getty) ¿Y en Los Ángeles, qué va a pasar con las personas sin hogar? No tiene una solución fácil. Hay muchísimos. Hay asentamientos con caravanas y furgonetas y también filas y filas de ellas aparcadas en las calles. Les están expulsando. En lugar de ayudarles, les están echando. ¿A dónde van? De lo que se trata es de pensar cómo se puede mejorar su situación y no simplemente quitarlos del medio para que desaparezcan del foco. Es un gran problema, pero tenemos que buscar una solución más adecuada. Ahora usted es una atleta popular. Antes, entrenar era lo más importante porque correr era mi prioridad y quería ser la mejor en ello, pero al mismo tiempo estaba mi carrera profesional y no quería sacrificar mi trabajo por el atletismo. No fue fácil. Me levantaba a las cinco de la mañana para ir a correr, después estaba todo el día en el trabajo y lo más duro era el entrenamiento de después. Prefería cambiarme en el trabajo porque si volvía a casa era todavía más difícil. Solía correr una hora y media, en esa época hacía unas 100 millas a la semana, 180 kms semanales. Como era comentarista deportiva, conocía a todo el mundo, nombre, apellido, marca, todo. Ahora ya no soy comentarista de televisión y además no veo la televisión porque la odio; los registros cambian constantemente y no sabes quién está arriba, pero está bien porque significa que hay evolución. ¿Qué otra cosa no le gusta? No me gustan nada las redes sociales, por eso tengo a alguien que se encarga de llevarlas, porque de alguna manera las necesito. Tu vida en un teléfono, puedes perder toda tu vida en un móvil y también lo odio. En sus visitas aprovecha para quedar o para mantener un entrenamiento con mujeres. Estas mujeres van a ser mensajeras para el tema del 50/50/25 de la Behobia. Realmente es lo que más me importa porque una cosa es venir al País Vasco y estar con los medios de comunicación y otra interactuar y entrenar con estas mujeres y convencerles de las ventajas del deporte. Cuando vine la anterior vez, yo tenía 70 años y ahora tengo casi 77. Esto puede inspirarles porque algunas de estas personas pueden pensar que yo puedo ser su abuela y, si ven a su abuela corriendo, pueden decir, «yo también puedo hacerlo». Quiero provocar esa situación porque además es una cuestión de salud, es importantísimo hacer deporte porque todo el mundo tiene miedo a envejecer y haciendo deporte envejeces de otra manera. Hay que cambiar el chip de «no puedo correr, todo el mundo me está mirando», si no te mira nadie. Queda un año para el plan del Fortuna de lograr que en 2025 su carrera tenga el mismo número de corredoras que de corredores. ¿Cómo lo vé? Es complicado, pero claro que lo conseguiremos si empezamos mañana mismo. Hay que convencer a las mujeres para que se apunten; no se trata de hacer una marca, sino de hacerlo a tu ritmo. Tiene que ser como una militancia, crear un hábito, ir cogiendo el ritmo, e ir a por ello, tipo reto. En un lugar como este, pensaba que conseguir la paridad en la Behobia iba a ser fácil, y seis años después vamos viendo los diferentes rangos de edad. Hay rangos en los que no hay ningún problema: es el tramo de edad de 20 a 30 años, pero de 30 a 50 y de 50 a 70 son más complicados. Hay que difundir el mensaje de hacer deporte y animar a las mujeres a que lo hagan más allá de la franja de los 40 años. La generación que ha vivido siempre en la igualdad no tiene ese problema, lo que necesitamos para conseguir que sea paritario es animar a las mujeres de 40, 50 y 60 años. Es madrina de varias carreras, ¿ha encontrado retos similares? No lo hacen públicamente y depende de los países. Por ejemplo, en Estados Unidos no hay que trabajar en ello porque ya son mayoría las corredoras femeninas. Son un 58%. La diferencia de participación está relacionada con el tipo de carrera. Todavía los maratones son de mayoría masculina, ya que los 42 kms requieren de mucho entrenamiento y las mujeres no tienen tanto tiempo para entrenar. En un medio maratón la participación femenina es muy superior, puede rondar el 80%. ¿Qué le parece la Behobia? Hay diferentes públicos pero, en general, cuando hay una carrera organizada que es importante para la ciudad, se produce esa atmósfera de expectación y de ganas. Todo el mundo quiere estar cerca y hay mucha gente aplaudiendo. Todas las carreras tienen similitudes, pero por supuesto también me gustaría resaltar la personalidad de esta carrera: la diversidad, el paisaje, el recorrido, la llegada de un punto a otro... Debido a la dificultad de la logística, está muy bien organizada, también el transporte de los participantes es algo a destacar. Que lo haga el maratón de Nueva York, que tiene muchas más posibilidades, con cientos de personas trabajando y en un espacio inmenso es fácil, pero aquí siendo todo tan reducido está muy bien. Switzer posa junto a algunos de los tesoros del Club Deportivo Fortuna en su última visita a Donostia. Tiene Emmys, doctorados honoris causa, está incluida en el Salón de la Fama y seguramente recibe un premio allí por donde va. Aquí la Universidad de Deusto le concedió el Premio Deusto a los Valores en el Deporte y Aroa Merino, la vencedora de la Behobia en 2018, le regaló su trofeo, esa farola idéntica a la que reciben los Premios Donostia en Zinemaldia. ¿Lo sigue conservando? Lo sé y sí, yo también tengo uno. Generalmente no guardo los trofeos, los suelo donar porque suelen ser bastante horrorosos. Los reciclo y se los doy a los niños cuando hay carreras, pero el que me regaló Aroa lo guardo y, además, cuando me hacen alguna entrevista, lo suelo tener detrás o en un buen sitio para que se vea en las fotos o en las imágenes. Desde 261 Fearless sigue impulsando el papel de la mujer no solo en el deporte. El tema de la igualdad aquí es transversal. Digamos que en los programas de gobierno, en las subvenciones... tiene que estar incluida la perspectiva de género. Pero eso no ocurre en todas las partes del mundo, no hay programas o políticas de igualdad. Gracias a esta organización invitamos a estas mujeres, que generalmente están en sus casas siendo abusadas por sus parejas, a que se unan. Empiezan a correr y a darse cuenta de que pueden hacer algo, conocen a otras mujeres, y poco a poco van dándose cuenta de que pueden dejar el hogar donde han sido maltratadas. Es amistad, entrenamiento, crear una red de apoyo, tomar un café... Hacen falta muchos grupos de este tipo en países que no tienen conciencia de igualdad. Una parte importante de lo que hacemos en 261 Fearless es trabajar el empoderamiento. Hay mujeres que se sienten indefensas. Es todo un proceso mental, es muy difícil para alguien sin dinero dejar su vida, luego están los hijos... ¿Cómo podemos solucionar la violencia machista y sus incontables víctimas? La violencia contra las mujeres lleva ocurriendo desde hace miles de años. Durante siglos los hombres han controlado a las mujeres y, cuando no pueden hacerlo, reaccionan mal. No hace mucho tiempo a las mujeres se las colgaba, quemaba, señalándolas como brujas. Soy incapaz de encontrar una razón, o los hombres tienen miedo o necesitan dominar. Esto es algo instintivo. El hombre posee y domina, mientras que nutrir, crecer y cuidar ha sido terreno femenino. La llave para la solución es invitar a los hombres al debate. Necesitamos hablar con ellos. A través del deporte, hay mujeres etíopes, keniatas... que están saliendo a competir por el mundo y, cuando vuelven a su país, tienen dinero, invierten, cambian cosas. Pero el problema es que los hombres que las reciben, que pueden ser su marido, su padre o su hermano, no entienden que ella de repente sea poderosa. Es una sociedad que nunca ha tenido dinero y no saben qué hacer con él ni cómo manejarlo. Es vital que los hombres se involucren. Cuando se trabaja en equipo, todo funciona mucho mejor. Tienen que entender el valor de las mujeres, no solo de las que ganan dinero, sino de todas. Las mujeres son una increíble fuente de riqueza para ellos: son las que cuidan, son las madres, trabajan en el campo, llevan el dinero a casa, llevan el agua… pero en África la violencia contra las mujeres es muy alta. Hace tres años, a la keniata Agnes Tirop, doble bronce mundial en 10.000 metros, un mes después de batir el récord del mundo de 10 kms, su marido la acusó de ser infiel quizás por verle con las uñas pintadas o con unos pendientes nuevos. Luego la mató. Entonces se formó la asociación Tirop’s Angels, con el nombre de la fallecida y subvencionada por Adidas. No se trata simplemente de que las mujeres se empoderen, sino de que los hombres lo entiendan. [La maratoniana olímpica ugandesa Rebecca Cheptege, que compitió en los Juegos de París, fue quemada viva por su pareja a principios de este mes]. ¿Cómo lleva lo de ser un icono de la historia del deporte y la lucha por la igualdad de género? Es una responsabilidad, hay veces que no me apetece nada [risas] pero, cuando estoy con gente, siempre intento ser una persona positiva. Si me hubieras preguntado otra vez sobre el maratón de Boston, pues... pero has preguntado otras cosas y ha estado muy bien. Este tipo de conversaciones tienen que producirse entre mujeres. Cuando hablamos, vamos creando mentalidad. ¿Qué otras inquietudes tiene? Tengo muchas cosas que escribir, producir... Debido a mi edad, quiero sumergirme en mis recuerdos, ordenarlos, catalogarlos, con la intención de donarlos a mi universidad -la de Siracusa, donde cursó estudios de Literatura y Periodismo-. Además, no tengo suficiente espacio en mi casa y por ello tengo que organizarla porque está demasiado llena de cosas. Lo que más me gusta es estar al aire libre, en la naturaleza, donde hay árboles, sentirme libre, correr, estar con mi marido, que es un tipo estupendo que además corre, estar con mis amigos, cocinar y disfrutar de la vida. ¿Cuál es el secreto para mantenerse así de bien? Estar muy ocupada. Tengo planes y también la pasión y el deseo de que las mujeres alcancen y ocupen su lugar. Hay mucho por hacer, y no me puedo creer que tenga 77 años -todavía no, los cumple a principios de enero-. Tengo una mentalidad joven, de unos 40 años. Todo pasa muy rápido. No tengo ni idea de cuándo será el final, pero todavía queda mucho por hacer. Hay que saber vivir, estar preparada. Hace unos pocos años sufrí un herpes zóster, puede volver, pero me enseñó a aceptar vivir con ello, y seguir adelante con mis proyectos. Lo que intento hacer sí o sí es salir a correr, porque es lo más importante del día. A veces estoy tan ocupada que pienso que no voy a sacar tiempo. Roger me dice siempre que, si es lo que más me gusta, hay que darle prioridad. ¿Va a venir en 2025? Me encantaría. Roger me dice que soy muy imprudente y que tengo que dejar de hacer cosas peligrosas. Y yo le digo que igual su talón de Aquiles ya está ok, ahora lo tiene tocado, pero sigue corriendo; que quizás podría participar en la carrera y le intento convencer diciéndole que, si viene, va a estar en la ciudad más bonita, con la gente más maja y con las comidas más suculentas. Tiene 85 años y corre desde los 24, ha ganado campeonatos del mundo en todas las edades, incluso ahora. Operado de las dos rodillas, tuvo una infección fastidiosa, pero ahí sigue. ¿Quiere añadir algo más? Si esta entrevista la lee alguien y le sirve para empezar a correr, habrá merecido la pena. «Hay gente que corre para divertirse. Es igual hacer 20, 6 o 2 kilómetros. El ambiente que se crea ayuda y, cuando disfrutas en un grupo, te quedas en él» «No me gustan nada las redes sociales, por eso tengo a alguien que se encarga de llevarlas, porque de alguna manera las necesito. Tu vida en un teléfono... lo odio»